Durante los días 27 y 28 de
marzo se reunieron, en la ciudad chilena de Viña del Mar, gobernantes y
representantes de organismos internacionales de diversas partes del mundo. El
principal objetivo fue proponer una salida conjunta de la crisis económica y financiera
en la que estamos inmersos. La proximidad de la reunión del G-20 en Londres
marcó a fuego la denominada “Cumbre de Líderes Progresistas” cuya idea surgió
hace exactamente una década.
Muchas son las
conclusiones que se pueden extraer de la declaración final de los mandatarios
presentes, pero también debemos responder ciertas preguntas. ¿Cómo surge dicha
cumbre? ¿Cuáles fueron las propuestas de los gobernantes para combatir la
crisis? ¿Qué objetivos persiguieron los presidentes de la región?
La Cumbre y el
Seminario Internacional de la Red Progresista fueron organizados por dos
instituciones: Policy Network y el Instituto Igualdad. La primera es una
fundación internacional, creada en el año 2000, que se dedica a la renovación
de la social democracia y a promover las políticas progresistas. Actualmente
esta avocada a facilitar el intercambio de ideas y prácticas entre políticos y
expertos que se denominan de centro-izquierda. El otro ente organizador, el
Instituto Igualdad, es una organización privada, creada por el Partido
Socialista chileno en el año 2005 con el objetivo de desarrollar y proyectar
los valores e ideas democráticas, socialistas y progresistas al interior de la
sociedad chilena.
El movimiento de
gobernadores progresistas que se reunió en Chile surge a fines de los años ’90
por iniciativa del entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton. El
primer seminario se realizó en Washington y contó con la presencia de mandatarios
europeos, entre ellos, Tony Blair. Su objetivo principal fue fomentar la
cooperación entre políticos y académicos, ofreciendo un entorno para
intercambiar experiencias políticas. Berlín, Estocolmo, Londres, Budapest,
Johannesburgo y ahora Viña de Mar fueron las sedes que reunieron desde el año
99 hasta el momento al movimiento progresista. Es la primera vez que se realiza
la reunión en nuestro continente y esto no es una casualidad; se debe a la
proliferación existente, en los últimos años, de gobiernos de centro izquierda
en todo Latinoamérica.
Los mandatarios sudamericanos
fueron mayoría en el balneario chileno. Además de la anfitriona Michelle
Bachelet, la cumbre contó con la presencia del presidente brasilero Luiz Inácio
“Lula” da Silva, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner y el
gobernante uruguayo Tabaré Vázquez. Los mandatarios europeos presentes fueron
el español Rodríguez Zapatero, el noruego JensStolten Berg y el primer ministro
británico Gordon Brown. El hombre del momento, Barack Obama, seguramente
ocupado en la preparación de su viaje a Europa, no quiso que su país quede al
margen y envío a su vice Joseph Biden para marcar presencia en la reunión.
Además, participaron alrededor de 200 asesores, políticos, académicos, investigadores
y representantes de organismos internacionales de muchos países europeos,
americanos, africanos e incluso de Oceanía. Todos ellos se encargaron de
discutir, analizar y dar respuestas a la crisis global actual; políticas
progresistas, globalización responsable, cambio climático, protección laboral y
el rol del estado en la economía fueron los principales temas tratados.
La declaración final
conjunta, leída por la presidenta chilena, marca los puntos claves que los
líderes discutieron a lo largo de las distintas sesiones. Se analizaron los
principales desafíos que enfrenta el mundo hoy en día, y a su vez discutieron
cuál debería ser la respuesta coordinada del movimiento progresista, lo cuál
resumiremos en tres puntos claves.
El primero fue
priorizar las políticas de crecimiento, protección social y la creación de
empleo para no transformar la recesión económica en una recesión social. Para
ello, se enfatizó el dar un nuevo empuje a los objetivos de desarrollo del
milenio de la Organización de las Naciones Unidas. Con respecto a esto,
Bachelet expresó al término del seminario: “hay
que adoptar medidas populares pero no populistas”, haciendo clara
alusión al respeto por el modelo liberal pero inculcando una participación
importante por parte del Estado.
En segundo lugar, se
apuntó a cambiar el rumbo del “neoliberalismo” existente, construyendo las
bases de una nueva economía que permita compartir la prosperidad. Para
aplicarlo, los líderes progresistas plantean: reformar la regulación de las
instituciones financieras (principalmente del FMI), evitar políticas
proteccionistas y concluir exitosamente la Ronda Doha. Además, se le reclama a
las instituciones financieras, tanto internacionales como regionales, la
tenencia de un rol importante en la prevención de las graves consecuencias para
los países en desarrollo. El primer ministro británico expuso su visión al
respecto: “tenemos que rehacer nuestras
instituciones, necesitamos nuevas reglas para este orden global, porque un
mundo sin reglas no funciona”.
El tercer aspecto
clave que se puede extraer de la declaración refiere al tema medioambiental. Se
propuso emprender de forma acelerada una respuesta coordinada al cambio
climático, asimismo se incitó a invertir en energías limpias. En este contexto,
se buscará lograr un acuerdo exitoso en la futura Conferencia de Naciones
Unidas sobre Cambio Climático, que se realizará a fines de este año en
Copenhague. Si bien no fue el aspecto más comentado en la cumbre, quizás
por la lejanía en el tiempo de la reunión multilateral, la “recuperación verde”
no se dejó de lado al momento de enumerar los principales temas tratados.
Estos tres principales
ejes se sostienen en los llamados valores progresistas, como lo son las
libertades (política y económica), los derechos humanos, la democracia y la
justicia social. Con respecto a los ideales compartidos por esta red de
gobiernos, José Luís Rodríguez Zapatero enumeró tres pilares que caracterizan
al progresismo: la apuesta por la reforma y el cambio, la democratización de
las instituciones y la solidaridad. Hoy en día son varios los gobiernos
sudamericanos que dicen sentirse identificados con estos ideales; sin embargo
fueron tan sólo cuatro los representantes que concurrieron a la cumbre.
Como
dijimos, el segundo aspecto importante a analizar de la reunión es el objetivo
que cada uno de los países tuvo en dicha cumbre. Si bien son cuantiosos los
gobiernos de izquierda y centro izquierda que han ganado elecciones en estos
últimos años aquí en Sudamérica, cada país tiene un perfil distinto y eso lo
podemos ver claramente en la participación (o no) en reuniones multilaterales
de este tipo.
El presidente Vázquez
consideró clave esta reunión, ya que fue una manera de poder inmiscuir al
pequeño Uruguay entre grandes del mundo. El MERCOSUR estuvo presente con sus
dos grandes socios: Brasil y Argentina; Uruguay no se quiso perder la gran
oportunidad de poder compartir experiencias y aprender de países que proponen
las mismas ideas que el gobierno de turno. Además, Vázquez aprovechó la ocasión
para terminar de alinearse al grupo de gobiernos de “izquierda moderada” que
parece liderar Lula. Entre otras cosas, Tabaré marcó cierta distancia con la
mandataria argentina, se encargó de remarcar que Uruguay “no es un paraíso
fiscal” e instó a no echarle la culpa al imperio de turno por no poder llevar
adelante un proyecto latinoamericano para mejorar la condición de nuestros
pueblos.
Por
otro lado, el mandatario brasilero Lula aprovechó la oportunidad para seguir
afirmando su liderazgo en Sudamérica e intentar insertar al continente en el
contexto mundial. El líder del PT brasilero se ha encargado en las
últimas semanas de seguir posicionando a su país en el gran juego mundial. Las
reuniones con Obama y Brown dan muestra de eso y, si bien el asesor del
presidente, Marco Aurelio García pide respetar las diferencias con otros
progresismos (léase la izquierda más radical), Brasil se quiere mostrar como un
país comprometido con la causa liberal-democrática. Lula aprovechó la ocasión
para recordarle nuevamente a sus pares extra-región que ellos poseen mayor
culpa de este momento de la economía mundial. Con un tono amigable expresó: “mi
querido Gordon Brown, mi querido Biden, mi querido Zapatero, desafortunadamente
ustedes tienen más responsabilidad en esta crisis”.
Además de Brasil, el
otro país de la región que asistirá a la reunión del G-20 en Londres, será
Argentina. Cristina Fernández también acudió a la Cumbre y quizás sean dos los
aspectos claves que se pueden extraer de su presencia. En primer lugar, la
gobernadora argentina no estuvo dispuesta a perderle la pisada a este grupo de
mandatarios progresistas, de los cuales se había alejado debido a las visitas y
contactos permanentes con Chávez. Por lo tanto, esta cumbre era una buena excusa
para volverse a unir al grupo liderado por Brasil y poder encontrarle a la
Argentina un lugar importante (no conflictivo) en el contexto internacional. En
segundo lugar, la presidenta aprovechó la situación para insistir nuevamente
por el reclamo de soberanía sobre las islas Malvinas, a lo que fuentes
británicas hicieron saber que estaba descartada cualquier tipo de negociación
al respecto.
Por último debemos
hacer referencia a Chile, el anfitrión. El modelo chileno que rige desde la
restauración de la dictadura es fiel reflejo de todas las ideas que se trataron
en la pasada cumbre. No es casualidad que la primera reunión en América Latina
de esta red progresista se haya realizado en el país trasandino. Además, no es
este un momento cualquiera para el gobierno de la Concertación, ya que las
encuestas de opinión no se les muestran favorables para las elecciones de este
año. Quizás el impulso y la importancia que Bachelet le dio a esta cumbre este
relacionado con el objetivo de la mandataria de reafirmar el modelo, llevado
acabo por su gobierno y los anteriores, exponiendo logros e intentando marcar
diferencias con el neoliberalismo.
En conclusión, la Cumbre de
Líderes Progresistas buscó dar una respuesta firme a la crisis financiera
internacional. El objetivo de los gobernantes que asistieron a la Cumbre fue la
elaboración de ciertas pautas para que los “representantes progresistas”
trasladasen a la reunión del G-20 en Londres. Las mismas se pueden resumir en
los siguientes puntos: priorizar el aspecto social de la crisis, reformar el
sistema financiero poniendo fin a la hegemonía neoliberal y por último, el
siempre presente desarrollo sostenible. Estos temas centraron la atención de
los mandatarios presentes, los cuales se sienten identificados con la idea de
la red progresista que surgió con Clinton y Blair, cuando ambos quisieron
liderar una especie de centro izquierda o “tercera vía” entre el capitalismo
liberal y el socialismo.
Además, al parecer,
esta red de gobiernos quiere ocupar un vació ideológico que esta dejando el
modelo económico existente, que puede ser fácilmente ocupado por gobiernos
populistas, autoritarios y no proclives al liberalismo y la democracia. La
reunión de Viña del Mar concluye con la idea de asignarle un nuevo rol al
estado (más regulador) y poner las políticas sociales como prioridad.
Quizás estos dos aspectos sean las únicas variables que todavía quedan vigentes
en la ya perimida distinción entre gobiernos de derecha y de izquierda.