viernes, 26 de septiembre de 2014

China en una disyuntiva democrática

En las últimas semanas se produjeron en Hong Kong protestas por reformas democráticas. ¿Será el inicio de algo mayor o simplemente quedará como un movimiento aislado? En 2017 se realizarán elecciones con voto directo en la Región Administrativa Especial pero ¿en qué circunstancias? ¿Hasta dónde se animará China a avanzar hacia la democracia? Y en ese caso ¿qué pasará después?  

Las calles céntricas de Hong Kong se vieron distintas en los últimos meses. La usual marcha anual del 1° de julio, día que se conmemora la devolución de la región a China por parte de los británicos, fue el comienzo de una serie de movilizaciones que reclaman mayor democracia. El movimiento Occupy Central lanzó una campaña de desobediencia civil en contra de la reforma electoral planteada por China.

La consecuencia directa de una manifestación sin autorización policial fue la detención de 500 personas, lo cual provocó concentraciones frente a la sede del gobierno local. Los manifestantes se mostraron reforzados por la realización de un referéndum no oficial (considerado como ilegal por China) que reunió a 700.000 personas a favor del sufragio universal. Una expresión contraria al pensamiento de Beijing de que el modelo de democracia occidental no es el adecuado para China.

Con el gobierno de Xi Jinping la vigilancia pública en China continental aumentó y las condenas contra los críticos al régimen han sido más fuertes. A ello se les suman los controles a las redes sociales y las presiones o encarcelamientos a los activistas que reclaman mayor transparencia. En este contexto y debido a la promesa china de implantar un sufragio universal en los comicios de Hong Kong de 2017 es que se plantea esta situación de reclamo.

En junio el gobierno del Partido Comunista publicó un libro blanco sobre Hong Kong, recordándole a su población que el territorio tiene autonomía sobre los asuntos locales en la medida que el poder central lo permita. Beijing estaría de acuerdo con el voto directo pero limitado a candidatos que “amen a la patria y a Hong Kong”, es decir que cuenten con el beneplácito de China y simpaticen con el Partido Comunista.

Actualmente Hong Kong tiene un gobernador que es electo por una comisión de 1200 miembros (empresarios y notables) cercanos a Beijing y una cámara legislativa compuesta un 50% por candidatos electos por voto popular y 50% por representación funcional (personas adeptas a mantener el statuo quo). Esto es lo que establece la Ley Básica, una especie de Constitución de Hong Kong, pero a su vez estipula el sufragio universal como meta, compromiso que asumió China en 2007 para un plazo de diez años.

En 1997 Thatcher y Zhao firmaron la devolución de Hong Kong a China y esto como resultado la implantación de una zona especial autónoma con su propio sistema político, jurídico y de libertades económicas y de expresión (no del todo abierto). Implicó el slogan utilizado por China de “un país, dos sistemas”, que hoy parece verse amenazado tanto por los sectores conservadores como por los estudiantes universitarios que ven sus libertades amenazadas.

El gobierno local de Hong Kong se pliega a Beijing al recomendar la reforma electoral propuesta por China (que sea un comité y no el público el que designe los candidatos). En este sentido el actual jefe del gobierno autónomo CY Leung expresó que esa es la opinión extendida de los ciudadanos. Sin embargo el movimiento Occupy Central está decidido a eliminar ese filtro y que los ciudadanos tengan derecho de elegir y ser electos. Inspirados en los indignados occidentales reclaman por sus libertades.

En Macao, la antigua colonia portuguesa, también surgieron reclamos e iniciativas similares en los últimos años. Es un tema complejo para Beijing debido a que el margen de acción no es tan grande como parece. Los atropellos que comete China en otras regiones aisladas (como por ejemplo con los uigures en Xinjiang) no los puede realizar en Hong Kong a la vista de todo occidente. La masacre de Tiananmen en 1989 no se puede reproducir en la isla de Hong Kong en 2014 frente a la prensa internacional sin embargo también es difícil que algún país alce la voz contra la dictadura china.

Ante estas movilizaciones ¿la alternativa de China es abrir un poco el grifo de la democracia? Sería una decisión costosa para el Partido Comunista. ¿Cuánto podría demorar una ciudad occidentalizada como Shanghái en empezar a reclamar por apertura democrática? Y qué ocurre si realmente los chinos están preparados para la democracia, como lo niega Beijing. El efecto dominó podría ser letal.

En definitiva, hasta el momento la consigna “un país, dos sistemas” se mantiene pero surgen otros escenarios en un mediano plazo. “Dos países, dos sistemas” si China larga la cuerda, “un país con un sistema quebrado” si se reproducen estas movilizaciones o incluso “un país, un sistema” ya sea por el mantenimiento de un control férreo de China en Hong Kong o una mayor apertura democrática del gigante de oriente.

jueves, 11 de septiembre de 2014

¿Hacia dónde va Turquía?

La potencia regional tiene desde hace pocos días un nuevo presidente: Recep Tayyip Erdogan. El ex primer ministro, cargo que ocupó durante 11 años, intenta cambiar el sistema parlamentario a uno semi presidencialista para de esa forma llegar al centenario de la nación (2023) como máxima figura política. Sus desbordes autoritarios y la búsqueda de permanecer en el poder opacan la primera etapa de Erdogan, elogiada por propios y extraños.

El 10 de agosto, en una especie de plebiscito hacia su persona, Erdogan ganó con el 51.8% las primeras elecciones presidenciales por voto directo. Los principales partidos de oposición (CHP y MHP) acudieron a los comicios liderados por Ekmeleddin Ihsanoglu, un académico de 70 años que logró atraer el voto de los islamistas más moderados, alcanzando un 38.4%. El tercer contendiente fue Selahattin Demirtas del Partido Democrático de los Pueblos y representante de los kurdos, que obtuvo el 9.7%.

La primera etapa de Erdogan fue alabada debido a que sometió al Ejército (clave en la historia política turca), triplicó el PBI del país, amplió las oportunidades de consumo, desarrolló infraestructura y mejoró las condiciones para la ciudadanía de ingresos bajos y medios. El ex alcalde de Estambul y líder del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) fue apoyado por sectores liberales debido a que dejó de lado el nacionalismo e inició las conversaciones de adhesión con la Unión Europea. Surgía un modelo de Turquía modernizadora y occidental.

Pese a ello la figura de Erdogan comenzó a dividir las aguas luego de las victorias de 2007 y 2011. Acusado de autoritario y de poseer una visión conservadora, el mandatario tuvo que soportar manifestaciones masivas en junio de 2013 y críticas internacionales por la violenta respuesta. El bloqueo de redes sociales y las presiones a la prensa fueron claves para un cambio en la concepción de su figura. El amplio espacio que le dio en el último tiempo al Islam también es objeto de crítica por parte de los sectores laicos.

Sin embargo en marzo el partido de Erdogan fue el vencedor de los comicios locales, a pesar del escándalo de corrupción que derivó en la dimisión de cuatro ministros. El mandatario acusó al movimiento de Fetula Gulen, autoexiliado en Estados Unidos, de hacer una campaña en su contra, desatando una purga contra policías, jueces y fiscales. En este sentido el politólogo español Eduard Soler identifica ciertas características de esta segunda etapa de Erdogan en el poder: un lenguaje insultante, la apelación a las conspiraciones, un enfriamiento de la política exterior y un freno al acercamiento con Europa.

En este contexto Erdogan volvió a ganar una nueva elección y asume una jefatura de estado que hasta el momento tuvo carácter simbólico. El mandatario aspira a cambiar la Constitución tras las elecciones generales de 2015 (que renovará el Parlamento) con el objetivo de transformar el régimen parlamentario, adjudicándole al presidente funciones como la de disolver el Parlamento o nombrar ministros. Para realizar las reformas, el AKP deberá contar con una mayoría parlamentaria. Por ello son claves los diputados kurdos y también el proceso de paz iniciado en este último tiempo. Los reclamos de derechos sociales y políticos de los kurdos seguramente entren en una cadena de dar y recibir con respecto a las aspiraciones de Erdogan.

Al asumir como presidente, el cargo de primer ministro de Turquía fue ocupado por Ahmet Davutoglu, hasta hace pocos días ministro de Exteriores. Erdogan necesita un jefe de gobierno que responda a él, al menos hasta que no reforme la Constitución. Aunque Erdogan en su último discurso prometió fortalecer la democracia es difícil pensar que el mandatario se alejará del curso que tuvo su gobierno en los últimos años. Si bien marcó como prioridades la integración con la Unión Europea, la aplicación de reformas democráticas y la consolidación del proceso de paz con los kurdos, cuando se emprende un camino hacia el autoritarismo, difícilmente se vuelva atrás. Los cambios de reglas constantes para beneficio propio no condicen con las principales teorías democráticas.

El panorama político turco es complejo. El enfrentamiento con los opositores, acusándolos de traidores e imponiendo el concepto de la lucha entre el pueblo (que él representa) y el enemigo, denotan una deriva populista. Erdogan representa una mezcla de convervadurismo, neoliberalismo en lo económico y antiliberalismo en lo político o quizás un populismo con un componente religioso. En este sentido cabe destacar algunos conceptos con respecto al populismo. Según el analista e investigador Anthony Painter, el ascenso del populismo de derecha es uno de los hechos más significantes del último tiempo en Europa. Un populismo que no busca remplazar la democracia sino cambiarla, oponiéndose a los pesos y contrapesos de la democracia liberal. 

En lo que refiere a Europa, el politólogo Germán Clulow citando a Matzoleni marca ciertas características centrales del neopopulismo europeo: la valorización excesiva del pueblo y el hombre de la calle como pieza central, demanda de participación política directa, desconfianza a las elites, la exaltación del líder como eje aglutinador y por último, un equilibrio precario entre la crítica y aceptación al sistema. En los últimos años se pueden observar algunas de estas características mencionadas en Erdogan. Principalmente esa apelación a la “nueva Turquía”, contrastándola con el pasado al que él no pertenece.


Populista o no, Erdogan se está alejando de aquel modelo de democracia musulmana que el mundo observó en una primera instancia. Resta esperar si los cambios realizados son simplemente para mantenerse en el poder o para avanzar fuertemente hacia un autoritarismo, aunque la primera sea ineludiblemente parte de la segunda. Debemos estar atentos al futuro de Turquía, clave por su rol estratégico en una zona conflictiva que incluye asuntos como Gaza, Siria, Irak y el Estado Islámico.

lunes, 25 de agosto de 2014

El vacío de poder en Irak

A casi ocho años de la muerte de Saddam Hussein y más de diez años de la invasión norteamericana, Irak continúa siendo noticia. El grupo ultra radical y violento Estado Islámico (ISIS) persigue minorías, instala el terror e intenta imponer un Califato sobre los territorios que controla, desde Siria a Irak. El exterminio de minorías religiosas es una de las primeras consecuencias del gran resurgimiento de los yihadistas en Irak.

El poderío del grupo armado Estado Islámico es uno de los resultados de la interminable guerra de Irak. Fundado en 2004 durante la ocupación norteamericana pero rebautizado en 2007, esta agrupación se fue radicalizando al punto de operar de forma independiente a Al Qaeda. Ubicada en los desiertos del sudoeste iraquí (provincias de Anbar y Niniv), el 10 de junio el Estado Islámico tomó la ciudad de Mosul, la segunda más importante de Irak.

Este movimiento yihadista sunnita es un grupo con ideas primitivas que busca establecer un régimen político perteneciente a otra era, utilizando el terror como un arma para acosar a los civiles. El Estado Islámico tiene presencia en Siria, diluyendo las fronteras con Irak y asumiendo el control de la ciudad de Raqqa. En estas zonas de Siria se ubican los grupos que están en guerra frente al gobierno de Bashar al Assad. Incluso los rebeldes “moderados” acusan a los integrantes del Estado Islámico de querer robarles la revolución. 

El Estado Islámico avanza hacia el Kurdistán iraquí y comienza a prender las alarmas en el mundo occidental. Es que allí habitan los kurdos, uno de los pueblos de Medio Oriente que nunca recibió una tierra propia en la participación post caída del Imperio Otomano. La mayoría de los kurdos son musulmanes sunnitas, representan casi el 20% de la población de Irak y poseen una fuerte voluntad de independencia. Situados en el noreste del territorio iraquí, los kurdos intentaron aislarse del conflicto político entre sunnitas y chiitas en la Irak post Saddam.

El avance del Estado Islámico hacia el Kurdistán concentra la atención por las atrocidades cometidas y debido a que la región, ubicada entre el mar Negro y Caspio, es una cuenca petrolífera importante. El control de la zona por parte de los kurdos, con su líder Masud Barzani y su ejército Peshmerga, constituye una tranquilidad para Estados Unidos y el mundo occidental. Es por ello que en estos días y con el objetivo de frenar el avance de los extremistas, el ejército norteamericano bombardeó algunas regiones y lanzó raciones básicas para las poblaciones atrapadas en las montañas.

Una de las minorías religiosas que están viendo sus derechos vulnerados son los Yazidíes. Considerados adoradores del diablo por parte de Estado Islámico, este pueblo intenta escapar a las montañas para no sufrir el terror de lo que el médico español Juan Sotomayor, en declaraciones al diario El Mundo de España, define como “genocidio medieval”. Se calcula que son casi medio millón de desplazados por el avance del Estado Islámico, una catástrofe humanitaria.

Una de las causas de la expansión del Estado Islámico es la falta de control de zonas aisladas en Medio Oriente. El gobierno de Irak, situado en Bagdad, controla solamente franjas de su territorio que es parte de un triángulo de poder (chiitas, sunnitas y kurdos) al que se han sumado los yihadistas. Los chiíes, que representan un 2/3 de la población, están en el poder desde 2006 con Nuri al Maliki como primer ministro. Los sunnies de la alianza Al Iraqya, políticamente en la oposición, reclaman desde hace años que son dejados de lado. La tercera punta del triangulo son los kurdos que dejaron el gobierno por no estar de acuerdo con las políticas de Al Maliki.  

Pero la cuarta pata, los yihadistas, apareció debido a que no todos los sunnies reaccionaron de la misma manera ante esta exclusión que sintieron por parte de Al Maliki. El vacío de poder hizo que el 2013 fuese el año más sangriento desde 2008, debido a los resentimientos religiosos. Es por ello que las presiones internacionales hacia Al Maliki, por la falta de apertura, llevaron a que el primer ministro dimitiera en las últimas semanas y abriese la cancha para que otro chií pueda llevar adelante políticas inclusivas y logre un gobierno de estabilidad nacional.

El nuevo mandatario Haidar al Abadi tendrá la difícil tarea de reconstruir un país afectado por las divisiones. Para ello deberá no solo negociar internamente sino internacionalmente. Irán, clave por el apoyo que brinda a la comunidad chií, y Estados Unidos, aliado de las fuerzas kurdas, serán claves. Es que estos países así como otros de la región, como Turquía, tendrán que asumir un rol preponderante para derrotar al Estado Islámico y ayudar a la construcción de un país estable.


Quizás por su hegemonía preponderante en los últimos 20 años, Estados Unidos debiera liderar las nuevas conversaciones. Washington con su invasión a Irak fue importante en el resquebrajamiento de esta nación. Ahora deberá tener un rol preponderante para allanar caminos, no solo combatiendo a los yihadistas y defendiendo sus intereses en la región, sino también para ayudar a Irak a llenar los vacíos de poder, que son una de las causas de la emergencia de estos grupos ultra radicales. Con vacíos de poder no solo me refiero a que el Estado esté presente sino a generar mejores condiciones de vida  para una población que en el contexto actual es muy vulnerable y fácil de atraer por parte de grupos como Estado Islámico. 

lunes, 18 de agosto de 2014

Números que encandilan en Colombia

El gran crecimiento de la economía colombiana en los últimos años comienza a llamar la atención en la academia. Antes que nos invadan los artículos sobre lo bien que está haciendo las cosas Colombia, vale destacar algunos puntos de esta transformación de un país que no solo es la hermosa Bogotá ni la ordenada Medellín, también es la abrumadora pobreza de la región costera.

Colombia es hoy una especie de combo perfecto para los neoliberales. En primer lugar porque tuvo un crecimiento de 6.4% en el primer trimestre de 2014, que lo posiciona al tope en el mundo. Luego porque tiene un desempleo de 9.2%, lo que refiere un gran avance con respecto al 15% de los últimos años pero que aún es alto con respecto a la región. Por último, porque posee una inflación controlada por debajo del 3% anual. Estos números, sumado a la tasa de inversión que se sitúa en niveles récord, merecen un destaque en una región que crecerá menos del 2%, su peor cifra desde 2009.

En este contexto la revista The Economist, muy seguida en tiendas conservadoras para explicar lo que se debe hacer, dedicó un capítulo a Colombia, país que estaría superando a Perú como nueva estrella de la región. El presidente Juan Manuel Santos, beneficiado en su momento por el incremento de los precios del carbón y petróleo, aseguró que Colombia está pasando por el mejor momento económico de su historia. Esto posibilitó la negociación para formar parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), conocido como “club de los países ricos”.  

Pero la pregunta que se genera es si estos números llegan al conjunto de la sociedad y si la ciudadanía puede sacar provecho de este crecimiento económico. Para ello se debe observar los indicadores sociales de Colombia, país de 47 millones de habitantes. Actualmente se estima que un 30% de los colombianos viven bajo la línea de pobreza, número que ha venido decayendo con los años. Sin embargo cabe destacar las diferencias entre las regiones, por ejemplo entre Bogotá (13%) y el Departamento de Chocó (64%), ubicado al noroeste de Colombia.

Además, a ese 30% se le suma un gran porcentaje de personas en vulnerabilidad, fruto de los bajos ingresos y la elevada informalidad. En lo que refiere al Índice de Desarrollo Humano, Colombia tiene un puntaje de 0.710, número por debajo del promedio de Latinoamérica. Incluso es uno de los países más desiguales de la región, aunque mejoró en el Índice Gini. Esto quiere decir que si bien los avances han sido importantes, el camino por recorrer es bastante más largo de lo que aparenta.

La exclusión y los acuerdos de paz son los dos grandes desafíos de este nuevo mandato de Santos, que comenzó hace pocas semanas. Tal como el propio presidente lo expresó, “la paz total no es posible si no hay equidad”. Según el informe de la OCDE, un mejor desempeño en el mercado laboral ayudaría a reducir la desigualdad en un país con un sistema fiscal que recauda poco, que permite una redistribución muy reducida y que no es suficiente para financiar los programas sociales.

En la elección presidencial de este año, el ex presidente Álvaro Uribe terminó empujando a Santos hacia el centro. Su confrontación por las negociaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) determinó un clivaje claro entre Uribe-Santos, lo cual marcó un apoyo de fuerzas de izquierda al actual presidente, a pesar de que existen amplias diferencias en materia económica. En este contexto y luego de ser reelecto, Santos volvió a posicionar su gobierno en el marco de la “Tercera Vía”. Esta corriente, apoyada por Tony Blair y Bill Clinton, busca un camino del medio entre la socialdemocracia y el neoliberalismo, tal como lo definía Anthony Giddens.  

Sin embargo es interesante remarcar la opinión del académico norteamericano, James Robinson (autor del libro ¿Por qué fracasan los países?), quien destaca que la Tercera Vía es una serie de opciones para Estados modernos que controlen el monopolio de la violencia y con una democracia participativa, entre otras exigencias. No sería el caso de Colombia, que lejos está de ser un Estado que provea a todos los ciudadanos de servicios básicos y derechos. Incluso uno de los puntos clave del libro de Giddens es la lucha contra la exclusión, aspecto que la élite política colombiana, desligada de la sociedad, nunca llevó a cabo.

Con la asunción de Santos se reiniciaron las negociaciones en La Habana. En las próximas semanas, tal vez meses, discutirán sobre cómo resarcir a las más de seis millones de víctimas que lleva este conflicto. Es el cuarto punto de una agenda que ya logró ciertos acuerdos en el tema agrario, la participación política y el narcotráfico. La paz, en esta sociedad partida en dos mitades, significará el fin de los desplazamientos, una mejora del desarrollo rural y un crecimiento en infraestructura, clave para este país agroindustrial.

Pero también las negociaciones de paz podrían posibilitar un crecimiento de las fuerzas de izquierda en un país históricamente de derecha. La legitimización de la izquierda, hasta hace poco asociada con la FARC, permitiría incluir en la agenda temas importantes para que Colombia continúe superando los problemas de una nación subdesarrollada. Una fuerza política que presione hacia cambios profundos que permitan incorporar a este hermoso país en la lista de naciones con un desarrollo humano alto. Quizás una convivencia y alternancia de partidos de centro derecha y centro izquierda.


Por eso es que antes que las luces nos encandilen por el gran crecimiento económico colombiano, sería bueno entender que si es considerado por Santos como un comienzo, es algo valorable. Pero si el crecimiento sin inclusión es un fin en sí mismo, deberíamos recordar que en el Departamento de Chocó los números de pobreza son de nivel africano.  

jueves, 7 de agosto de 2014

¿Cuándo atacaremos las causas de este caos internacional?

Niños intentando cruzar la frontera que divide la violencia con la esperanza, mujeres llorando la muerte de sus hijos tras una explosión cercana y familias desconsoladas ante la caída de un avión que trasladaba casi trescientas personas. Centroamérica, Gaza y Ucrania, ejemplos e imágenes de un mes lleno de horror, impotencia y tristeza. 

Seguramente estas tres regiones del mundo sean las que hoy llaman más la atención pero tendemos a olvidarnos que en Siria, Libia, Irak, Afganistán y Nigeria siguen muriendo cientos de civiles. La falta de un liderazgo mundial puede ser una de las causas de este caos internacional o tal vez lo que el analista venezolano Moises Naim definió como “el fin del poder”, la lucha constante entre los grandes actores dominantes y los nuevos micropoderes que le desafían.

La carencia de instituciones que asuman responsabilidades nos lleva a un terreno peligroso. El debate sobre la reforma en las Naciones Unidas, tan olvidado en el último tiempo, deberá resurgir de forma urgente.  
El terrorismo y la exclusión social en África

El 11 de mayo de este año El País de Madrid publicó un artículo sobre la composición del grupo yihadista nigeriano que siembra terror en el África Occidental. El análisis titulado “La miseria nutre las filas de Boko Haram” remarca que los jóvenes del estado nigeriano de Borno, golpeados por el desempleo y la miseria, queman escuelas y vigilan soldados a cambio de dinero.

El gobernador de la región, con razón, relaciona la exclusión social con este tipo de actitudes violentas. La precaria educación y la pobreza hacen caldo de cultivo para grupos extremistas religiosos que no solo ofrecen dinero, sino que los convencen sobre un modo de vivir y pensar. Esta es la realidad del norte de Nigeria, un país de 160 millones de habitantes, la mayor economía de África. La falta  de oportunidades laborales, la corrupción y la no existencia de una razón por la cual vivir, convierten a la juventud en vulnerable.
El escape a la violencia en Centroamérica

Si a vulnerabilidad nos referimos, que mejor ejemplo que los niños centroamericanos que intentan cruzar solos la frontera con Estados Unidos. Intentando escapar a la intimidación de las maras, ciudadanos de Honduras, Guatemala y El Salvador se tardan semanas en cruzar a México para luego pasar la migra y reunirse con sus familias o luchar por el sueño americano. Este no es un conflicto geopolítico, tampoco se trata de grupos extremistas religiosos ni de enfrentamientos entre potencias regionales por temas comerciales. Es la economía más grande del mundo con una de las zonas más violentas en el patio trasero.  

La avalancha proveniente de Centroamérica desborda los centros de acogida norteamericanos y prende todas las alarmas. Las historias traumáticas así como la violencia de las maras son las novedades de último momento. Los gastos en reforzar la seguridad en la frontera son cada vez mayores así como el desembolso anual de los países centroamericanos para luchar contra estas organizaciones criminales. Se sigue gastando dinero para atacar las consecuencias en vez de ahondar esfuerzos por combatir las causas de esa violencia o esos movimientos migratorios desesperados.  
El nacionalismo en Eurasia

Distinto es el conflicto en Ucrania que a pesar de tener las mismas consecuencias, violencia y muerte de civiles, tiene un perfil geopolítico. La puja creciente entre Rusia y Europa por el territorio ucraniano terminó derivando en un peligro constante, tal es así que fue derribado un avión comercial de Malaysian Airlines, con un saldo de 300 civiles muertos. Es la impotencia ante una Rusia que no sabe de frenos y que deja expuesto los titubeos de la Unión Europea en materia de política exterior.

Putin marcó posición en el tema nuclear iraní, se fortaleció en la crisis de Siria y avanzó en el conflicto ucraniano. Rusia se muestra firme ante la falta de un liderazgo global, arma a los separatistas prorrusos e intenta lidiar con las sanciones económicas impuestas por Washington y la Unión Europea. Ante dicha situación, Moscú sale a pasear por el mundo buscando socios que miren más las balanzas comerciales que los Derechos Humanos. Es que el comercio lo es todo en el siglo XXI, la dependencia de Europa en el gas ruso imposibilita a Bruselas una posición dura ante Putin.
El histórico conflicto entre palestinos e israelíes

Conflictos geopolíticos y humanitarios se reproducen en Medio Oriente. La tensión entre Israel y Palestina, con este nuevo capítulo en Gaza, fue el foco de atención en el último mes. El extremismo de Hamas y la reciente incursión israelí dejó un saldo importante de civiles muertos. Uno de los tantos conflictos abiertos en la región: sectarismo en Irak, la guerra civil sin tregua en Siria y el caos total en Libia, luego de tres años de la caída de Khadafi.

Las soluciones escasean y la muerte de civiles aumenta. Una ecuación negativa de un mundo que no sabe de líderes ni de organizaciones con poder real. Un sistema en el que nadie quiere asumir el liderazgo y marcar la agenda, lo que Ian Bremmer, politólogo norteamericano, denominó el “mundo G-0”. Un Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, polarizado entre Estados Unidos y Rusia, que pide a gritos una reforma debido a que el otro gigante, China, aprovechándose de su creciente influencia en América Latina, África y los países árabes, se mantiene con la bandera de la “no intervención”.

Los espirales de violencia se reproducen en distintas regiones y no siempre por culpa de un grupo extremista religioso. Deberíamos preguntarnos ¿Por qué Hamas gobierna en Gaza? ¿Por qué los niños de Centroamérica cruzan solos hacia Estados Unidos? ¿Por qué Boko Haram es tan fuerte en el norte de Nigeria? ¿Por qué Honduras, El Salvador y Guatemala tienen índices de homicidios tan altos? ¿Por qué? Algún día nos tendremos que preocupar más por las causas que por las consecuencias.

En definitiva debemos entender que este caos internacional no solamente proviene del fanatismo religioso o la ambición nacionalista de determinados líderes. Existen también conflictos humanos, solucionables, relacionados más con la pobreza, la exclusión y la desigualdad que con lo peor de nuestra civilización. 

miércoles, 6 de agosto de 2014

Cambio de gobierno en la India

La democracia más grande del mundo, que agrupa 800 millones de electores, eligió nuevos representantes meses atrás. Los resultados fueron sorprendentes porque marcaron una transformación importante con respecto a la tendencia histórica en la India, representada por la dinastía Ghandi. Los cambios generacionales derivaron en la victoria del nuevo primer ministro, Narendra Modi. El barco de esta potencia regional cambia de capitán.
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Las elecciones parlamentarias en India comenzaron el 7 de abril de este año y tras nueve fases finalizó el 12 de mayo. Cuatro días después se dio a conocer que Narendra Modi, el jefe de Bharatiya Janata Party (Partido Nacionalista Hindú), sería el nuevo líder del segundo país más poblado del mundo. La potente campaña mediática de Modi fue una de las causas por las cuales el porcentaje de participación (66%) fue ocho puntos porcentuales superior a los últimos comicios realizados en 2009

El líder de esta formación derechista se mostró como una figura carismática, un comunicador de masas que aprovechó en todo momento las tecnologías para llevar sus discursos a todos los rincones de la India. Con un programa ambicioso y llevando como bandera la gran gestión económica desarrollada en el estado noroccidental de Gujarat, logró la victoria. Obtuvo 283 de los 543 escaños del Lok Sabha (cámara baja del Parlamento) y junto a sus aliados alcanzaría el  apoyo de 336 representantes.

Su pasado como jefe de gobierno en Gujarat también está cargado de polémica. Allí fue donde se produjo la matanza de musulmanes en 2002 por parte de fanáticos hindúes. En ese contexto, Modi evitó avanzar en la agenda hinduista durante la campaña debido a que su partido derechista fue acusado de no ser muy tolerante en materia religiosa. Por ello es que uno de los temas a seguir en esta administración será el trato a las minorías, principalmente por la posición radical del grupo Rastriya Swayamsevak Sangh (RSS), del cual Modi formó parte en los años setenta.

La caída de la dinastía y los desafíos del futuro

El gran triunfo de Modi trajo aparejado también la gran derrota del partido Congreso Nacional Indio (CNI), agrupación que tuvo un dominio histórico desde la independencia, con intervalos, con la figura de Nehru como ícono. Su candidato Rahul Ghandi de 43 años es hijo de Sonia Ghandi (la presidenta del partido) y nieto de Indhira. En la última década, Manmohan Singh del CNI fue el primer ministro y tras un buen primer mandato (2004-2009) se lo acusó de falta de carisma. Además la población echo culpas al gobierno por no presentar soluciones para las nuevas aspiraciones de la ciudadanía. El estancamiento económico, la falta de empleo y la corrupción fueron algunos de los reclamos.

Esta nueva generación creció con la liberalización de la economía, una clase media de consumo que se benefició de los cambios estructurales de la última década. Esa población desideologizada se posiciona por encima de las lealtades de casta y región, que dividieron al Parlamento a lo largo de la historia. Luego de 30 años (1984), un partido logra la mayoría absoluta. Esta clase media observó en Modi una posibilidad de cambio y un líder fuerte para afrontar los desafíos. Es que Modi llega con la promesa de mejorar el suministro de electricidad, la infraestructura y continuar abriendo el país a las inversiones extranjeras.

La sombra de China está siempre presente para esta potencia regional, por la relación peculiar que tienen. El llamado precio de la democracia es la explicación que utiliza India a la hora de analizar el crecimiento económico por debajo de los vecinos. La desconfianza sobre el expansionismo chino es constante pero Modi en sus primeras semanas apuntó al deshielo en la relación, a través de una mayor cooperación e intercambio comercial. El otro punto clave en política exterior es Pakistán con quien se comenzó de buena manera. El primer ministro pakistaní Nawaz Sharif estuvo presente en la asunción de Modi, algo que nunca había ocurrido en la historia entre ambos países.


En definitiva en este mundo marcado por la ausencia de un liderazgo reconocible, India cambia de comandante. Tildado de autoritario, por la firmeza, pero no de corrupto, este hombre de 63 años con un perfil austero liderará un jugador clave en el contexto mundial. Un cambio radical en dos sentidos: la alternancia en el gobierno luego de dos administraciones del histórico partido del Congreso y el liderazgo que podrá ejercer esta agrupación nacionalista al poseer gran apoyo en el Parlamento, aspecto que siempre ha sido difícil por las divisiones existentes en la India. 

lunes, 14 de julio de 2014

El peor final para Brasil

El árbitro mexicano pitó el final del partido en Belo Horizonte y terminó con el sueño de millones de brasileros. La selección alemana humilló a Brasil venciéndolo 7 a 1 en las semifinales de la Copa del Mundo. Los europeos golpearon bien fuerte a un pueblo que no estaba convencido de ser anfitrión pero que se había ilusionado con conquistar el trofeo. Un golpe demasiado duro para una población que recibió el Mundial con hospitalidad y alegría.   

“Quizás es mejor que perdamos la Copa, porque si ganamos va a continuar todo igual y el país necesita cambios profundos”, dijo un ciudadano no muy preocupado por el Mundial. El domingo pasado terminó un mes de circo donde el centro de atención fue el fútbol, un deporte que Sudamérica vive como ninguna otra región. Ahora vuelven los problemas del día a día y los enojos con los gastos que acarreó la organización del Mundial. El foco vuelve a ser la desigualdad y la pobreza existente en Brasil.

En ello deberán centrarse los políticos, ya que el brasilero de hoy es más exigente que el de ayer. La población reclama algo más que fútbol, samba y carnaval. El desafío que tendrán por delante, ciudadanos y gobernantes, es crear una sociedad más justa sin perder la identidad de un país proclive a la felicidad. Como dijo Neymar, la estrella de esta selección brasilera, se necesita “un Brasil más justo, seguro y honesto”.

Pocas protestas durante la Copa

El jueves 12 de junio no solo comenzó el Mundial sino un gran desafío para todo el Brasil. Aquel día en San Pablo no solo fue la inauguración del mayor evento futbolístico, también fue el momento en que los brasileros debían demostrar al mundo los avances de una potencia regional que aún debe superar problemas endémicos (pobreza y desigualdad) para pegar el salto al desarrollo.

Aquel 12 de junio además de jugar Brasil-Croacia en el Arena Corinthians frenaron las protestas que pretendían entorpecer el evento deportivo. Cuando el balón comenzó a rodar los bares se llenaron y los comerciantes pararon para ver a sus ídolos en la televisión. Los manifestantes prefirieron quedarse en casa para ver a la canarinha antes que salir a protestar con una minoría radical, que impuso una violencia no deseada por la clase media.

De hecho las protestas disminuyeron un 39% durante los primeros 12 días del Mundial, en relación a la misma cantidad de días previo al evento, según Folha. Aunque los grafitis en las ciudades invitaban a la FIFA a marcharse a casa, las manifestaciones frenaron. Sociólogos y politólogos locales afirmaron que en Brasil el fútbol golea a cualquier protesta social.

Sin embargo la cara negativa del Mundial fue muy visible y no me refiero al catastrófico final deportivo. La sensación de que se gastó demasiado invadió a la población. Las exigencias por parte de la FIFA fueron enormes. “Los helicópteros y la guardia policial que ves ahora es solo por el Mundial, luego desaparecen”, comentó un taxista. Es que el ambiente primermundista (organización y seguridad) que se vivió en territorio brasilero tenía una fecha de vencimiento: el último partido de la Copa en Maracaná.

Las elecciones y el futuro de Brasil

Aunque en los bares la pelota era el centro de discusión ningún brasilero olvida que en los próximos meses tienen otra cita importante. El 5 de octubre se realizarán las elecciones nacionales y la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, irá por la reelección. Fue durante la Copa que la mandataria confirmó su postulación, defendió los programas sociales del gobierno y prometió cambios en salud y educación.

Aprovechando la euforia de los primeros días de la Copa, Dilma afirmó que se estaba dando “una paliza monumental a los pesimistas”. No mintió pero el final no fue el soñado. No porque Brasil no haya ganado el certamen, ya que era una posibilidad, sino por la inesperada despedida que tuvo el seleccionado de Felipao. Las conversaciones en las esquinas ya no son sobre la mordida de Suárez sino de la desilusión propia. El orgullo y el nacionalismo brasilero perdieron por goleada.

Sin dudas los comicios de octubre serán los más difíciles del PT, fruto del desgaste y del final de una luna de miel que duró más de lo esperado, seguramente por los logros económicos alcanzados en la presidencia de Lula. Ahora el ciudadano no se conforma con lo que ya se obtuvo y aspira a cambios profundos que incluyan mejoras notorias en los servicios públicos.

La ciudadanía brasilera quiere seguir adelante con la transformación del país que se inició durante el gobierno de Lula pero exige el fin de la corrupción. Por ello es fundamental la generación de un ambiente político democrático, armónico y de transparencia. La crítica al PT y las protestas sociales son válidas y entendibles pero creer que los debes actuales de Brasil son consecuencia de Lula y Rousseff es exagerado.

La carrera electoral estará centrada en la desaceleración económica, el aumento en el costo de vida y la seguridad ciudadana. Rousseff es la principal candidata, aunque será difícil que gane en primera vuelta. La intención de voto de la presidenta creció durante la Copa, llegando al 38%. Pero también crecieron sus contendientes, el senador Aecio Neves del Partido de la Social Democracia Brasileña (20%) y Eduardo Campos, del Partido Socialista Brasileño (9%). 

Trazar una conexión entre el resultado deportivo y las futuras elecciones es apresurado y erróneo. Obviamente que el humor de los brasileros no será el mejor en las próximas semanas y eso se puede trasladar a otros ámbitos, como por ejemplo la vuelta de las protestas sociales. Sin embargo las elecciones van por otro carril y si bien el PT esperaba el trofeo para insistir con que las cosas van bien, el fracaso deportivo no será clave en el futuro de Brasil.   

viernes, 6 de junio de 2014

Colombia define en segunda vuelta

El domingo 25 de mayo se realizaron las elecciones presidenciales en Colombia. Ninguno de los cinco candidatos logró la mayoría requerida, por lo que se disputará una segunda vuelta el 15 de junio entre los dos más votados: Oscar Zuluaga y el actual presidente, Juan Manuel Santos. Sin dudas la gran ganadora de los comicios fue la abstención, que llegó al 60% de los habilitados. El descreimiento y el cansancio hacia la clase política no ayudan a la democracia colombiana ni al progreso de un país que, si bien se encuentra inmerso en un crecimiento económico, no logra dejar atrás décadas de conflicto y desigualdad. 

La abstención como ganadora 

Oscar Zuluaga, candidato del Centro Democrático, fue el más votado con un 29.25% de las preferencias. Desconocido hasta hace pocos meses, el ex ministro de Hacienda de Álvaro Uribe logró un gran repunte teniendo en cuenta las encuestas de comienzos de campaña. Zuluaga, de 55 años y educación cristiana, se presentó como un hombre de familia y fue acusado de falta de carisma. Sin embargo, el candidato uribista demostró que el ex mandatario Uribe posee el apoyo incondicional de muchos colombianos. 

El actual presidente y candidato, Juan Manuel Santos, captó el 25,69%, posicionándose en segundo lugar. Los politólogos colombianos coinciden que Santos ha sido un buen presidente pero un mal candidato. Especialmente, porque, en la campaña, el bogotano se centró principalmente en el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), descuidando otros aspectos que figuran como prioridad para los colombianos: seguridad ciudadana, empleo, salud y educación. También se mostró dubitativo por no saber a quién apuntar, ya que en un principio no estaba tan claro a quién enfrentaría en segunda vuelta.

Dos mujeres, una conservadora y otra izquierdista, obtuvieron 15% de las preferencias cada una. Marta Lucía Ramírez del Partido Conservador fue quien finalizó tercera en la contienda. Los conservadores, si bien tienen mayor afinidad con el uribismo, también formaron parte del gobierno de unidad nacional de Santos. Pocos votos por detrás de Ramírez se ubicó Clara López, del Polo Democrático Alternativo en coalición con la Unión Patriótica. La candidata, que tuvo una alta votación en Bogotá, posiciona nuevamente a la izquierda democrática. En el quinto lugar, logrando un 8%, se ubicó Enrique Peñalosa de Alianza Verde.

La abstención fue sin dudas la gran ganadora en los comicios. Solo fue a votar un 40% de los habilitados, siendo el porcentaje más bajo de los últimos 20 años, concurriendo a las urnas 13 de 32 millones de personas. Incluso la abstención fue aún mayor en la costa atlántica (70%), fortaleza del presidente Santos. La segunda ronda será en pleno mundial de fútbol, un día después que juegue la selección de Colombia. En este contexto habrá que ver si en el balotaje los ciudadanos concurren a elegir el futuro de su país. 

La contienda entre Uribe y  Santos 

Las elecciones demostraron que la población está cansada de la férrea disputa personal entre el ex presidente Uribe y el actual mandatario Santos. Sin embargo, la segunda vuelta será una contienda de popularidad entre ambos. Claramente sus diferencias son con respecto al proceso de paz con las FARC, ya que sostienen el mismo modelo económico (con matices). Es por ello que la campaña de cara al 15 de junio se centrará en las negociaciones de La Habana. Serán solo tres semanas para captar votos sobre un tema determinante.

Oscar Zuluaga había anunciado que apenas asumiera el gobierno suspendería provisionalmente las conversaciones en Cuba hasta que la guerrilla no declarara el cese permanente de fuego. Es claramente la idea del uribisimo, sin embargo ya pensando en el balotaje Zuluaga comienza a hablar de paz negociada, con planteos de reducción de penas para los jefes guerrilleros. Su postura firme de no concesiones captó muchos ciudadanos que no están de acuerdo con que los guerrilleros salgan impunes. Pero para el balotaje Zuluaga intenta moverse al centro, denominándose en los últimos días como un “amigo de la paz”. 

Juan Manuel Santos propone legitimar una paz duradera, aunque sabe que los resultados de la elección son un llamado de atención a las negociaciones en La Habana. El presidente candidato habla de “la guerra sin fin o el fin de la guerra” para diferenciarse de su contendiente. El gran debe de Santos fue la mala comunicación de los acuerdos con la FARC. Ahora deberá convencer a los votantes de que no existirá tal impunidad y que se han logrado fuertes avances para obtener la paz y frenar la violencia. Cabe destacar que si bien se incluyeron temas importantes en las negociaciones, los puntos restantes (víctimas y terminación del conflicto) son muy polémicos.  

La idea de que los miembros de las FARC sean parte del Congreso y no vayan a prisión conlleva rechazo en gran parte de la ciudadanía. En las ciudades, la imagen de aquella guerrilla fundada hace 50 años y de origen marxista campesino está destrozada fruto de los constantes ataques a civiles y también por la pérdida de compromiso ideológico, por su vinculación con el narcotráfico. El uribismo explotó fácilmente esta situación durante la campaña, intentando vincular a Santos con la izquierda chavista y cubana. 

Álvaro Uribe siempre sostuvo que la fuerza y la violencia eran el único recurso para acabar con los guerrilleros. De 2002 a 2010 fue un líder duro que arrinconó a las FARC pero que también sufrió acusaciones de violación de los Derechos Humanos por parte de los militares y grupos paramilitares. El ex presidente, que durante su administración concentró el poder, intentó mantenerse en el Palacio de Nariño un tercer mandato, solicitud que fue rechazada por el Tribunal Constitucional.

Cabe recordar que Santos y Uribe tienen una raíz común. Hasta 2010 el santismo cabía dentro del uribismo. El actual presidente fue ministro de Defensa de 2006 a 2009 bajo las órdenes de Uribe. Sin embargo, luego de asumir el gobierno Santos se alejó y se mantuvo nucleado en su partido de la U, el Partido Liberal y Cambio Radical. Uribe, acusándolo de traidor, se colocó en la oposición y ha sido, durante los últimos años, el político que más se opuso a las conversaciones con las FARC. 

Alianzas de cara a la segunda vuelta

La reelección de Santos parecía asegurada meses atrás, sin embargo los dos contendientes deberán buscar coaliciones de cara al balotaje. Dadas las características del electorado quizás las alianzas no sean tan importantes, ya que la fuerza de las maquinarias partidarias decayeron. Hacia dónde pueden crecer los candidatos es una buena forma de analizar qué ocurrirá en el futuro. Sin embargo, la clave para ellos será captar el 60% del electorado que no fue a votar en la primera vuelta. Los mayores rivales del presidente, que arranca por debajo, son los votos en blanco y la abstención. Aún así, Santos tiene mayor margen para crecer que Zuluaga. 

La mayoría de los votantes de la izquierda y verdes ubican a Uribe en la extrema derecha y como un saboteador permanente de la paz, proceso que los progresistas han respaldado. Santos, que derivó en su jefe de debate César Gaviria los contactos con el resto de los partidos, puede apuntar hacia acuerdos en otros temas, incluyendo en su propuesta el combate a la pobreza, el medio ambiente y la lucha contra la corrupción. Éstos son temas en los que Santos puede captar adeptos ya que tiene mayor margen de maniobra que un dogmático Zuluaga. 

Zuluaga se adelantó con los conservadores, a quienes invitó a votarlo en el balotaje. Claramente hay coincidencias ideológicas e incluso muchos seguidores del Partido Conservador ya votaron por Uribe. La candidata conservadora Ramírez oficializó en los últimos días su respaldo a Zuluaga, acordando darle continuidad al proceso de paz pero “sin impunidad”. Sin embargo un grupo de congresistas del partido se unieron a la campaña reeleccionista de Santos.

Clara López, del izquierdista Polo Democrático, se opone al modelo económico de ambos candidatos por considerarlo injusto. Pero en lo que refiere al proceso de paz siempre mostró su apoyo a la propuesta de Santos. López descartó cualquier apoyo a Zuluaga y destacó que un posible respaldo a Santos se centraría en el proceso de paz más que en el proyecto político de país. 

Enrique Peñalosa de la Alianza Verde inmediatamente confirmó que se mantendrá al margen. El ex candidato, que respaldó las conversaciones de paz pero que tuvo el apoyo de Uribe en las pasadas municipales de Bogotá, remarcó que no comparte ninguna de las propuestas y no expresará apoyo público a ninguno. Sin embargo destacó que no continuar con las conversaciones en La Habana sería un error histórico. 

Final reñido

Colombia tuvo un sólido crecimiento económico en los últimos tiempos. Durante el gobierno de Santos se adhirió, además, una cierta inclusión social y un progreso en la reducción de la pobreza. Se diversificaron las relaciones internacionales y el país se consolida gracias a una potente inversión extranjera y el aumento de las exportaciones. El contexto actual es una excelente oportunidad para seguir avanzando y dejar atrás el conflicto eterno con las FARC. Una oportunidad única, difícil de desaprovechar. Lamentablemente las conversaciones de paz han sido más un tema de campaña que una necesaria política de Estado.

Los duros ataques entre los candidatos continuarán hasta el 15 de junio. Santos acusado de recibir dinero del narcotráfico para su campaña y Zuluaga inmerso en un escándalo de espionaje, han sido los últimos coletazos de una campaña sucia y dura, una campaña de miedos, una campaña por la negativa. En el balotaje colombiano se enfrentará el miedo a la impunidad con el miedo a los uribistas. La frustración, el desencanto y el rechazo de la población a una campaña de este estilo seguramente motivaron a los votantes a no concurrir a las urnas. ¿Seguirá siendo así?

Es clave para la democracia colombiana que los ciudadanos acudan a las urnas para elegir el país que quieren. Tanto Zuluaga como Santos obtuvieron porcentajes reales extremadamente bajos. Del 100% del electorado, un 11% votó a Zuluaga y un 10% a Santos. Son números despreciables, que si no cambian en segunda vuelta darían un duro golpe a la democracia de este país de 47 millones de personas. Para marcar diferencias, Santos en la primera vuelta de las presidenciales de 2010 recogió el apoyo del 22% del electorado total.

Zuluaga, junto a Uribe, han llevado a Santos a su arena preferida, el de la confrontación centrada en el proceso de paz. El presidente, que se embarcó en un proceso histórico, deberá comunicar mejor las negociaciones con la guerrilla e intentar convencer a la ciudadanía los avances consumados. Además, cuenta con la ventaja de una mayor cintura para abordar otros temas que preocupan a la población. Es por ello que si bien los uribistas van con ventaja al balotaje y será un final reñido, de acrecentarse el número de votantes el actual presidente  tiene todas las oportunidades para ser reelecto.

domingo, 25 de mayo de 2014

El Ejército intervencionista

La crisis política que se vive en Tailandia desde 2006 ingresó esta semana en un nuevo capítulo tras el golpe de Estado perpetuado por el Ejército, dos días después de declarar la ley marcial. Las Fuerzas Armadas intentan restablecer el orden tras seis meses continuos de protestas y atentados que se cobraron al menos 30 muertos. La división entre una burocracia histórica y las nuevas elites políticas se ensancha en este país surasiático de 67 millones de habitantes.
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El Jefe de las Fuerzas Armadas, Prayuth Chan-Ocha, anunció este jueves la necesidad que el Ejército asuma los poderes para normalizar el país debido a que, según los militares, las conversaciones entre los representantes del actual gobierno, los partidos políticos y el líder de las manifestaciones antigubernamentales, Suthep Thaugsuban, no lograron un acuerdo. Las grandes diferencias entre los conservadores y los seguidores del ex mandatario Thaskin Sinawatra son las causas profundas de este nuevo golpe de Estado.  

Esta crisis política tiene su inicio en 2006 cuando los militares depusieron al mandatario Thaskin Sinawatra, un millonario de las telecomunicaciones convertido en político. El primer ministro de aquel entonces fue acusado de corrupción, abuso de poder y de faltarle el respeto al rey. Thaskin, acusado también de un creciente autoritarismo, gobernaba desde 2001 capitalizando el voto de los pobres. Sus medidas sociales y la implantación de un nuevo sistema sanitario amenazaron el poderío de las clases dominantes.

En 2007 el Tribunal Constitucional disolvió el partido de Thaskin pero sus aliados ganaron nuevamente en las urnas. El poder judicial intentó expulsar a los seguidores de Thaskin e incluso en 2010 los opositores políticos recurrieron al Ejército para frenar a los camisas rojas, un potente movimiento social que tiene un apoyo mayoritario en las zonas rurales. En las elecciones de 2011 la vencedora fue Yingluck Sinawatra, hermana de Thaskin, siendo la primera mujer en ocupar la jefatura de gobierno.

Cuando las urnas no importan

Yingluck del partido Pheu Thai pactó con el Ejército y la Monarquía para gobernar en tranquilidad. Sin embargo dos años después es acusada de ser una herramienta de su hermano, que vive exiliado en Dubai, para volver a gobernar. En noviembre de 2013 manifestantes opositores al clan Sinawatra se volcaron a las calles y la primer ministra se vio obligada a disolver la cámara baja. Sin embargo las protestas no pararon y las elites urbanas acudieron a los tribunales para lograr allí lo que no pudieron a través de las protestas.

El Ejército y los tribunales han sido bastiones del conservadurismo anti Thaskin. Los ricos y poderosos burócratas, a través de la Corte Constitucional, obligaron a Yingluck y su gabinete a dimitir por transferencia de cargos a favor de familiares. El Tribunal incluso anuló las elecciones que ella ganó en febrero de este año por supuestas interrupciones en muchas circunscripciones. Su ministro de comercio, Boon Songphaisan, asumió como gobernante interino hasta que el Ejército decidió dar un golpe de estado, siendo el 18° desde que terminó la monarquía absoluta en 1932.

Los manifestantes que representan los intereses de la clase media alta y el círculo cercano a la Monarquía rechazan al clan Simawatra. Ocupan las calles con la consigna de reiniciar Tailandia, promoviendo reformas políticas y acusando a los camisas rojas de comprar votos en el norte y noreste del país. Representados políticamente en el Partido Demócrata, proponen un Consejo de Sabios que purifique el sistema, una práctica no muy democrática. El problema es claro y es que no quieren aceptar la igualdad de los tailandeses en las urnas.


Los problemas políticos están ahuyentando las inversiones en la segunda economía del sudeste asiático y comprometen el turismo, vital para esta nación. El país se encuentra fracturado en dos mitades: las zonas prosperas de la capital Bangkok y el sur, que está dominada por el Partido Demócrata, y el norte, liderado por los nuevos ricos con el apoyo de los pobres. Esta creciente élite ha  prosperado y quiere su cuota de poder político. Sin embargo quienes tuvieron ese poder desde siempre, no están dispuestos a soltarlo y para ello recurren a protestas, tribunales y finalmente, el Ejército intervencionista.

jueves, 15 de mayo de 2014

Ganador por quinta vez consecutiva

El miércoles 7 de mayo el Congreso Nacional Africano (ANC), partido gobernante, ganó nuevamente las elecciones en Sudáfrica. La agrupación fundada por el fallecido Nelson Mandela obtuvo una victoria que le permite mantenerse en el poder. A pesar de los cuestionamientos al líder actual, Jacob Zuma, la fuerza de quienes terminaron con el régimen Apartheid es y continuará siendo preponderante.
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El ANC obtuvo el 62% de los votos en las elecciones generales, lo que le permite colocar 249 diputados en la Asamblea Nacional, compuesta por 400 representantes. Si bien los liderados por el actual presidente Jacob Zuma tuvieron una caída del apoyo de tres puntos porcentuales con respecto a 2009, el mandatario tomará nuevamente posesión el 24 de mayo por cinco años más. El ANC se encuentra en el poder desde que finalizó el régimen de segregación racial en 1994, ganando las cinco elecciones que se disputaron desde aquel entonces. El aumento generado en los comicios de la década del 2000 (69% y 65%) cae al mismo número que obtuvo Mandela cuando se convirtió en presidente.

El principal partido de oposición, Alianza Democrática, creció seis puntos con respecto a la elección anterior, obteniendo ahora un apoyo del 22%. La agrupación de Helen Zille es concebida como el de la minoría blanca, aunque ha tenido un aumento de votantes negros. La novedad fue el ingreso de un nuevo partido al Parlamento. Los Luchadores por la Libertad Económica, que pregonan la nacionalización de los sectores estratégicos y la redistribución de la tierra, consiguieron un 6% de las preferencias. Este partido populista de izquierda radical es liderado por Julius Malema, ex miembro de las juventudes del ACN.

La jornada electoral transito de forma pacífica con escasas protestas en algunas zonas del país. La participación alcanzó un 73% de los habilitados para votar lo cual marca un récord aunque vale destacar que muchos potenciales votantes no fueron a registrase, no figurando en el padrón. Además de los comicios generales se realizaron elecciones locales. El oficialismo mantuvo la región de Gauteng, motor económico del país y conservó 8 de las 9 provincias. En cambio la Alianza Democrática continúa gobernando en su feudo del cabo occidental (Ciudad del Cabo) con Zille como primera ministra.

El legado como fortaleza

Algunos medios preveían elecciones reñidas y tenían algunos fundamentos para pensarlo. La mayor causa obviamente son los escándalos de corrupción que azotan al gobierno. Uno de los últimos casos de abuso de poder fue la polémica reforma en una de las residencias de Zuma, que rondó los 16 millones de euros. El bajo crecimiento económico de los últimos años marcó un elevado desempleo y un descontento social, principalmente en los antiguos guetos, barrios en donde la población vive sin luz ni agua, cansados de promesas incumplidas. La pésima situación en la educación también influye de manera negativa.

La desigualdad social y la imposibilidad de reducir la brecha entre ricos y pobres se suma al conflicto laboral que mantiene paralizadas las minas de platino. La matanza de Marikana en 2012 cuando fallecieron 34 mineros por disparos policiales es otro de los debes del gobierno de Zuma. El mandatario intenta defenderse con los logros democráticos del partido y los momentos de crecimiento económico que colocó a Sudáfrica en el privilegiado grupo de los BRICS, aunque el lugar de primera potencia económica africana está siendo ahora peleado por Nigeria. La muerte de Mandela terminó afectando positivamente para el oficialismo en la campaña, sin dudas los liderados por Zuma tienen mejores cosas para mostrar del pasado que del presente.


Se suele afirmar que los gobiernos tienen una luna de miel con el electorado en los primeros años de administración. Cuando un régimen anterior duro cae, como pasó con el Apartheid, el espacio político se vuelca ampliamente y la luna de miel se amplía. Los 20 años en el poder del ANC causan obviamente una estabilidad negativa en el partido y se hace obvia la necesidad de una reforma para combatir la corrupción. La oposición, si bien puede ser renovadora, la marca del pasado no le permitirá gobernar en el corto plazo. Que los sudafricanos afirmen que votan por los colores verde y amarillo del ANC y no por Zuma, me hace pensar que el oficialismo se mantendrá en el poder un tiempo más. 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Por el cambio

El domingo pasado Panamá eligió a Juan Carlos Varela como nuevo presidente. El candidato de centro derecha y férreo opositor del actual mandatario Ricardo Martinelli, obtuvo el 39% de los votos. Contra todos los pronósticos, Varela fue electo para el período 2014 – 2019 con la promesa de llevar adelante un gobierno humano con sello social.
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El próximo 1° de julio tomará las riendas de Panamá el actual vicepresidente Juan Carlos Varela. Este hombre de 51 años, padre de tres hijos y educado en un colegio jesuita, se presentó como candidato de la alianza de los Partidos Panameñista y Popular. Ingeniero industrial, graduado en Estados Unidos, fue compañero de fórmula presidencial del actual presidente Martinelli, ganador de los comicios de 2009. Luego de haber sido Ministro de Relaciones Exteriores durante dos años, Varela rompió con su aliado, destruyendo la alianza entre el Partido Panameñista y el Centro Democrático. El futuro presidente se separó del gobierno, aunque permaneció como vicepresidente, cuando Martinelli comenzó a buscar su reelección.

El derrotado en la jornada electoral fue José Domingo Arias. El delfín de Martinelli y candidato del gobernante partido Centro Democrático obtuvo un 32% de las preferencias. Justamente la compañera de fórmula de Arias era Marta Linares, esposa del actual mandatario Martinelli, lo cual causó varias críticas al presidente. Sus opositores denominaron este movimiento como una reelección disfrazada. En tercer lugar finalizó Juan Carlos Navarro (27%) del socialdemócrata Partido Revolucionario Democrático. Los restantes cuatro candidatos no llegaron al 1%. Más allá de algunas denuncias por sospechas de compra de votos, la jornada electoral transcurrió de forma pacífica. Cabe destacar que el padrón de 2.5 millones de habitantes elegía 724 cargos (diputados, concejales, representantes y alcaldes).

Crecimiento económico de Panamá

A pesar de una buena aprobación del gobierno de Martinelli, su administración fue tachada de autoritaria por sus oponentes. El millonario, dueño de una cadena de supermercados, estrechó su poder en el legislativo y en el ámbito judicial. Su partido comenzó la legislatura con 17 diputados y hoy tiene el apoyo de 46, en lo que sus adversarios denominan compra de conciencias. Su capacidad de mando y ejecución le propició también varios enfrentamientos con distintos sectores. Fue duro el conflicto entre las fuerzas policiales y etnias por el proyecto hidroeléctrico - minero así como la huelga de 70.000 obreros de la construcción que paralizaron diversas obras reclamando por incremento de salario y quejándose por el aumento del costo de vida.

El panorama financiero fue el fuerte de Martinelli. Panamá es actualmente un país emergente con nuevas oportunidades, un centro financiero y de transporte con un boom inmobiliario que lo posiciona como la Singapur de Centroamérica. La economía ha tenido un gran crecimiento con un promedio de 8% de 2006 a 2013, uno de los más altos en la región. Modernas carreteras, rascacielos y megaproyectos marcan la actualidad panameña. Sin embargo no debemos olvidar que alrededor de uno de cada tres ciudadanos viven bajo la línea de pobreza con diversos problemas en lo que refiere a acceso a salud y educación de buen nivel.


La alternancia en el poder ha sido característica en Panamá. En la historia contemporánea ningún partido triunfó dos veces consecutivas. El voto castigo, por supuesto enriquecimiento ilícito, dejó a Martinelli sin la continuidad anhelada. Varela aparece en escena como abanderado de cierto continuismo económico pero con algunos cambios. La nueva puesta en marcha de la ampliación del Canal de Panamá permitirá al gobierno adelantar proyectos sociales prometidos en campaña. El nuevo mandatario apela a la congelación de precios de la canasta básica, el plan de conexión de agua potable y la extensión del sistema ferroviario entre otras cosas. En este proceso electoral, el ganador parece ser la libre opción y el cambio. América Latina ya tiene varios gobernantes que intentan perpetuarse en el poder, no necesita uno más.