Semanas atrás la nación
asiática vivió el peor accidente industrial de su historia
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El 23
de abril se produjo el derrumbe de un edificio que albergaba fábricas
textiles causando cientos de muertos, la mayoría de ellos obreros. La industria
textil creció rápidamente en los últimos años, dándole trabajo a alrededor de 4
millones de personas en 200.000 instalaciones manufactureras. Los desastres, como el sucedido en la capital Dacca, ponen
en debate la exigencia de una administración eficaz que inspeccione y ordene el
sector para que no se produzcan este tipo de accidentes.
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Los trabajos de rescate continúan nueve
días después de un derrumbe que ya tiene confirmadas más de 400 víctimas. El
edificio de ocho pisos, denominado Rana
Plaza, albergaba más de 2.000 personas entre talleres, mercado y tiendas de
electrónica. La Policía Industrial acusó a los dueños de ignorar las grietas
del edificio y no paralizar las operaciones. Los sobrevivientes a la tragedia culparon
a los capataces de obligarlos a trabajar cuando los trabajadores se negaban a
ingresar al local en esas condiciones. El propietario Sohel Rana había
construido ilegalmente tres pisos más, incrementando la carga y peligrando la
fragilidad de la estructura. Los talleres textiles pertenecían a compañías
internacionales como Primark, El Corte
Inglés, Bon Marche, entre otras, que manufacturan prendas de vestir y tienen como
clientes firmas conocidas: Wal-Mart, Benetton y Disney. Algunas de estas
empresas ya anunciaron indemnizaciones para las familias de los fallecidos. Los
edificios en donde se instalan estos talleres no poseen ventilación, carecen de extintores y de escaleras de emergencia. Allí los
trabajadores (principalmente mujeres provenientes de zonas rurales) trabajan 54
horas a la semana sin agua potable y cobrando alrededor
de 30 euros al mes.
Días después de la tragedia otras
fábricas fueron asaltadas por los trabajadores y permanecieron cerradas durante
ocho días. Las manifestaciones del 1° de
mayo exigieron cambios y pena de muerte a los implicados en el accidente
del 23 de abril. Ante ello la Policía tuvo que dispersar a la población con
gases lacrimógenos, cañones de agua y balas de goma para poder mantener el
orden. El derrumbe del edificio no fue un caso excepcional en Bangladesh. La nueva tragedia se produce cinco meses después del incendio en
una fábrica que causó 111 muertos. En el último año se produjeron 700 sucesos
de este tipo; los números de muertos y heridos parecen los de un conflicto armado.
Empresarios corruptos como Sohel Rana
abundan en el país, ya que las inspecciones gozan de un trato favorable en este
tipo de industrias. La política está muy relacionada con el rubro textil, muchos diputados son propietarios de fábricas y un gran sector del Parlamento
tiene interés en este sector. En el caso de Rana, detenido cuando intentaba
huir hacia la India, es un dirigente local del partido gobernante Liga Awami.
La necesidad de una presión externa para lograr grandes cambios
Las multinacionales han arribado al país en la década del ochenta, tras la
creación de las zonas
de procesamiento de exportaciones, en donde no hay una legislación laboral firme y gozan de flexibilidad, tanto en alquileres como en el mantenimiento de las infraestructuras.las empresas. Estas marcas que pagan bajos salarios poseen exenciones fiscales y la posibilidad de importar materiales sin aranceles. Los débiles sindicatos denuncian las condiciones y abusos pero no
logran cambiar la situación. En el último tiempo se han sucedido
manifestaciones de trabajadores para reclamar aumentos de sueldos sin mayores
consecuencias. El gobierno mira
para otro lado y sólo actúa cuando se producen este tipo de catástrofes; en
este caso se destituyó al alcalde del municipio, acusándolo de negligencia e
inacción. Esta nación asiática de 160 millones de personas necesita de su industria textil para salir de la pobreza, debido
que la misma genera el 80% de las exportaciones. Únicamente
superado por China y desbancando a Vietnam, el sector manufacturero de Bangladesh
es de los más importantes del mundo.
El desastre
ocurrido en este país densamente poblado e independiente desde 1971, pone de
manifiesto la situación de los talleres miseria. La industria textil supone el
motor de crecimiento de un producto bruto interno que se expande al 6%. Las
condiciones laborales y la falta de seguridad han levantado críticas contra las
autoridades de la nación asiática y las multinacionales que operan allí. Las
ONGs reprochan la corrupción del poder local mientras que el gobierno de la
primera ministra Sheij Hasina reclama la responsabilidad social corporativa de
las compañías internacionales. Desde el exterior se busca estimular barreras
comerciales por las pésimas condiciones de trabajo. La Unión Europea, primer
mercado de las manufacturas, amenaza con retirar el acceso preferencial,
imponiendo también presión a las empresas para que fabriquen en condiciones más
dignas. La actitud de los consumidores también puede ayudar a ejercer presión,
como ocurrió en otras industrias en distintos lados del mundo. La muerte de
casi 500 personas vuelve a poner el tema en el tapete, sin embargo la noticia
con los días pasará y la situación se mantendrá igual en Bangladesh.
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