El presidente saliente Martín Torrijos del
Partido Revolucionario Democrático se encargó, durante los cinco años de su
mandato, de llevar adelante un típico gobierno de centro izquierda o
socialdemócrata. Los planes sociales, la ayuda a los sectores más necesitados,
la lucha contra la indigencia y el desempleo, fueron aspectos que
caracterizaron su administración. Además, se combinaron estas políticas con un
ordenamiento económico destacado por diversos organismos internacionales, que
resaltaron la buena posición de la economía panameña para enfrentar la crisis
global. Por otro lado, aspectos relacionados con la seguridad interna, la lucha
contra el narcotráfico y el fracaso de las reformas en sectores como la salud y
la educación le ponen un signo de interrogación al mandato; las denuncias de
corrupción también juegan un rol preponderante a la hora del análisis de los
últimos años de gobierno.
En este contexto llega al poder, con el 60% de
los votos, el candidato del partido Cambio Democrático, principal figura de la
oposición que logró conformar la coalición “Alianza por el Cambio” junto a
otros partidos importantes del escenario político panameño, como lo es el
Partido Panameñista. Martinelli es un gran empresario, dueño de una de las
cadenas más importantes de supermercados del país y accionista de varias de las
principales empresas que operan en Panamá. A comienzos de esta década formó
parte del gobierno de Mireya Moscoso, encargándose principalmente de los
aspectos relacionados al Canal de Panamá. Caracterizado como un personaje de
derecha y conservador, Martinelli centró sus principales esfuerzos de campaña
en prometer cambios en la educación, la salud y el tan conflictivo problema del
transporte público urbano.
La ola de inseguridad es otro de los problemas
que hereda el gobierno y que deberá combatir junto a los efectos negativos que
puedan llegar fruto de la crisis financiera. Este hombre, que aprovechó la
falta de una alternativa convincente de la izquierda oficialista, deberá lidiar
con números de pobreza del entorno del treinta por ciento a través de las
reformas sustanciales anunciadas (fiscal y del sistema de pensiones). Según
dicen los analistas, su gobierno está conformado por muchos empresarios con
poca experiencia política, lo que podría dificultar el desempeño de los mismos
en un contexto de lucha permanente en el parlamento. Por otro lado, las
reuniones con Felipe Calderón y Álvaro Uribe, previas a su asunción, pueden ser
una señal del modelo de gobierno que lleve a cabo el nuevo presidente panameño.
En definitiva, Martinelli asume un desafío de cinco años y mantiene funcionando
la democracia de este pequeño país centroamericano. Las elecciones limpias y
competitivas que se realizaron en mayo le brindan al gobierno una legitimidad
importante para comenzar a cambiar el país. Seguramente el presidente electo no
tenga en su contra grupos militares que lo quiten de un día para el otro del
poder, ni tendrá actitudes populistas como sus colegas de la región.
Lo que no queda dudas y es un fenómeno para
ser analizado en profundidad es la victoria que se empieza a producir por parte
de gobiernos caracterizados como de derecha, por su énfasis en la mano
dura contra la delincuencia. ¿Será este pequeño país centroamericano el primero
en dar vuelta el mapa político latinoamericano, sustituyendo a los gobiernos
socialdemócratas? En países donde la democracia funciona, como Uruguay y Chile,
habrá elecciones a final del año. Sus resultados podrán confirmar o no nuestro
pensamiento, por lo que ahora sólo nos queda esperar.