La marcha a favor del diálogo
entre el gobierno y las FARC contó con un amplio respaldo popular
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Una marea blanca inundó este martes la
principal avenida de Bogotá.
Alrededor de 900.000 personas se manifestaron exigiendo la paz y apoyando las
conversaciones que comenzaron en noviembre entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC). El espaldarazo de la opinión pública a la salida negociada del
conflicto armado también se produjo en otras ciudades. Colombia busca ponerle
fin a 50 años de conflicto que causaron millones de desplazados y decenas de
miles de muertos.
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La marcha se da días después de la
culminación del séptimo ciclo de negociaciones en La Habana, en la que tanto el representante del gobierno, Humberto De La Calle, y el de las FARC,
Iván Marques, reconocieron los
avances alcanzados. En la manifestación, convocada en primera instancia por el
movimiento izquierdista Fuerza
Patriótica, marcharon figuras emblemáticas como el presidente Santos y el
ex guerrillero Gustavo Petro, hoy
Alcalde de la capital. El Partido Liberal, el Partido Verde y la Organización de Estados Americanos, a
través de su Secretario General Insulza, manifestaron el respaldo a la marcha.
No salieron a las calles los partidarios del ex presidente Álvaro Uribe, quien critica la legitimidad política que se le está dando a un grupo narcoterrorista. Los sectores conservadores expresan que su
oposición no es a la paz sino a la impunidad. Tampoco participó de la
convocatoria el único partido de izquierda en el Congreso, el Polo Democrático. Este grupo si bien
apoya las negociaciones, no participó de la marcha al considerarla amarrada a
las pretensiones reeleccionistas de Santos.
El gobierno recibió la jornada de ayer
como un mandato para profundizar y acelerar los acuerdos de paz. Juan Manuel
Santos sabe que el éxito de las negociaciones garantizaría un nuevo mandato
suyo. Es por ello que también ha manifestado que más temprano que tarde buscará
un diálogo con la guerrilla del Ejército
de Liberación Nacional. El proceso de paz que comenzó el año pasado y en el
que el ex presidente venezolano Hugo
Chávez jugó un rol fundamental, cuenta con el apoyo de países de confianza
de ambas partes: Cuba y Venezuela de
las FARC, Chile y Noruega del
gobierno. Tras los dos meses de tregua que finalizaron en enero, se vivieron
momentos de tensión debido a la captura de policías por parte de las FARC. En
febrero se recrudecieron los combates y comenzaron las dudas, aumentaron las
protestas sociales, se cuestionó la política de Santos y se deterioró la
percepción pública de seguridad. Sin embargo el momento del diálogo parece ser
este. El cambio de generación de mandos en las FARC, en los cuales predominan
más los urbanos que los campesinos y la jefatura profesional renovada en las Fuerzas Armadas, con generales no
formados en la Guerra Fría, posibilitan los acuerdos.
La tierra como centro de un largo conflicto
El primer punto de la agenda pactada es el desarrollo integral
agrario, las FARC reclaman zonas reservadas para campesinos, indígenas y
comunidades afro. El acceso y el uso de la tierra son el núcleo de un conflicto
interno que lleva más de cinco décadas. El asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948 inició una
época denominada La Violencia, a la que le siguió la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla. El escenario
político se complejiza en los sesenta con el surgimiento de las guerrillas,
entre ellas las FARC en el 64. Las luchas y la mezcla con el narcotráfico en
los ochenta contribuyeron aun más a la desestabilización del país. Los
gobiernos de Uribe desde 2002 al 2010, con una política de seguridad dura,
lograron disminuir a los guerrilleros. El líder histórico de las FARC, Pedro Antonio Marín (apodado Marulanda
o Tirofijo) falleció en 2008 y su
sucesor Alfonso Cano fue abatido por
el ejército en noviembre de 2011. Un año después, la organización anunció un
cese unilateral del fuego por dos meses para iniciar las conversaciones por la
paz en La Habana.
La manifestación de
ayer es una de las mayores marchas políticas de los últimos años en Colombia.
El gobierno de Santos deberá aprovechar esta gran oportunidad para cambiar la
historia, encaminando a su país hacia la reconciliación. El mandatario anunció
que no negocia el cese al fuego bilateral mientras que no se llegue a un
acuerdo, pero sabe que en las negociaciones habrá cierto grado de impunidad y
de recursos materiales para el cambio social reclamado por la guerrilla. Las
FARC tienen claro que en un escenario de guerra pueden perder, por ello en los
acuerdos apuestan a lograr algunos de sus cometidos y cambiar su imagen ante la
opinión pública. Las raíces del conflicto yacen en las trabas sociales que
implica el latifundio de origen colonial. En las próximas semanas en La Habana tratarán
nuevamente este punto para darle un cierre y recién allí avanzar hacia el
segundo tema: la participación política y la transformación de la guerrilla en
una fuerza política dentro de la democracia colombiana.
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