lunes, 25 de agosto de 2014

El vacío de poder en Irak

A casi ocho años de la muerte de Saddam Hussein y más de diez años de la invasión norteamericana, Irak continúa siendo noticia. El grupo ultra radical y violento Estado Islámico (ISIS) persigue minorías, instala el terror e intenta imponer un Califato sobre los territorios que controla, desde Siria a Irak. El exterminio de minorías religiosas es una de las primeras consecuencias del gran resurgimiento de los yihadistas en Irak.

El poderío del grupo armado Estado Islámico es uno de los resultados de la interminable guerra de Irak. Fundado en 2004 durante la ocupación norteamericana pero rebautizado en 2007, esta agrupación se fue radicalizando al punto de operar de forma independiente a Al Qaeda. Ubicada en los desiertos del sudoeste iraquí (provincias de Anbar y Niniv), el 10 de junio el Estado Islámico tomó la ciudad de Mosul, la segunda más importante de Irak.

Este movimiento yihadista sunnita es un grupo con ideas primitivas que busca establecer un régimen político perteneciente a otra era, utilizando el terror como un arma para acosar a los civiles. El Estado Islámico tiene presencia en Siria, diluyendo las fronteras con Irak y asumiendo el control de la ciudad de Raqqa. En estas zonas de Siria se ubican los grupos que están en guerra frente al gobierno de Bashar al Assad. Incluso los rebeldes “moderados” acusan a los integrantes del Estado Islámico de querer robarles la revolución. 

El Estado Islámico avanza hacia el Kurdistán iraquí y comienza a prender las alarmas en el mundo occidental. Es que allí habitan los kurdos, uno de los pueblos de Medio Oriente que nunca recibió una tierra propia en la participación post caída del Imperio Otomano. La mayoría de los kurdos son musulmanes sunnitas, representan casi el 20% de la población de Irak y poseen una fuerte voluntad de independencia. Situados en el noreste del territorio iraquí, los kurdos intentaron aislarse del conflicto político entre sunnitas y chiitas en la Irak post Saddam.

El avance del Estado Islámico hacia el Kurdistán concentra la atención por las atrocidades cometidas y debido a que la región, ubicada entre el mar Negro y Caspio, es una cuenca petrolífera importante. El control de la zona por parte de los kurdos, con su líder Masud Barzani y su ejército Peshmerga, constituye una tranquilidad para Estados Unidos y el mundo occidental. Es por ello que en estos días y con el objetivo de frenar el avance de los extremistas, el ejército norteamericano bombardeó algunas regiones y lanzó raciones básicas para las poblaciones atrapadas en las montañas.

Una de las minorías religiosas que están viendo sus derechos vulnerados son los Yazidíes. Considerados adoradores del diablo por parte de Estado Islámico, este pueblo intenta escapar a las montañas para no sufrir el terror de lo que el médico español Juan Sotomayor, en declaraciones al diario El Mundo de España, define como “genocidio medieval”. Se calcula que son casi medio millón de desplazados por el avance del Estado Islámico, una catástrofe humanitaria.

Una de las causas de la expansión del Estado Islámico es la falta de control de zonas aisladas en Medio Oriente. El gobierno de Irak, situado en Bagdad, controla solamente franjas de su territorio que es parte de un triángulo de poder (chiitas, sunnitas y kurdos) al que se han sumado los yihadistas. Los chiíes, que representan un 2/3 de la población, están en el poder desde 2006 con Nuri al Maliki como primer ministro. Los sunnies de la alianza Al Iraqya, políticamente en la oposición, reclaman desde hace años que son dejados de lado. La tercera punta del triangulo son los kurdos que dejaron el gobierno por no estar de acuerdo con las políticas de Al Maliki.  

Pero la cuarta pata, los yihadistas, apareció debido a que no todos los sunnies reaccionaron de la misma manera ante esta exclusión que sintieron por parte de Al Maliki. El vacío de poder hizo que el 2013 fuese el año más sangriento desde 2008, debido a los resentimientos religiosos. Es por ello que las presiones internacionales hacia Al Maliki, por la falta de apertura, llevaron a que el primer ministro dimitiera en las últimas semanas y abriese la cancha para que otro chií pueda llevar adelante políticas inclusivas y logre un gobierno de estabilidad nacional.

El nuevo mandatario Haidar al Abadi tendrá la difícil tarea de reconstruir un país afectado por las divisiones. Para ello deberá no solo negociar internamente sino internacionalmente. Irán, clave por el apoyo que brinda a la comunidad chií, y Estados Unidos, aliado de las fuerzas kurdas, serán claves. Es que estos países así como otros de la región, como Turquía, tendrán que asumir un rol preponderante para derrotar al Estado Islámico y ayudar a la construcción de un país estable.


Quizás por su hegemonía preponderante en los últimos 20 años, Estados Unidos debiera liderar las nuevas conversaciones. Washington con su invasión a Irak fue importante en el resquebrajamiento de esta nación. Ahora deberá tener un rol preponderante para allanar caminos, no solo combatiendo a los yihadistas y defendiendo sus intereses en la región, sino también para ayudar a Irak a llenar los vacíos de poder, que son una de las causas de la emergencia de estos grupos ultra radicales. Con vacíos de poder no solo me refiero a que el Estado esté presente sino a generar mejores condiciones de vida  para una población que en el contexto actual es muy vulnerable y fácil de atraer por parte de grupos como Estado Islámico. 

lunes, 18 de agosto de 2014

Números que encandilan en Colombia

El gran crecimiento de la economía colombiana en los últimos años comienza a llamar la atención en la academia. Antes que nos invadan los artículos sobre lo bien que está haciendo las cosas Colombia, vale destacar algunos puntos de esta transformación de un país que no solo es la hermosa Bogotá ni la ordenada Medellín, también es la abrumadora pobreza de la región costera.

Colombia es hoy una especie de combo perfecto para los neoliberales. En primer lugar porque tuvo un crecimiento de 6.4% en el primer trimestre de 2014, que lo posiciona al tope en el mundo. Luego porque tiene un desempleo de 9.2%, lo que refiere un gran avance con respecto al 15% de los últimos años pero que aún es alto con respecto a la región. Por último, porque posee una inflación controlada por debajo del 3% anual. Estos números, sumado a la tasa de inversión que se sitúa en niveles récord, merecen un destaque en una región que crecerá menos del 2%, su peor cifra desde 2009.

En este contexto la revista The Economist, muy seguida en tiendas conservadoras para explicar lo que se debe hacer, dedicó un capítulo a Colombia, país que estaría superando a Perú como nueva estrella de la región. El presidente Juan Manuel Santos, beneficiado en su momento por el incremento de los precios del carbón y petróleo, aseguró que Colombia está pasando por el mejor momento económico de su historia. Esto posibilitó la negociación para formar parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), conocido como “club de los países ricos”.  

Pero la pregunta que se genera es si estos números llegan al conjunto de la sociedad y si la ciudadanía puede sacar provecho de este crecimiento económico. Para ello se debe observar los indicadores sociales de Colombia, país de 47 millones de habitantes. Actualmente se estima que un 30% de los colombianos viven bajo la línea de pobreza, número que ha venido decayendo con los años. Sin embargo cabe destacar las diferencias entre las regiones, por ejemplo entre Bogotá (13%) y el Departamento de Chocó (64%), ubicado al noroeste de Colombia.

Además, a ese 30% se le suma un gran porcentaje de personas en vulnerabilidad, fruto de los bajos ingresos y la elevada informalidad. En lo que refiere al Índice de Desarrollo Humano, Colombia tiene un puntaje de 0.710, número por debajo del promedio de Latinoamérica. Incluso es uno de los países más desiguales de la región, aunque mejoró en el Índice Gini. Esto quiere decir que si bien los avances han sido importantes, el camino por recorrer es bastante más largo de lo que aparenta.

La exclusión y los acuerdos de paz son los dos grandes desafíos de este nuevo mandato de Santos, que comenzó hace pocas semanas. Tal como el propio presidente lo expresó, “la paz total no es posible si no hay equidad”. Según el informe de la OCDE, un mejor desempeño en el mercado laboral ayudaría a reducir la desigualdad en un país con un sistema fiscal que recauda poco, que permite una redistribución muy reducida y que no es suficiente para financiar los programas sociales.

En la elección presidencial de este año, el ex presidente Álvaro Uribe terminó empujando a Santos hacia el centro. Su confrontación por las negociaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) determinó un clivaje claro entre Uribe-Santos, lo cual marcó un apoyo de fuerzas de izquierda al actual presidente, a pesar de que existen amplias diferencias en materia económica. En este contexto y luego de ser reelecto, Santos volvió a posicionar su gobierno en el marco de la “Tercera Vía”. Esta corriente, apoyada por Tony Blair y Bill Clinton, busca un camino del medio entre la socialdemocracia y el neoliberalismo, tal como lo definía Anthony Giddens.  

Sin embargo es interesante remarcar la opinión del académico norteamericano, James Robinson (autor del libro ¿Por qué fracasan los países?), quien destaca que la Tercera Vía es una serie de opciones para Estados modernos que controlen el monopolio de la violencia y con una democracia participativa, entre otras exigencias. No sería el caso de Colombia, que lejos está de ser un Estado que provea a todos los ciudadanos de servicios básicos y derechos. Incluso uno de los puntos clave del libro de Giddens es la lucha contra la exclusión, aspecto que la élite política colombiana, desligada de la sociedad, nunca llevó a cabo.

Con la asunción de Santos se reiniciaron las negociaciones en La Habana. En las próximas semanas, tal vez meses, discutirán sobre cómo resarcir a las más de seis millones de víctimas que lleva este conflicto. Es el cuarto punto de una agenda que ya logró ciertos acuerdos en el tema agrario, la participación política y el narcotráfico. La paz, en esta sociedad partida en dos mitades, significará el fin de los desplazamientos, una mejora del desarrollo rural y un crecimiento en infraestructura, clave para este país agroindustrial.

Pero también las negociaciones de paz podrían posibilitar un crecimiento de las fuerzas de izquierda en un país históricamente de derecha. La legitimización de la izquierda, hasta hace poco asociada con la FARC, permitiría incluir en la agenda temas importantes para que Colombia continúe superando los problemas de una nación subdesarrollada. Una fuerza política que presione hacia cambios profundos que permitan incorporar a este hermoso país en la lista de naciones con un desarrollo humano alto. Quizás una convivencia y alternancia de partidos de centro derecha y centro izquierda.


Por eso es que antes que las luces nos encandilen por el gran crecimiento económico colombiano, sería bueno entender que si es considerado por Santos como un comienzo, es algo valorable. Pero si el crecimiento sin inclusión es un fin en sí mismo, deberíamos recordar que en el Departamento de Chocó los números de pobreza son de nivel africano.  

jueves, 7 de agosto de 2014

¿Cuándo atacaremos las causas de este caos internacional?

Niños intentando cruzar la frontera que divide la violencia con la esperanza, mujeres llorando la muerte de sus hijos tras una explosión cercana y familias desconsoladas ante la caída de un avión que trasladaba casi trescientas personas. Centroamérica, Gaza y Ucrania, ejemplos e imágenes de un mes lleno de horror, impotencia y tristeza. 

Seguramente estas tres regiones del mundo sean las que hoy llaman más la atención pero tendemos a olvidarnos que en Siria, Libia, Irak, Afganistán y Nigeria siguen muriendo cientos de civiles. La falta de un liderazgo mundial puede ser una de las causas de este caos internacional o tal vez lo que el analista venezolano Moises Naim definió como “el fin del poder”, la lucha constante entre los grandes actores dominantes y los nuevos micropoderes que le desafían.

La carencia de instituciones que asuman responsabilidades nos lleva a un terreno peligroso. El debate sobre la reforma en las Naciones Unidas, tan olvidado en el último tiempo, deberá resurgir de forma urgente.  
El terrorismo y la exclusión social en África

El 11 de mayo de este año El País de Madrid publicó un artículo sobre la composición del grupo yihadista nigeriano que siembra terror en el África Occidental. El análisis titulado “La miseria nutre las filas de Boko Haram” remarca que los jóvenes del estado nigeriano de Borno, golpeados por el desempleo y la miseria, queman escuelas y vigilan soldados a cambio de dinero.

El gobernador de la región, con razón, relaciona la exclusión social con este tipo de actitudes violentas. La precaria educación y la pobreza hacen caldo de cultivo para grupos extremistas religiosos que no solo ofrecen dinero, sino que los convencen sobre un modo de vivir y pensar. Esta es la realidad del norte de Nigeria, un país de 160 millones de habitantes, la mayor economía de África. La falta  de oportunidades laborales, la corrupción y la no existencia de una razón por la cual vivir, convierten a la juventud en vulnerable.
El escape a la violencia en Centroamérica

Si a vulnerabilidad nos referimos, que mejor ejemplo que los niños centroamericanos que intentan cruzar solos la frontera con Estados Unidos. Intentando escapar a la intimidación de las maras, ciudadanos de Honduras, Guatemala y El Salvador se tardan semanas en cruzar a México para luego pasar la migra y reunirse con sus familias o luchar por el sueño americano. Este no es un conflicto geopolítico, tampoco se trata de grupos extremistas religiosos ni de enfrentamientos entre potencias regionales por temas comerciales. Es la economía más grande del mundo con una de las zonas más violentas en el patio trasero.  

La avalancha proveniente de Centroamérica desborda los centros de acogida norteamericanos y prende todas las alarmas. Las historias traumáticas así como la violencia de las maras son las novedades de último momento. Los gastos en reforzar la seguridad en la frontera son cada vez mayores así como el desembolso anual de los países centroamericanos para luchar contra estas organizaciones criminales. Se sigue gastando dinero para atacar las consecuencias en vez de ahondar esfuerzos por combatir las causas de esa violencia o esos movimientos migratorios desesperados.  
El nacionalismo en Eurasia

Distinto es el conflicto en Ucrania que a pesar de tener las mismas consecuencias, violencia y muerte de civiles, tiene un perfil geopolítico. La puja creciente entre Rusia y Europa por el territorio ucraniano terminó derivando en un peligro constante, tal es así que fue derribado un avión comercial de Malaysian Airlines, con un saldo de 300 civiles muertos. Es la impotencia ante una Rusia que no sabe de frenos y que deja expuesto los titubeos de la Unión Europea en materia de política exterior.

Putin marcó posición en el tema nuclear iraní, se fortaleció en la crisis de Siria y avanzó en el conflicto ucraniano. Rusia se muestra firme ante la falta de un liderazgo global, arma a los separatistas prorrusos e intenta lidiar con las sanciones económicas impuestas por Washington y la Unión Europea. Ante dicha situación, Moscú sale a pasear por el mundo buscando socios que miren más las balanzas comerciales que los Derechos Humanos. Es que el comercio lo es todo en el siglo XXI, la dependencia de Europa en el gas ruso imposibilita a Bruselas una posición dura ante Putin.
El histórico conflicto entre palestinos e israelíes

Conflictos geopolíticos y humanitarios se reproducen en Medio Oriente. La tensión entre Israel y Palestina, con este nuevo capítulo en Gaza, fue el foco de atención en el último mes. El extremismo de Hamas y la reciente incursión israelí dejó un saldo importante de civiles muertos. Uno de los tantos conflictos abiertos en la región: sectarismo en Irak, la guerra civil sin tregua en Siria y el caos total en Libia, luego de tres años de la caída de Khadafi.

Las soluciones escasean y la muerte de civiles aumenta. Una ecuación negativa de un mundo que no sabe de líderes ni de organizaciones con poder real. Un sistema en el que nadie quiere asumir el liderazgo y marcar la agenda, lo que Ian Bremmer, politólogo norteamericano, denominó el “mundo G-0”. Un Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, polarizado entre Estados Unidos y Rusia, que pide a gritos una reforma debido a que el otro gigante, China, aprovechándose de su creciente influencia en América Latina, África y los países árabes, se mantiene con la bandera de la “no intervención”.

Los espirales de violencia se reproducen en distintas regiones y no siempre por culpa de un grupo extremista religioso. Deberíamos preguntarnos ¿Por qué Hamas gobierna en Gaza? ¿Por qué los niños de Centroamérica cruzan solos hacia Estados Unidos? ¿Por qué Boko Haram es tan fuerte en el norte de Nigeria? ¿Por qué Honduras, El Salvador y Guatemala tienen índices de homicidios tan altos? ¿Por qué? Algún día nos tendremos que preocupar más por las causas que por las consecuencias.

En definitiva debemos entender que este caos internacional no solamente proviene del fanatismo religioso o la ambición nacionalista de determinados líderes. Existen también conflictos humanos, solucionables, relacionados más con la pobreza, la exclusión y la desigualdad que con lo peor de nuestra civilización. 

miércoles, 6 de agosto de 2014

Cambio de gobierno en la India

La democracia más grande del mundo, que agrupa 800 millones de electores, eligió nuevos representantes meses atrás. Los resultados fueron sorprendentes porque marcaron una transformación importante con respecto a la tendencia histórica en la India, representada por la dinastía Ghandi. Los cambios generacionales derivaron en la victoria del nuevo primer ministro, Narendra Modi. El barco de esta potencia regional cambia de capitán.
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Las elecciones parlamentarias en India comenzaron el 7 de abril de este año y tras nueve fases finalizó el 12 de mayo. Cuatro días después se dio a conocer que Narendra Modi, el jefe de Bharatiya Janata Party (Partido Nacionalista Hindú), sería el nuevo líder del segundo país más poblado del mundo. La potente campaña mediática de Modi fue una de las causas por las cuales el porcentaje de participación (66%) fue ocho puntos porcentuales superior a los últimos comicios realizados en 2009

El líder de esta formación derechista se mostró como una figura carismática, un comunicador de masas que aprovechó en todo momento las tecnologías para llevar sus discursos a todos los rincones de la India. Con un programa ambicioso y llevando como bandera la gran gestión económica desarrollada en el estado noroccidental de Gujarat, logró la victoria. Obtuvo 283 de los 543 escaños del Lok Sabha (cámara baja del Parlamento) y junto a sus aliados alcanzaría el  apoyo de 336 representantes.

Su pasado como jefe de gobierno en Gujarat también está cargado de polémica. Allí fue donde se produjo la matanza de musulmanes en 2002 por parte de fanáticos hindúes. En ese contexto, Modi evitó avanzar en la agenda hinduista durante la campaña debido a que su partido derechista fue acusado de no ser muy tolerante en materia religiosa. Por ello es que uno de los temas a seguir en esta administración será el trato a las minorías, principalmente por la posición radical del grupo Rastriya Swayamsevak Sangh (RSS), del cual Modi formó parte en los años setenta.

La caída de la dinastía y los desafíos del futuro

El gran triunfo de Modi trajo aparejado también la gran derrota del partido Congreso Nacional Indio (CNI), agrupación que tuvo un dominio histórico desde la independencia, con intervalos, con la figura de Nehru como ícono. Su candidato Rahul Ghandi de 43 años es hijo de Sonia Ghandi (la presidenta del partido) y nieto de Indhira. En la última década, Manmohan Singh del CNI fue el primer ministro y tras un buen primer mandato (2004-2009) se lo acusó de falta de carisma. Además la población echo culpas al gobierno por no presentar soluciones para las nuevas aspiraciones de la ciudadanía. El estancamiento económico, la falta de empleo y la corrupción fueron algunos de los reclamos.

Esta nueva generación creció con la liberalización de la economía, una clase media de consumo que se benefició de los cambios estructurales de la última década. Esa población desideologizada se posiciona por encima de las lealtades de casta y región, que dividieron al Parlamento a lo largo de la historia. Luego de 30 años (1984), un partido logra la mayoría absoluta. Esta clase media observó en Modi una posibilidad de cambio y un líder fuerte para afrontar los desafíos. Es que Modi llega con la promesa de mejorar el suministro de electricidad, la infraestructura y continuar abriendo el país a las inversiones extranjeras.

La sombra de China está siempre presente para esta potencia regional, por la relación peculiar que tienen. El llamado precio de la democracia es la explicación que utiliza India a la hora de analizar el crecimiento económico por debajo de los vecinos. La desconfianza sobre el expansionismo chino es constante pero Modi en sus primeras semanas apuntó al deshielo en la relación, a través de una mayor cooperación e intercambio comercial. El otro punto clave en política exterior es Pakistán con quien se comenzó de buena manera. El primer ministro pakistaní Nawaz Sharif estuvo presente en la asunción de Modi, algo que nunca había ocurrido en la historia entre ambos países.


En definitiva en este mundo marcado por la ausencia de un liderazgo reconocible, India cambia de comandante. Tildado de autoritario, por la firmeza, pero no de corrupto, este hombre de 63 años con un perfil austero liderará un jugador clave en el contexto mundial. Un cambio radical en dos sentidos: la alternancia en el gobierno luego de dos administraciones del histórico partido del Congreso y el liderazgo que podrá ejercer esta agrupación nacionalista al poseer gran apoyo en el Parlamento, aspecto que siempre ha sido difícil por las divisiones existentes en la India.