domingo, 12 de mayo de 2013

Informe Semanal: La evolución de la Unión Europea

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El objetivo de esta nueva entrega semanal es investigar el proceso evolutivo de la Unión Europea. La celebración del Día de Europa, conmemorando el aniversario de la Declaración Schuman, abre un espacio de análisis sobre la situación actual del organismo. En el informe nos proponemos estudiar el origen de la Unión, su evolución en el tiempo, el crecimiento y sus adhesiones, la dirigencia actual, sus lineamientos y el futuro.
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El 9 de mayo se conmemoró un nuevo aniversario de la Declaración Schuman, un documento que dio inicio a la actual Unión Europea a través de la creación de la Comunidad del Acero y el Carbón. Con motivo de las celebraciones el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, recordó que Europa sigue siendo la mejor alternativa ante el nacimiento de corrientes populistas. El portugués, si bien reconoce los problemas y el pesimismo reinante con respecto a la organización, sostiene que es un momento para restaurar la confianza, fortalecer el euro y mejorar la sostenibilidad de las economías. Barroso manifestó que los discursos populistas brindan alternativas fáciles a problemas complejos pero que las políticas de la Unión Europea apuntan al largo plazo. El aumento de los euro escépticos en el continente es significativo en el último tiempo, es por ello que este momento es clave en estos sesenta años de integración europea.

Los primeros seis visionarios

El embrión de la Unión Europea es el acuerdo alcanzado entre franceses y alemanes, con respecto a la creación de la Comunidad del Acero y del Carbón (CECA). Con la búsqueda de evitar un nuevo conflicto entre ambos países, el proyecto apuntó a unir a las naciones en la producción de dos bienes. La declaración leída en mayo de 1950 por el ministro de exteriores de Francia, Robert Schuman, daba el punta pie inicial de una gran unión. El anhelo de terminar con los conflictos también logró la atención de Bélgica, Luxemburgo, Italia y Holanda, países firmantes del tratado que creaba la CECA. Ocho años después, estos seis países fundadores amplían su cooperación a otros sectores de la economía y firman el Tratado de Roma, fundando la Comunidad Económica Europea (CEE). Además también se creaba la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom). Con la CEE se establecía un mercado común y se construía una Europa política.

Los años sesenta, característicos por las revueltas estudiantiles en París, implicaron una etapa de crecimiento económico. La implementación de la Política Agrícola Común, para ejercer un control compartido de la producción de alimentos, uniformizó los precios agrícolas. Con el correr de la década, los seis países fundadores suprimieron los derechos de aduana y crearon las condiciones para el libre comercio. La consolidación del mercado común se dio tras la uniformización de los impuestos a los productos que se importaban de otros países. Esto permitió que el comercio entre las seis naciones crezca rápidamente. La fusión administrativa de la CEE, CECA y Euratom, se produjo con el Tratado de Bruselas, firmado en 1965. A través del acuerdo se constituyó un presupuesto de funcionamiento único. La Comunidad comenzaba a financiarse por recursos propios y no por contribuciones de los Estados miembros. 

El despegue y el crecimiento

En la década del setenta dio inicio la idea de crear una moneda única para garantizar la estabilidad. Para ello los seis constituyentes acordaron limitar los márgenes de fluctuación de sus monedas. En enero de 1973 se produce un punto de inflexión en el organismo tras la adhesión de tres miembros: Dinamarca, Irlanda y Reino Unido. En un contexto caracterizado por la crisis del petróleo se crea el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, garantizando la transferencia de recursos financieros hacia las zonas más pobres, con el objetivo de mejorar la infraestructura, atraer inversiones y crear empleo. La caída de las últimas dictaduras en Europa occidental - Portugal de Salazar en 1974 y España de Franco en 1975 - brindaba la posibilidad a otros países de adherirse a la comunidad. La consolidación del crecimiento europeo se produce a fines de los setenta, cuando la población elige los diputados del Parlamento Europeo, que se constituye por los grandes grupos políticos: conservadores, liberales, socialdemócratas y verdes. 

Grecia, tras la caída del régimen militar y el restablecimiento de la democracia en 1974, se convirtió en el décimo Estado en 1981. La incorporación de España y Portugal consolidó el proceso de la Comunidad, abarcando a todos los países del oeste de Europa, con la excepción de Suiza. De esta manera los Estados miembros se convertían en doce. La década del ochenta se caracterizó por la puesta en marcha de proyectos de desarrollo e innovación. Con la firma del Acta Única Europea se produce la primera gran reforma de los tratados constitutivos. El acuerdo modificaba principalmente las normas de funcionamiento de las instituciones y reforzaba el papel del Parlamento. Además se comenzó a prestar atención en la cuestión medio ambiental. La puesta en marcha de programas para estudiantes posibilitó el intercambio cultural europeo, aspecto clave para este proceso, que con la caída del muro de Berlín en 1989, permitió la expansión del organismo a toda Europa.

La Europa de los 27 y la consolidación

Los seis países fundadores – Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo, Bélgica y Holanda -, los tres primeros adherentes – Reino Unido, Irlanda y Dinamarca, y las tres naciones dominadas por regímenes militares hasta los setenta – Grecia, España y Portugal, firmaron el Tratado de Maastrich que creó la Unión Europea en 1992. Sustituyendo a la Comunidad Europea, estos doce Estados establecieron normas claras para una política exterior y de seguridad común, así como también sentaron las bases para una moneda común y reforzaron la cooperación en materia de justicia. En 1995 la adhesión de la totalidad de la Europa occidental comienza a ser un hecho con la incorporación de Austria, Finlandia y Suecia. Ese mismo año se lanzan los acuerdos de Schengen en algunos Estados miembros, para crear una zona de libre circulación  de individuos. La década del noventa se cierra con la firma del Tratado de Ámsterdam, que apuntó a la creación de una política de empleo común y la adopción del Euro por once países (Grecia lo incorpora años después),  quedando Reino Unido, Dinamarca y Suecia por fuera del proyecto monetario.   

El desmembramiento de la Unión Soviética permitió el inicio de las negociaciones con los países de Europa central y oriental. Las reformas de las reglas de votación en la Unión, contempladas en el Tratado de Niza de 2001, fueron clave para la ampliación constante. En 2004 el organismo se expande hacia el este con la incorporación de diez naciones, dándole fin a sesenta años de división en Europa. De esta manera se adhirieron: Estonia, Letonia, Lituania, Hungría, Polonia, República Checa, Eslovenia, Eslovaquia, Chipre y Malta. Este es el gran salto de calidad de la Unión, la incorporación de diez países de golpe produjo un cambio importante en el organismo. De mientras continuaban creciendo las candidaturas, en 2005 se incorporan Bulgaria y Rumania. Dos años después, los actuales 27 Estados miembros firmaron el Tratado de Lisboa, buscando aumentar la democracia dentro del organismo y enfrentar los desafíos del siglo XXI: cambio climático, seguridad y desarrollo sostenible.

Un momento clave para el futuro

Una crisis financiera de grandes dimensiones golpeó Estados Unidos y por ende la economía mundial cuando terminaba la primera década del nuevo siglo. Ante esta situación surgieron diversas teorías sobre el futuro del organismo. Si bien es claro que el potencial del mercado único europeo es muy alto y que constituye un motor de crecimiento a nivel mundial, las críticas a la conducción económica ponen en riesgo muchos de los logros alcanzados. La crisis tampoco impidió la futura adhesión de Croacia, que en los próximos meses se convertirá en el Estado miembro número 28. Hoy los candidatos a incorporarse al organismo son Turquía, Macedonia, Islandia, Montenegro y Serbia, también ha solicitado el ingreso Albania y son potenciales Bosnia Herzegovina y Kosovo. Actualmente Suiza no integra la Unión Europea, ya que sus ciudadanos han rechazado la posibilidad en diversos referéndums y Noruega, que si bien participa en varios de los programas, siempre se ha mostrado euro escéptica.

Europa vive un escenario apocalíptico en lo que respecta a su proceso de integración. En momentos en que la economía no camina firme, la sesión de soberanía hacia las instituciones comunitarias es criticada. Los problemas financieros implicaron protestas sociales, un incremento de la brecha entre países ricos y pobres y un auge del nacionalismo. Además, la situación agitó algunos temas como la libertad de circulación o las políticas de seguridad. La profundización de la Unión Europea volvió a ponerse en duda, una discusión que parecía haberse superado por la creciente solicitud de ingresos al organismo. La lógica del consenso no es la que opera hoy en Europa, la polarización entre defensores de unas u otras políticas es cada vez mayor. Sin embargo la mayoría de los ciudadanos siguen apostando por el proceso, principalmente por la paz y la democracia. La corriente que busca abandonar el organismo y unirse a las corrientes populistas, nacionalistas y xenófobas no tiene tanto poder. El debate con respecto a la evolución de la Unión Europea debe radicar en su funcionamiento pero de ninguna manera pensar en un retroceso.  

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