miércoles, 15 de agosto de 2012

Azerbaiyán: un país pequeño con gran proyección

Las fronteras entre Asia y Europa no son claramente identificables. Sin embargo, la región del Cáucaso divide dos realidades distintas: las naciones de Europa Oriental, en su mayoría cercanas a occidente, y las repúblicas de Asia Occidental, las cuales se encuentran en la disyuntiva de acercarse a la Unión Europea (UE) o mantenerse al margen. Azerbaiyán une ambos continentes, es el país más grande y rico del Cáucaso. Tras la declaración de su independencia en 1918 fue rápidamente incorporado a la Unión Soviética, de la cual se liberó en 1991. Esta nación joven es un centro logístico que se sitúa en el cruce de caminos entre Europa y Asia. Su posición le permite proyectarse como un jugador importante de la región.

Azerbaiyán dejó de ser una república ignorada y logró cierto protagonismo en los últimos años, debido a los contratos que las multinacionales petroleras sellaron con el gobierno de Ilham Aliyev, su presidente. Estratégicamente situado a orillas del mar Caspio, con Bakú como capital y mayor puerto de la región, Azerbaiyán busca abrirse al mundo. Para comenzar ese proceso de apertura, el contacto con la Unión Europea es clave para luego ampliar las relaciones comerciales con el resto del mundo. Su desafío es dejar de ser una economía planificada al estilo soviético para convertirse en una de mercado, basada en el sector privado. El futuro de este pequeño país dependerá de los precios del petróleo y la futura instalación y buen funcionamiento de oleoductos y gasoductos que le permitan vender mayores cantidades hacia el exterior.

Una economía dependiente del petróleo y el gas

Con una superficie que equivale a la mitad de Uruguay y una población de nueve millones de habitantes, Azerbaiyán posee un Producto Bruto Interno (PBI) per cápita de aproximadamente US$ 9.000, cifra similar al de Colombia o Perú. Desde comienzos del siglo XX, su economía se centra en la extracción de petróleo y gas; ambas industrias representan un 50% del PBI.  El poco peso de la agricultura lleva a que Azerbaiyán se complemente de gran manera con los países agrícolas. A ello se debe su mirada hacia América Latina y la apertura de la primera embajada en Sudamérica (Buenos Aires, en 2010).

El gobierno de Aliyev busca desarrollar las distintas regiones del país y los sectores no petroleros para lograr la ansiada diversificación. De 2006 a 2008, el país tuvo un rápido despegue económico debido a las exportaciones de petróleo. En 2006, Azerbaiyán logró el mayor crecimiento a nivel mundial. Tres años después fue destacado por el informe “Doing Business” a raíz de un salto de calidad en lo que refiere a las reformas en la regulación de los negocios. A su vez, su mejora también se observó en los distintos indicadores económicos brindados por las agencias internacionales, tanto en lo referido a la calificación crediticia nacional como en lo que evalúa la capacidad de pago de los compromisos financieros. La inversión directa extranjera, principalmente proveniente de Estados Unidos, Reino Unido y Turquía, ha crecido de forma sorprendente.

El producto de exportación por excelencia es el petróleo. Con pozos petroleros que datan de 1900, Azerbaiyán ha llegado a proporcionar cerca del 70% del crudo que llegaba a la URSS durante los años cincuenta. Hoy en día se encuentra entre los primeros 25 países exportadores de petróleo y los 30 mayores vendedores de gas natural.

Las ventas de crudo crecieron a partir de 2006, debido a la entrada en funcionamiento del oleoducto Baku-Tbilisi-Ceyhan (BTC), que conecta Azerbaiyán con el puerto turco del mediterráneo, a través de Georgia.  Este oleoducto es uno de los más largos del mundo con alrededor de 1.700 kilómetros. Para su construcción han aportado la petrolera internacional British Petroleum y el consorcio norteamericano Unocal, además de la empresa estatal azerbaiyana Socar. El principal objetivo de este proyecto es llevar el petróleo del Caspio a Europa sin pasar por Rusia. Otros oleoductos creados son: Bakú – Novorosiysk (Rusia) y Bakú – Supsa (Georgia). A estos se le suman los gasoductos que conectan la capital azerbaiyana con Erzurum (Turquía) o a través del Caspio con Turkenbasy (Turkmenistán).

En busca de la inserción internacional

Azerbaiyán no forma parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sino que es miembro  en carácter de observador. En 1997 se estableció el Grupo de Trabajo sobre la Adhesión de Azerbaiyán a la OMC, celebrando su primer encuentro en 2002. En febrero de 2012 se realizó la última reunión, en la cual  se analizaron las reformas realizadas por el país para poner a su régimen comercial en conformidad con las normas que rigen la OMC. El gobierno considera fundamental su ingreso para lograr una sustentabilidad económica a largo plazo. Hasta el momento, Azerbaiyán ha firmado tratados de comercio con países de la Comunidad de Estados Independientes y ha logrado recibir el trato de Nación Menos Favorecida por parte de la UE.

En cuanto a los socios comerciales, si bien el mercado ruso continúa siendo importante, Moscú y las exrepúblicas soviéticas perdieron peso con respecto a Turquía y los países de Europa. En materia de exportaciones, alrededor del 90% es petróleo o gas natural. El otro 10% se reparte entre maquinaria, algodón y productos alimenticios. Dentro de sus clientes, la UE abarca un 47%, destacándose Italia y Francia. Israel (8%) y Estados Unidos (8%) son otros destinos importantes. Los rubros de maquinaria y equipamiento son los que provocan las principales importaciones, seguidos de los metales y químicos. Los productos provienen desde Rusia (17%), Turquía (11%) y China (9%). El peso de la UE en conjunto es de un 25%, siendo Alemania el principal vendedor.

Europa a la vista

Azerbaiyán encuentra en el continente europeo una gran oportunidad para su proyección económica, mientras que la Unión Europea busca un acercamiento por la riqueza en materias primas del país euroasiático. La apertura y el contacto con Europa se puede observa claramente desde 2001, cuando se unió al Consejo de Europa. La Política de Vecindad de la UE, a la cual Azerbaiyán se acopló años después, ha sido fundamental para el su progreso, tanto en materia de infraestructura como en torno a las inversiones. Sin embargo, desde la propia UE se manifiesta que aún queda mucho por hacer, sobre todo en el área gubernamental, de políticas socioeconómicas y reformas en transporte, energía y medio ambiente. El Proyecto Nabucco constituye la principal muestra de las intenciones que hay de unir las aspiraciones de los dos. Este plan supone la creación de un gasoducto ideado por Europa para no depender exclusivamente de la energía de Rusia. El mismo, que se comenzaría a construir a partir de 2013, tendría una extensión de 3.300 km. En este caso, Bakú sería el suministrador de gas natural de un corredor que buscará unir Turquía y Austria a través de Bulgaria, Rumania y Hungría.


Para Azerbaiyán, el acercamiento a Europa es ineludible si quiere evitar convertirse en una nación petrolera, al estilo de los países de Medio Oriente. Al ser una república en transición, con grandes riquezas petroleras y recursos energéticos pero sin capacidades técnicas, necesita diversificar su economía.  Este país ha crecido de la mano de la burguesía petrolera pero debe apuntar a más, para ello busca aumentar sus vínculos con el resto del mundo. Azerbaiyán aún no ha planteado reformas políticas para unirse a occidente, el gobierno de Aliyev decidió empezar por los negocios. Prefirió comenzar por la economía, el camino más rápido y eficiente. 

jueves, 9 de agosto de 2012

El futuro de Asia Central


En el artículo denominado “El nuevo mundo de Asia Central” analizamos en términos económicos a las cinco repúblicas de la región: Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Llegamos a la conclusión que tiene un valor estratégico en el comercio mundial por ser una zona de tránsito de mercancías entre Europa y Asia Oriental. A futuro, cuando la infraestructura permita una mejor y más rápida circulación de los productos, su potencial se verá ampliado por la importancia de sus riquezas naturales. Los polos de poder que tienen grandes intereses económicos en Asia Central son tres: China, a través de los acuerdos comerciales; Rusia, que busca mantener la influencia económica histórica; y la Unión Europea, que considera a estos países como nuevos proveedores.

En este artículo nos proponemos desarrollar la política actual de las distintas naciones para comprender qué intereses encuentran allí los actores exteriores. La historia en común de las repúblicas, los líderes de la ex Unión Soviética, la reelección permanente, la presencia de movimientos musulmanes y las revueltas suscitadas, son aspectos que debemos conocer previamente. El retiro de las tropas aliadas de Afganistán, previsto para 2014, generará un vació de poder en Asia Central que será disputa de Rusia, China y Estados Unidos. El dominio, simpatía o buena relación con los gobiernos de las ex repúblicas soviéticas será clave para permanecer en una región peligrosa, amenazada principalmente por el terrorismo islámico. 

Países con una historia política común

La independencia de Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán se alcanzó hace 20 años de la misma manera. Su evolución política tiene muchos aspectos en común ya que los países siguieron siendo dominados por aquellos que lideraban las naciones bajo la órbita de la URSS. El autoritarismo conlleva a una permanencia en el poder de figuras conocidas.

Kazajstán proclamó la independencia con Nursultán Nazarbáyev en el poder. El líder desde la era comunista consiguió a través de una reforma constitucional su postulación consecutiva y gobernará al país por varios años más. La sospecha de asesinatos a opositores y los cuestionamientos a la transparencia de las elecciones por parte de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (organismo que el país presidió en 2010, con la promesa de transformaciones democráticas), marcan algunas características de sus mandatos. Por otro lado, China ha considerado justos y transparentes a los distintos comicios.

En Uzbekistán,  Islam Karimov asumió el liderazgo en 1989. Con el triunfo en las distintas elecciones y a través de los referéndums realizados, el poder continuó en manos de los sectores comunistas. En 2001, cuando Estados Unidos apareció como un defensor frente a los movimientos islámicos de la frontera con Afganistán, se acercó políticamente a Washington. Años más tarde, ante las presiones para las reformas democráticas, volvió a la influencia rusa. Actualmente Karimov, nervioso por el futuro de la zona sin las tropas norteamericanas, parece haber retomado un buen trato con la Casa Blanca. Para acentuar la buena relación, Estados Unidos levantó la prohibición de prestarle ayuda militar, dejando de lado la preocupación por los Derechos Humanos.

En Turkmenistán, Saparmurat Niyázov, electo en 1991 con una nueva constitución presidencialista, fue el dictador más extravagante de la región.  Su régimen, centrado en el culto a la personalidad y el más cerrado de la zona, se prorrogó hasta su muerte en 2006. Las “elecciones multipartidistas” se realizaron en 2007 y dieron como vencedor al vice primer ministro de Niyázov, Gurbanguli Berdimuhamedow. El sucesor ha ido desechando ciertos aspectos absurdos de la conducción anterior, abriéndose un poco más al mundo. En materia de política exterior ha mostrado una neutralidad en todo momento, tanto con China, Rusia como Estados Unidos.

Tayikistán fue victima de una guerra civil entre 1992 y 1997 entre herederos del sistema soviético pre independencia y grupos islámicos. Emomali Rajmonov fue electo en 1994 y logró cierta estabilidad con apoyo ruso. En el 2000 renovó su mandato y reformó la constitución para permitir su reelección. Hasta hoy en día continúan ciertos conflictos aislados, principalmente en la zona de Pamir, en donde el gobierno busca ejercer su autoridad militar. Actualmente, el país que posee una frontera sur con Afganistán y cuenta con el apoyo de occidente, Rusia y China, tiene una precaria estabilidad institucional.

Askar Akaev fue quien lideró la jefatura del Estado cuando Kirguistán logró su independencia.  En 1996 incrementó los poderes presidenciales pero diez años después, el fraude en las elecciones provocó la “Revolución de los Tulipanes” que obligó al mandatario Akaev a dejar el país. El opositor Kurmambek Bakiev (cercano a Moscú) asumió tras ganar los comicios y fue reelecto en 2009, aunque los resultados fueron cuestionados por observadores occidentales. La famosa revuelta de Osh en abril de 2010, en contra del gobierno de Bakiev, derivó en su exilio y en el liderazgo provisional de Rosa Otunbaeva (inmediatamente reconocida por Estados Unidos).  Los conflictos entre kirguises y uzbekos en el sur generan inestabilidad en el pequeño país que tiene actualmente a Almazbek Atambayev como presidente.

Importancia estratégica en la nueva era: Occidente, Rusia y China

Rusia, China y Occidente (Estados Unidos y la Unión Europea) buscan influenciar en la política a través de tratados, organizaciones o aproximaciones a los gobiernos. Ninguno de los tres polos de poder quiere dejar librado al azar su interés político en Asia Central.

Cuando finalizó la Guerra Fría y los países de la Unión Soviética se independizaron se creó el llamado “Tratado de Seguridad Colectiva”. Convertido en organismo en 2002 para preservar la seguridad, es integrado por Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguizistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán (suspendió su participación un mes atrás). Moscú financia la alianza con un sueño lejano de convertirla en un tratado similar a la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN). 

China ha logrado hacerse un lugar en la región con su diplomacia económica, sin perder de vista los objetivos militares. En junio de 2001 se fundó la Organización de Cooperación de Shangai por seis países: China, Rusia, Kazajstán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán, con el objetivo de aumentar el nivel de seguridad regional. China y Rusia, líderes por naturaleza de esta organización, buscan coordinar intereses estratégicos y geopolíticos. A través de dicha cooperación,  Beijing busca la estabilidad de sus fronteras con Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán, además de compartir el liderazgo en una zona de gran influencia histórica soviética.

En setiembre de 2001 los atentados en Nueva York colocaron a Afganistán y la zona de Asia Central como lugar clave para la geopolítica mundial. Estados Unidos y Europa, principalmente a través de la OTAN, invadieron la región. Las fronteras norte de Afganistán con Turkmenistán, Uzbekistán y Tajikistan, así como la cercanía con Kirguistán, les brindaron a estos países una importancia estratégica en términos militares. Por ello, Estados Unidos no tardó en abrir una base aérea en Uzbekistán y en Kirguistán. El derecho para sobrevolar por parte de Tajikistan, Turkmenistán y Kazajstán también fue clave para los movimientos norteamericanos.

Autoritarismo o Democracia

Al igual que ocurre en otras zonas con predominio de gobiernos autoritarios,  la corrupción y los contrastes sociales abundan en Asia Central. El indicador de Freedom House, que mide derechos políticos y libertades civiles, considera a Kirguistán como un país parcialmente libre, mientras que al resto se los caracteriza como naciones sin libertades. Las élites de estas naciones aprovechan las ganancias de los hidrocarburos, concentrando la riqueza en un sólo sector de la sociedad, algo muy similar a lo que ocurre con otros tiranos en distintos partes del mundo. El recuerdo más cercano que tenemos es la primavera árabe, que aceleró la caída de ciertos dictadores que dirigieron países durante muchos años en base al autoritarismo y el apoyo de algunas potencias.

¿Hay intentos por buscar la democracia en Asia Central? ¿De dónde provienen o deberían provenir? ¿A quién le conviene? Queda claro que las potencias buscan aliados y poco parece importarles el tipo de gobierno que prime.  La hegemonía tradicional rusa y los intentos de liderazgo chinos no parecen brindarles una salida democrática a dichos países. En cambio, la búsqueda de acercarse a Europa por términos económicos puede suscitar reformas a favor de la democracia. Las alianzas con Estados Unidos por el futuro militar de la región puede ser otra esperanza, aunque habrá que ver cuál es el planteo norteamericano: avanzar en Derechos Humanos o asegurarse gobiernos afines para lograr estabilidad en las fronteras con Afganistán.  La experiencia indica que si lo consideran necesario para cumplir sus objetivos, las potencias favorecen regímenes autoritarios. Sin embargo, cuando la población reacciona ante sus propios líderes, la historia cambia.