miércoles, 15 de agosto de 2012

Azerbaiyán: un país pequeño con gran proyección

Las fronteras entre Asia y Europa no son claramente identificables. Sin embargo, la región del Cáucaso divide dos realidades distintas: las naciones de Europa Oriental, en su mayoría cercanas a occidente, y las repúblicas de Asia Occidental, las cuales se encuentran en la disyuntiva de acercarse a la Unión Europea (UE) o mantenerse al margen. Azerbaiyán une ambos continentes, es el país más grande y rico del Cáucaso. Tras la declaración de su independencia en 1918 fue rápidamente incorporado a la Unión Soviética, de la cual se liberó en 1991. Esta nación joven es un centro logístico que se sitúa en el cruce de caminos entre Europa y Asia. Su posición le permite proyectarse como un jugador importante de la región.

Azerbaiyán dejó de ser una república ignorada y logró cierto protagonismo en los últimos años, debido a los contratos que las multinacionales petroleras sellaron con el gobierno de Ilham Aliyev, su presidente. Estratégicamente situado a orillas del mar Caspio, con Bakú como capital y mayor puerto de la región, Azerbaiyán busca abrirse al mundo. Para comenzar ese proceso de apertura, el contacto con la Unión Europea es clave para luego ampliar las relaciones comerciales con el resto del mundo. Su desafío es dejar de ser una economía planificada al estilo soviético para convertirse en una de mercado, basada en el sector privado. El futuro de este pequeño país dependerá de los precios del petróleo y la futura instalación y buen funcionamiento de oleoductos y gasoductos que le permitan vender mayores cantidades hacia el exterior.

Una economía dependiente del petróleo y el gas

Con una superficie que equivale a la mitad de Uruguay y una población de nueve millones de habitantes, Azerbaiyán posee un Producto Bruto Interno (PBI) per cápita de aproximadamente US$ 9.000, cifra similar al de Colombia o Perú. Desde comienzos del siglo XX, su economía se centra en la extracción de petróleo y gas; ambas industrias representan un 50% del PBI.  El poco peso de la agricultura lleva a que Azerbaiyán se complemente de gran manera con los países agrícolas. A ello se debe su mirada hacia América Latina y la apertura de la primera embajada en Sudamérica (Buenos Aires, en 2010).

El gobierno de Aliyev busca desarrollar las distintas regiones del país y los sectores no petroleros para lograr la ansiada diversificación. De 2006 a 2008, el país tuvo un rápido despegue económico debido a las exportaciones de petróleo. En 2006, Azerbaiyán logró el mayor crecimiento a nivel mundial. Tres años después fue destacado por el informe “Doing Business” a raíz de un salto de calidad en lo que refiere a las reformas en la regulación de los negocios. A su vez, su mejora también se observó en los distintos indicadores económicos brindados por las agencias internacionales, tanto en lo referido a la calificación crediticia nacional como en lo que evalúa la capacidad de pago de los compromisos financieros. La inversión directa extranjera, principalmente proveniente de Estados Unidos, Reino Unido y Turquía, ha crecido de forma sorprendente.

El producto de exportación por excelencia es el petróleo. Con pozos petroleros que datan de 1900, Azerbaiyán ha llegado a proporcionar cerca del 70% del crudo que llegaba a la URSS durante los años cincuenta. Hoy en día se encuentra entre los primeros 25 países exportadores de petróleo y los 30 mayores vendedores de gas natural.

Las ventas de crudo crecieron a partir de 2006, debido a la entrada en funcionamiento del oleoducto Baku-Tbilisi-Ceyhan (BTC), que conecta Azerbaiyán con el puerto turco del mediterráneo, a través de Georgia.  Este oleoducto es uno de los más largos del mundo con alrededor de 1.700 kilómetros. Para su construcción han aportado la petrolera internacional British Petroleum y el consorcio norteamericano Unocal, además de la empresa estatal azerbaiyana Socar. El principal objetivo de este proyecto es llevar el petróleo del Caspio a Europa sin pasar por Rusia. Otros oleoductos creados son: Bakú – Novorosiysk (Rusia) y Bakú – Supsa (Georgia). A estos se le suman los gasoductos que conectan la capital azerbaiyana con Erzurum (Turquía) o a través del Caspio con Turkenbasy (Turkmenistán).

En busca de la inserción internacional

Azerbaiyán no forma parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sino que es miembro  en carácter de observador. En 1997 se estableció el Grupo de Trabajo sobre la Adhesión de Azerbaiyán a la OMC, celebrando su primer encuentro en 2002. En febrero de 2012 se realizó la última reunión, en la cual  se analizaron las reformas realizadas por el país para poner a su régimen comercial en conformidad con las normas que rigen la OMC. El gobierno considera fundamental su ingreso para lograr una sustentabilidad económica a largo plazo. Hasta el momento, Azerbaiyán ha firmado tratados de comercio con países de la Comunidad de Estados Independientes y ha logrado recibir el trato de Nación Menos Favorecida por parte de la UE.

En cuanto a los socios comerciales, si bien el mercado ruso continúa siendo importante, Moscú y las exrepúblicas soviéticas perdieron peso con respecto a Turquía y los países de Europa. En materia de exportaciones, alrededor del 90% es petróleo o gas natural. El otro 10% se reparte entre maquinaria, algodón y productos alimenticios. Dentro de sus clientes, la UE abarca un 47%, destacándose Italia y Francia. Israel (8%) y Estados Unidos (8%) son otros destinos importantes. Los rubros de maquinaria y equipamiento son los que provocan las principales importaciones, seguidos de los metales y químicos. Los productos provienen desde Rusia (17%), Turquía (11%) y China (9%). El peso de la UE en conjunto es de un 25%, siendo Alemania el principal vendedor.

Europa a la vista

Azerbaiyán encuentra en el continente europeo una gran oportunidad para su proyección económica, mientras que la Unión Europea busca un acercamiento por la riqueza en materias primas del país euroasiático. La apertura y el contacto con Europa se puede observa claramente desde 2001, cuando se unió al Consejo de Europa. La Política de Vecindad de la UE, a la cual Azerbaiyán se acopló años después, ha sido fundamental para el su progreso, tanto en materia de infraestructura como en torno a las inversiones. Sin embargo, desde la propia UE se manifiesta que aún queda mucho por hacer, sobre todo en el área gubernamental, de políticas socioeconómicas y reformas en transporte, energía y medio ambiente. El Proyecto Nabucco constituye la principal muestra de las intenciones que hay de unir las aspiraciones de los dos. Este plan supone la creación de un gasoducto ideado por Europa para no depender exclusivamente de la energía de Rusia. El mismo, que se comenzaría a construir a partir de 2013, tendría una extensión de 3.300 km. En este caso, Bakú sería el suministrador de gas natural de un corredor que buscará unir Turquía y Austria a través de Bulgaria, Rumania y Hungría.


Para Azerbaiyán, el acercamiento a Europa es ineludible si quiere evitar convertirse en una nación petrolera, al estilo de los países de Medio Oriente. Al ser una república en transición, con grandes riquezas petroleras y recursos energéticos pero sin capacidades técnicas, necesita diversificar su economía.  Este país ha crecido de la mano de la burguesía petrolera pero debe apuntar a más, para ello busca aumentar sus vínculos con el resto del mundo. Azerbaiyán aún no ha planteado reformas políticas para unirse a occidente, el gobierno de Aliyev decidió empezar por los negocios. Prefirió comenzar por la economía, el camino más rápido y eficiente. 

jueves, 9 de agosto de 2012

El futuro de Asia Central


En el artículo denominado “El nuevo mundo de Asia Central” analizamos en términos económicos a las cinco repúblicas de la región: Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Llegamos a la conclusión que tiene un valor estratégico en el comercio mundial por ser una zona de tránsito de mercancías entre Europa y Asia Oriental. A futuro, cuando la infraestructura permita una mejor y más rápida circulación de los productos, su potencial se verá ampliado por la importancia de sus riquezas naturales. Los polos de poder que tienen grandes intereses económicos en Asia Central son tres: China, a través de los acuerdos comerciales; Rusia, que busca mantener la influencia económica histórica; y la Unión Europea, que considera a estos países como nuevos proveedores.

En este artículo nos proponemos desarrollar la política actual de las distintas naciones para comprender qué intereses encuentran allí los actores exteriores. La historia en común de las repúblicas, los líderes de la ex Unión Soviética, la reelección permanente, la presencia de movimientos musulmanes y las revueltas suscitadas, son aspectos que debemos conocer previamente. El retiro de las tropas aliadas de Afganistán, previsto para 2014, generará un vació de poder en Asia Central que será disputa de Rusia, China y Estados Unidos. El dominio, simpatía o buena relación con los gobiernos de las ex repúblicas soviéticas será clave para permanecer en una región peligrosa, amenazada principalmente por el terrorismo islámico. 

Países con una historia política común

La independencia de Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán se alcanzó hace 20 años de la misma manera. Su evolución política tiene muchos aspectos en común ya que los países siguieron siendo dominados por aquellos que lideraban las naciones bajo la órbita de la URSS. El autoritarismo conlleva a una permanencia en el poder de figuras conocidas.

Kazajstán proclamó la independencia con Nursultán Nazarbáyev en el poder. El líder desde la era comunista consiguió a través de una reforma constitucional su postulación consecutiva y gobernará al país por varios años más. La sospecha de asesinatos a opositores y los cuestionamientos a la transparencia de las elecciones por parte de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (organismo que el país presidió en 2010, con la promesa de transformaciones democráticas), marcan algunas características de sus mandatos. Por otro lado, China ha considerado justos y transparentes a los distintos comicios.

En Uzbekistán,  Islam Karimov asumió el liderazgo en 1989. Con el triunfo en las distintas elecciones y a través de los referéndums realizados, el poder continuó en manos de los sectores comunistas. En 2001, cuando Estados Unidos apareció como un defensor frente a los movimientos islámicos de la frontera con Afganistán, se acercó políticamente a Washington. Años más tarde, ante las presiones para las reformas democráticas, volvió a la influencia rusa. Actualmente Karimov, nervioso por el futuro de la zona sin las tropas norteamericanas, parece haber retomado un buen trato con la Casa Blanca. Para acentuar la buena relación, Estados Unidos levantó la prohibición de prestarle ayuda militar, dejando de lado la preocupación por los Derechos Humanos.

En Turkmenistán, Saparmurat Niyázov, electo en 1991 con una nueva constitución presidencialista, fue el dictador más extravagante de la región.  Su régimen, centrado en el culto a la personalidad y el más cerrado de la zona, se prorrogó hasta su muerte en 2006. Las “elecciones multipartidistas” se realizaron en 2007 y dieron como vencedor al vice primer ministro de Niyázov, Gurbanguli Berdimuhamedow. El sucesor ha ido desechando ciertos aspectos absurdos de la conducción anterior, abriéndose un poco más al mundo. En materia de política exterior ha mostrado una neutralidad en todo momento, tanto con China, Rusia como Estados Unidos.

Tayikistán fue victima de una guerra civil entre 1992 y 1997 entre herederos del sistema soviético pre independencia y grupos islámicos. Emomali Rajmonov fue electo en 1994 y logró cierta estabilidad con apoyo ruso. En el 2000 renovó su mandato y reformó la constitución para permitir su reelección. Hasta hoy en día continúan ciertos conflictos aislados, principalmente en la zona de Pamir, en donde el gobierno busca ejercer su autoridad militar. Actualmente, el país que posee una frontera sur con Afganistán y cuenta con el apoyo de occidente, Rusia y China, tiene una precaria estabilidad institucional.

Askar Akaev fue quien lideró la jefatura del Estado cuando Kirguistán logró su independencia.  En 1996 incrementó los poderes presidenciales pero diez años después, el fraude en las elecciones provocó la “Revolución de los Tulipanes” que obligó al mandatario Akaev a dejar el país. El opositor Kurmambek Bakiev (cercano a Moscú) asumió tras ganar los comicios y fue reelecto en 2009, aunque los resultados fueron cuestionados por observadores occidentales. La famosa revuelta de Osh en abril de 2010, en contra del gobierno de Bakiev, derivó en su exilio y en el liderazgo provisional de Rosa Otunbaeva (inmediatamente reconocida por Estados Unidos).  Los conflictos entre kirguises y uzbekos en el sur generan inestabilidad en el pequeño país que tiene actualmente a Almazbek Atambayev como presidente.

Importancia estratégica en la nueva era: Occidente, Rusia y China

Rusia, China y Occidente (Estados Unidos y la Unión Europea) buscan influenciar en la política a través de tratados, organizaciones o aproximaciones a los gobiernos. Ninguno de los tres polos de poder quiere dejar librado al azar su interés político en Asia Central.

Cuando finalizó la Guerra Fría y los países de la Unión Soviética se independizaron se creó el llamado “Tratado de Seguridad Colectiva”. Convertido en organismo en 2002 para preservar la seguridad, es integrado por Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguizistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán (suspendió su participación un mes atrás). Moscú financia la alianza con un sueño lejano de convertirla en un tratado similar a la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN). 

China ha logrado hacerse un lugar en la región con su diplomacia económica, sin perder de vista los objetivos militares. En junio de 2001 se fundó la Organización de Cooperación de Shangai por seis países: China, Rusia, Kazajstán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán, con el objetivo de aumentar el nivel de seguridad regional. China y Rusia, líderes por naturaleza de esta organización, buscan coordinar intereses estratégicos y geopolíticos. A través de dicha cooperación,  Beijing busca la estabilidad de sus fronteras con Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán, además de compartir el liderazgo en una zona de gran influencia histórica soviética.

En setiembre de 2001 los atentados en Nueva York colocaron a Afganistán y la zona de Asia Central como lugar clave para la geopolítica mundial. Estados Unidos y Europa, principalmente a través de la OTAN, invadieron la región. Las fronteras norte de Afganistán con Turkmenistán, Uzbekistán y Tajikistan, así como la cercanía con Kirguistán, les brindaron a estos países una importancia estratégica en términos militares. Por ello, Estados Unidos no tardó en abrir una base aérea en Uzbekistán y en Kirguistán. El derecho para sobrevolar por parte de Tajikistan, Turkmenistán y Kazajstán también fue clave para los movimientos norteamericanos.

Autoritarismo o Democracia

Al igual que ocurre en otras zonas con predominio de gobiernos autoritarios,  la corrupción y los contrastes sociales abundan en Asia Central. El indicador de Freedom House, que mide derechos políticos y libertades civiles, considera a Kirguistán como un país parcialmente libre, mientras que al resto se los caracteriza como naciones sin libertades. Las élites de estas naciones aprovechan las ganancias de los hidrocarburos, concentrando la riqueza en un sólo sector de la sociedad, algo muy similar a lo que ocurre con otros tiranos en distintos partes del mundo. El recuerdo más cercano que tenemos es la primavera árabe, que aceleró la caída de ciertos dictadores que dirigieron países durante muchos años en base al autoritarismo y el apoyo de algunas potencias.

¿Hay intentos por buscar la democracia en Asia Central? ¿De dónde provienen o deberían provenir? ¿A quién le conviene? Queda claro que las potencias buscan aliados y poco parece importarles el tipo de gobierno que prime.  La hegemonía tradicional rusa y los intentos de liderazgo chinos no parecen brindarles una salida democrática a dichos países. En cambio, la búsqueda de acercarse a Europa por términos económicos puede suscitar reformas a favor de la democracia. Las alianzas con Estados Unidos por el futuro militar de la región puede ser otra esperanza, aunque habrá que ver cuál es el planteo norteamericano: avanzar en Derechos Humanos o asegurarse gobiernos afines para lograr estabilidad en las fronteras con Afganistán.  La experiencia indica que si lo consideran necesario para cumplir sus objetivos, las potencias favorecen regímenes autoritarios. Sin embargo, cuando la población reacciona ante sus propios líderes, la historia cambia.

jueves, 5 de julio de 2012

El nuevo mundo de Asia Central


Las potencias como Rusia, China, Estados Unidos y la Unión Europea, le comienzan a dedicar a la región de Asia Central un espacio importante en su agenda, especialmente en términos económicos y estratégicos. En el continente asiático, los países desarrollados como Japón y Corea del Sur, el despegue de China e India, los avances de Singapur, Malasia, Tailandia e Indonesia, y la riqueza petrolera de Medio Oriente son temas analizados arduamente por la academia  pero ¿cuál es el abordaje que se hace de Asia Central? En este artículo nos proponemos presentar cinco repúblicas de la ex Unión Soviética: Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. La región a la cual hacemos referencia es la menos favorecida del continente, principalmente por su geografía montañosa o desértica. Sin embargo, las riquezas naturales le brindan a futuro, una importancia clave en el comercio mundial.

Asia Central es una de las cinco partes en las que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) subdivide al continente que representa la tercera parte de la superficie terrestre del mundo. Allí es donde China está adquiriendo una gran jerarquía en materia comercial, casi igualando a Rusia, la otra potencia de la zona. Por su parte, Moscú busca defender sus intereses económicos, tanto por el acceso como por el control de los recursos energéticos. Mientras que Turquía y la Unión Europea no pierden de vista el crecimiento de estos países.

Cinco naciones con realidades distintas

En términos económicos, los cinco estados poseen aspectos similares pero no se presentan como uniformes. Kazajstán, noveno país en superficie en el mundo, se encuentra entre las primeras 50 economías. Uzbekistán y Turkmenistán se ubican alrededor del número 80, con un tamaño de economía equivalente a la de Ecuador. Kirguistán y Tayikistán son economías más pobres, de niveles africanos o apenas por encima de Haití.

Kazajstán es una de las economías más fuertes de la región gracias a sus enormes reservas de petróleo, gas, minerales y metales. El algodón, el trigo y la carne son sus otros productos locales. Uzbekistán, además de recursos petroleros y gasíferos, desarrolla la industria pesada (maquinaria agrícola), así como también la producción de arroz, trigo y algodón, al beneficiarse de un avanzado sistema de riego artificial. La explotación de oro blanco es otro de los rubros que caracterizan al país.

Turkmenistán también posee avances en petróleo y gas, aunque no cuenta con la logística necesaria para poder exportar su producción. Las plantaciones de algodón son fundamentales para una economía que lucha contra su clima desértico. El maíz y el arroz complementan los productos característicos del país. Por último, Kirguistán y Tayikistán son naciones de bajo desarrollo, dedicados a la actividad agrícola, sin grandes avances a nivel urbano e industrial.

 El contacto con el exterior

En términos de comercio exterior, Kazajstán, país de 15 millones de habitantes, se enfoca actualmente en la diversificación, apuntando al transporte, las telecomunicaciones, la petroquímica y al área farmacéutica. Este objetivo se debe a que el 60% de las exportaciones actuales son de petróleo o derivados. Kazajstán fue el primer país de la ex Unión Soviética en recibir el grado inversor y actualmente es país observador de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En materia de exportación, China, con un 20% del mercado, es su principal comprador; Italia y Rusia le siguen en importancia. En materia de importación, Kazajstán se abastece de Rusia (43%), China (13%) y Alemania (6%), adquiriendo maquinaria y productos metálicos.

Uzbekistán exporta hidrocarburos, oro y algodón. Al igual que Kazajstán, China es su principal comprador con un 22% del mercado, mientras que Rusia y Turquía son sus otros dos grandes socios. Más de la mitad de las exportaciones de Uzbekistán van hacia esos tres países. En lo referente a las importaciones (maquinaria y productos alimenticios), las mismas provienen de Rusia, Corea del Sur y China. Turkmenistán, país que no integra la OMC ni es miembro observador de la misma, tiene un desarrollo menor, al tener las privatizaciones más limitadas. Las exportaciones también tienen como primer destino China, que casi alcanzan el 30%, mientras que otros destacados socios son Turquía y Emiratos Árabes. Los productos que más adquiere del exterior (maquinaria y químicos) provienen de Rusia, Turquía y China.

En lo que refiere a los principales rubros exportables, Kazajstán se ubica dentro de las 20 naciones con mayor venta de petróleo. Con respecto al gas natural, Turkmenistán se posiciona en el lugar 14, mientras que tanto Uzbekistán como Kazajstán entran entre los primeros treinta exportadores. El algodón, otro rubro importante en Asia Central, es exportado por los tres países (que se ubican dentro de los 20 mayores vendedores), destacándose Uzbekistán por ser el quinto mayor proveedor del mundo.

Zona estratégica y desarrollo en conjunto

Como lo muestran los números, China se posiciona de gran manera en este juego estratégico comercial. El oleoducto que desde 2009 conecta el noroeste de China con Kazajstán, así como los dos gasoductos desde Turkmenistán y Kazajstán, han sido fundamentales para el comercio entre Asia Central y China. En este escenario, Rusia pelea a dos frentes buscando por un lado frenar la influencia de China en estos países y por el otro evitando la competencia que significa Asia Central para sus exportaciones energéticas a Europa. 

Turquía es otro país que gana influencia en los últimos años por ser la nación que conecta Europa con esta zona del mundo. El comercio ha crecido a través de gasoductos u oleoductos que ligan sus ciudades con el Mar Caspio (vía Georgia y Azerbaiyán). Mientras tanto, la Unión Europea observa en Asia Central una región de donde puede acceder al gas natural (que mayoritariamente proviene de Rusia) para sustituir o diversificar sus proveedores.

Los esfuerzos en conjunto para lograr un desarrollo económico se pueden observar en la Cooperación Económica Regional de Asia Central (CAREC, por sus siglas en inglés), programa del Banco de Desarrollo Asiático de las cinco repúblicas de Asia Central, sumado a China, Azerbaiján, Afganistán, Mongolia y Pakistán. Los objetivos del mismo son promover la cooperación en la creación de corredores de transporte, optimizar las relaciones energéticas, incentivar la apertura del comercio y el ingreso de los países a la OMC.

Hoy no podemos afirmar que Asia Central sea una zona clave de la economía global. Las miradas se encuentran en China, India y el Sudeste Asiático, pero aquellos que ven más allá están descubriendo una región productora y exportadora de energía. Su ubicación, al ser un espacio de tránsito de mercancías entre Europa y Asia Oriental, le brinda un valor estratégico en el comercio mundial. Seguramente su potencial como región crezca a partir del momento en que la infraestructura permita una mejor y rápida circulación de los productos.  Es por ello que consideramos interesante comenzar a conocer un nuevo mundo, el de Asia Central.

jueves, 14 de junio de 2012

Tensión permanente: la frontera entre Corea del Sur y Corea del Norte


Luego de casi 70 años de división entre Corea del Sur y Corea del Norte, resulta difícil creer que el fin de la tensión depende de los nombres que gobiernen cada país. Este año habrá elecciones presidenciales en el Sur y el desarrollo económico será el principal tema a debatir antes de los comicios del 19 de diciembre. El Gran Partido Nacional del actual mandatario surcoreano Lee Myung Bak (quien no podrá presentarse para una segunda administración) enfrentará al Partido Democrático de Unificación y a ciertos sectores independientes. Si bien las tensiones con su vecino país también son parte de la discusión, los posibles cambios en la cúpula del gobierno surcoreano no significarán una alteración en la situación con Corea del Norte. Las señales deben venir desde el país comunista, donde la muerte de Kim Jong Il el 17 de diciembre del 2011 y la sucesión en la administración norcoreana, abrieron una puerta de esperanza que no se concreta.

Una frontera provisoriamente definitiva

Nadie imaginó que la partición temporal en el famoso Paralelo 38, que desde la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial en 1945 y hasta hoy divide ambas Coreas, se mantendría tantos años inmóvil. La separación fue la solución a las diferencias existentes entre los que buscaban un modelo más liberal y los grupos de tendencia comunista. Solamente dos años duró la resolución de la Conferencia de El Cairo de 1943, en la que los líderes aliados plantearon el futuro de Corea como una nueva nación libre e independiente de la ocupación japonesa. Cabe destacar que desde comienzos del siglo XX Japón había anexado ese territorio e imponía un régimen autoritario.
A partir de 1948, el tiempo sólo aumentó la rivalidad. En ese año, lo transitorio se volvió definitivo y se proclamó la República de Corea del Sur, con Seúl como capital, y la República Popular de Corea del Norte, con Pyongyang como su ciudad principal. Los apoyos de la Unión Soviética al régimen comandado por Kim Il Sung (Corea del Norte) y de Estados Unidos al de Syghman Rhee (Corea del Sur) no hicieron más que acelerar un conflicto armado que comenzó en 1950 y finalizó con la firma de la paz en julio de 1953. Desde ese momento, cada país comenzó su desarrollo: el norte lo hizo bajo una dictadura comunista, mientras que el sur llevó a cabo un proceso político que alternó dictaduras con transiciones que desembocaron en gobiernos democráticos desde la década de 1980.

El acercamiento y la cuestión nuclear

La desaparición de la Unión Soviética y la llegada de fuerzas democráticas a Seúl cambiaron el panorama. La política exterior denominada “Sunshine Policy” llevada adelante por Kim Dae Jung, presidente de Corea del Sur, provocó un acercamiento y alivió las tensiones. En julio de 2000 se produjo una histórica entrevista en Pyongyang, entre el presidente surcoreano y Kim Jong Il (líder de Corea del Norte que sustituyó a su padre Kim Il Sung tras su fallecimiento en 1994). Los desfiles bajo una sola bandera en los Juegos Olímpicos dieron señales al mundo de una recomposición en la relación de ambas Coreas y el nuevo siglo comenzó con perspectivas de apertura.

Sin embargo, años después la situación volvió a deteriorarse. A fines del 2002, Corea del Norte se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear y reanudó su programa atómico, lo que provocó una crisis diplomática. Las operaciones militares en 2006 y en 2009 acentuaron las tensiones entre los países. El bombardeo en 2010 de la isla de Yeonpyeong fue otro de los acontecimientos que marcaron el último tiempo, causando la muerte de soldados surcoreanos y una alerta máxima en la administración de Lee Myung Bak.

La sucesión en Corea del Norte y la incertidumbre

El fallecimiento de Kim Jong Il, a finales del año pasado, abrió un compás de incertidumbre sobre el futuro y la relación entre ambos países. Los pronósticos en el mundo mostraron variadas perspectivas. Un golpe de estado, un endurecimiento del régimen, el desmoronamiento del país y el alzamiento de la multitud para derrocar al gobierno fueron algunos de los presagios de los académicos.

Las conversaciones entre los vecinos se estancaron por una cuestión primordial: la transición de poder hacia Kim Jong Un. A fines de febrero, Corea del Norte anunció que suspendería las pruebas de misiles de largo alcance y las actividades de enriquecimiento de uranio, a cambio de ayuda humanitaria por parte de Estados Unidos. A pesar de ello, Pyongyang informó en marzo el futuro lanzamiento de un nuevo cohete, que puso nuevamente en alerta a la comunidad internacional. Con motivo de la celebración del centenario del nacimiento de Kim Il Sung, se lanzó un cohete de largo alcance que falló a los pocos minutos de haber despegado.

Las actividades en el recinto de Punggye-ri despertaron sospechas de una nueva prueba nuclear y provocaron reuniones de altos representantes de los países occidentales. En las últimas semanas los enviados especializados de Japón y Estados Unidos (aliado principal de Seúl desde la separación de la península) que llegaron a Corea del Sur, instaron a la comunidad internacional a enviar un mensaje hacia Corea del Norte, para que este país renuncie a su programa nuclear, respete los Derechos Humanos y mejore la vida de sus ciudadanos. La última novedad fue en los primeros días de junio, cuando el Ejército Popular de Corea del Norte amenazó a los medios de comunicación de Corea del Sur por la cobertura que realizaron sobre un festival infantil organizado por el gobierno de Pyongyang.

Cambios que no modifican la situación

Al igual que en 1994, tras la muerte de Kim Il Sung, la asunción de un nuevo líder en Corea del Norte no parece traer demasiadas transformaciones. El bloque militar burocrático parece establecido y la última sucesión no ha confirmado ninguno de los pronósticos de los académicos. El statu quo parece inamovible. El cambio de nombres al mando de los gobiernos, tanto en Corea del Sur (que tendrá elecciones en diciembre) como en Corea del Norte (que cambió su dictador a comienzos de año), no modifica el estado de tensión y crisis diplomática que viven ambos países. Mientras tanto el turismo crece, la frontera terrestre entre las Coreas es un vivo recuerdo de la Guerra Fría y aproximadamente seis millones de personas por año visitan la Zona Desmilitarizada en busca de una explicación al conflicto.

Corea del Sur: la política comercial y una oportunidad para América Latina


Asia sigue siendo en este 2012 una región del mundo a la que debemos prestar atención, tanto por su crecimiento económico como por las posibilidades que brinda para los países subdesarrollados. Hace diez años Corea del Sur planteó una hoja de ruta para promocionar el comercio y mejorar su economía. La entrada en vigor - a mediados de marzo - de un extenso Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, marca un momento clave en la política comercial de una economía que se ubica entre las primeras quince del planeta. Corea del Sur no sólo debe ser vista como ejemplo a seguir sino como una oportunidad que se presenta para América Latina.

El mayor de los famosos “Tigres Asiáticos” fue siempre objeto de estudio por el conflicto con su vecina Corea del Norte y por el desarrollo económico alcanzado en la década del setenta. “El milagro del Río Han” es como denominan los coreanos a un proceso que los catapultó hacia una economía desarrollada. Con 48 millones de habitantes - población muy similar a la de Colombia -  y una superficie relativamente pequeña - menor a Cuba -, Corea del Sur alcanza un Producto Bruto Interno (PBI) per cápita de 20.000 dólares. Su capital, Seúl, es uno de los centros financieros más grandes de Asia, siendo también una de las ciudades más poderosas según la revista Forbes. La importancia de este país a nivel mundial se ve reflejada en su participación en el G-20, organismo en el cual se deciden los principales lineamientos del sistema financiero internacional.

La combinación entre una estrategia de promoción de exportaciones y una política de sustitución de importaciones fue trascendental para el despegue de la economía. Altos niveles de protección a los productos “hechos en casa” (textiles, muebles y calzados) y bajas tarifas a las materias primas necesarias para fabricar. La creación de conglomerados de empresas, denominados “Chaebol”, fue una propuesta inteligente que permitió el desarrollo de ciertas áreas de la economía. Con el correr de las décadas, debido al crecimiento de China y de los países del sudeste asiático, Corea se vio obligada a dar mayor preponderancia a la electrónica. En cambio disminuyó la importancia del sector agrícola y ganadero, siendo efímero su porcentaje en el PBI.

El rumbo de la economía varió considerablemente en los años noventa. El gobierno redujo su participación y el sector automotriz se consolidó como clave en el desarrollo del país. La inversión en educación permitió el crecimiento de la industria electrónica que hoy representa alrededor del 25% de las exportaciones del país. Teléfonos móviles, chips de memoria y televisores digitales son algunos de los productos más vendidos. Asimismo, la industria química y la construcción naval, al tener en Ulsan los astilleros más grandes del mundo, son otras dos áreas fuertes de la economía. En lo que refiere a la importación, Corea del Sur adquiere materias primas, principalmente petróleo y combustibles. Además se nutre de componentes electrónicos para sus productos de exportación, así como de maquinaria mecánica y siderúrgica (sector primordial para la producción de automóviles y barcos).

Actualmente China, Estados Unidos y Japón son los principales socios de Corea del Sur. Históricamente los destinos de las exportaciones fueron países desarrollados pero los tratados firmados ampliaron el espectro y brindaron mayor importancia a mercados emergentes: el sudeste asiático y América Latina. En el año 2003 el gobierno de Roh Moo Hyun planteó una estrategia denominada “Promotion Roadmap”. Para ampliar los destinos de las exportaciones se calificaron objetivos de corto, mediano y largo plazo. Dicho plan permitió la firma del TLC con Chile en 2004, con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) y Singapur en 2006 y un año después con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). En 2008 el mandatario Lee Myung Bak aceleró la construcción de una red global de TLC,  promoviendo tratados no previstos en la hoja de ruta original. En este sentido ya funcionan los acuerdos con India, Perú y la Unión Europea. Además están avanzadas las negociaciones con Australia, Colombia y Turquía. El objetivo a mediano plazo es poder alcanzar TLC con México, Mercosur, China, Centroamérica y determinados países de Asia.

El 15 de marzo entró en vigor el TLC con Estados Unidos suscrito en 2007 y demorado en ambos parlamentos hasta el 2011. Son recordados los enfrentamientos (con gases lacrimógenos incluidos) entre parlamentarios surcoreanos, en noviembre del año pasado, cuando se aprobó el acuerdo. Este tratado es el primero de Estados Unidos con una potencia asiática y es considerado el más grande firmado por el gigante norteamericano desde el suscrito en 1994 con Canadá y México (NAFTA). El TLC generó preocupaciones en ambos países firmantes, principalmente en aquellos sectores que se pueden ver perjudicados: el agrícola en Corea del Sur y el automotriz en Estados Unidos. Sin embargo la eliminación de tarifas y barreras del 80% de los productos prevén un beneficio a nivel global. El acuerdo permitirá que en diez años el 98% del comercio ingrese libre de impuestos. Con este acceso al mercado norteamericano, Corea del Sur adquiere una ventaja frente a sus competidores China y Japón en diferentes áreas: electrónica, automotriz y manufacturera. A contraparte cede en el sector agrícola, el cual hace tiempo perdió peso en el “Tigre Asiático”.

Como decíamos anteriormente, Corea del Sur apuntó hacia América Latina en la búsqueda de ampliar mercados de exportación. Chile y Perú fueron los primeros en “recoger el guante” y acordar tratados que permitan un mayor flujo e intercambio comercial. Actualmente Colombia negocia su TLC que aún se encuentra trabado por los sectores más conflictivos: automotriz y cárnico. México intenta rever su estrategia luego que las conversaciones se suspendieran en 2008 y los países de Centroamérica crearon una ronda de análisis para una futura negociación.

Con respecto al MERCOSUR el estudio conjunto se lanzó hace nueve años. Los avances no han sido sustanciales aunque es parte de la agenda del organismo. Las trabas, más que nada de Brasil y Argentina por el sector automotriz, dificultan la confirmación de un tratado a corto plazo. En lo que refiere a Uruguay, Corea del Sur ha manifestado su intención de firmar aunque sea un acuerdo bilateral.

El gobierno de Corea del Sur tiene claro que no puede quedarse atrás con respecto a sus competidores: China, Japón y el sudeste asiático. Su vecindario ha crecido mucho en la última década y de querer mantenerse como una economía líder, el “Tigre Asiático” deberá seguir tejiendo relaciones económicas con distintas zonas del mundo. En este sentido es que la política comercial surcoreana ofrece una oportunidad de entrada y una invitación al mercado asiático, tanto para Uruguay como para el resto de los países latinoamericanos. Chile y Perú ya aceptaron el desafío, Colombia se encamina hacia ello ¿no es hora que el resto tome la misma postura?.