domingo, 19 de mayo de 2013

Informe Semanal: Autoritarismo en Argentina (76-83)


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El objetivo de esta nueva entrega semanal es investigar la última dictadura militar en Argentina. La muerte del militar Jorge Rafael Videla, una de las figuras clave de dicho proceso, abre un espacio de análisis sobre los hechos ocurridos desde 1976 a 1983. En el informe nos proponemos estudiar la situación política argentina en la década del cincuenta, el crecimiento del peronismo, la violencia en los sesenta, el golpe de Estado, los años de dictadura y la salida hacia la democracia.
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El 17 de mayo falleció el dictador Jorge Videla, quien cumplía cadena perpetua en la cárcel del municipio de Marcos Paz, a 50 kilómetros de la capital Buenos Aires. Condenado por delitos de lesa humanidad, el ex comandante en jefe del Ejército fue presidente de 1976 a 1981. Si bien muere una figura fundamental de la dictadura, el ciclo no se cierra aún, debido a que la población exige la búsqueda de más verdad y justicia. Videla, que nunca expresó arrepentimiento por las acciones cometidas, estuvo diez años bajo arresto domiciliario y otros diez encarcelado. Argentina es uno de los países que ha condenado más personas por delitos enmarcados dentro de las dictaduras militares. Actualmente se realizan juicios por los denominados vuelos de la muerte, en el que serán encausados 68 personas y más de 900 ofrecerán testimonios.

El auge del peronismo

Durante el primer tercio del siglo XX Argentina estuvo al mando de dirigentes que querían construir instituciones excluyendo a las grandes masas. La alternativa que surgió fue la de políticos que buscaron atraer a la población a costa de los poderes del Estado. Juan Domingo Perón, apoyado por sectores populares, se impuso con el 52% de los votos en las elecciones de 1946, superando a conservadores y radicales. Al igual que en todo América Latina, el modelo agropecuario exportador enfrentaba problemas y se consolidaba la industria. Perón ejerció un fuerte liderazgo, nacionalizó ciertos sectores de la economía y se enfrentó a los productores rurales, contando con el apoyo de las Fuerzas Armadas. Creando una nueva legislación social, favoreció a los trabajadores y creó una estructura sindical muy importante, basada en el clientelismo.   

Entrados los años cincuenta el empeoramiento de la crisis económica, los enfrentamientos con la iglesia y la muerte de Evita, esposa del general y figura clave durante su presidencia, derivaron en la pérdida de poder de Perón. Aprovechando esta debilidad, los militares se alzaron con el poder a través de la revuelta dirigida por Eduardo Lonardi. El Ejército colocó en el ejecutivo al general Pedro Eugenio Aramburu, que provocó el exilio de Perón. A partir de allí se inició un proceso conflictivo desde 1955 a 1973, en donde hubo diez presidentes de la nación, la mitad de ellos generales. La reaparición de los partidos tradicionales en 1958 permitió el gobierno del mediador Arturo Frondizi y el radical Arturo Ilia. El miedo al resurgimiento peronista floreció años después por la aparición de protestas estudiantiles y la huelga general en Córdoba que derivó en saqueos. Tras quebrar nuevamente el orden constitucional, los militares estuvieron en el poder hasta 1973, encabezados por Onganía, Levingston y Lanusse

La última dictadura militar

Con el paso de los años los militares observaban al peronismo como la única salvación a la violencia política instaurada por los Montoneros, por ello aceptaron al movimiento en las elecciones que organizaron a comienzos de los setenta. Sin embargo no permitieron la candidatura del propio Perón. El candidato peronista Héctor Campora dirigió al país pero la voluntad del general de regresar al país provocó nuevos comicios y la victoria de Perón; quien gobernó hasta su muerte en 1974. Su esposa María Estela Martínez – Isabelita – no logró controlar la situación y los militares llegaron al poder para erradicar la subversión e intentar promover el desarrollo económico. La Junta Militar se observaba distinta a los golpes de Estado anteriores, debido a que se evitaban los caudillismos personalistas y se ejerció como una dirigencia institucional. Jorge Videla, junto a Emilio Massera y Orlando Agosti, encabezaron una guerra sucia contra todo sospechoso, lo que derivó en miles de detenciones, torturas, ejecuciones y desapariciones.  

El denominado Proceso de Reorganización Nacional se propuso como principal objetivo terminar con la insurrección guerrillera. El proceso se escenifica en los crímenes cometidos en los centros de detención, ubicados en unidades militares y en la recordada Escuela de Mecánica de la Armada. Los militares llevaron a cabo las torturas más atroces, asesinando detenidos y lanzando cuerpos al mar o enterrando en fosas. Los atentados de los movimientos radicales cesaron a fines de los setenta en un contexto donde las declaraciones sobre la violación de Derechos Humanos, las marchas semanales de las Madres de Plaza de Mayo y las afirmaciones de ciertos obispos, jaqueaban a los dictadores. A partir de allí los militares debieron revertir el gran desprestigio del régimen con grandes operativos como la organización del campeonato mundial de fútbol en 1978.

La principal figura del régimen

Jorge Videla, principal responsable de la desaparición de 30.000 personas, murió a los 87 años. Nacido a 100 kilómetros de la capital de Argentina, inició su carrera militar en 1942. Era descendiente de una familia tradicional con algunos de sus ancestros ocupando cargos políticos. Casado con la hija de un diplomático, padre de siete hijos y de profesión católica, Videla fue ascendido a general en 1971 cuando gobernaba Lanusse y nombrado jefe de la Armada por Isabelita. Fue el encargado de encabezar la Junta Militar, cerrar el Congreso, los partidos políticos y los sindicatos. Definía como terrorista a todo aquel que propagara ideas contrarias a la civilización occidental y cristiana. Por ello ordenó quemar libros, controlar la prensa y dar exilio a intelectuales, artistas y científicos. Los primeros tres años fueron los más terribles de la dictadura encabeza por Videla, quien nunca pidió perdón y que se consideraba un preso político.

La dictadura argentina también intentó poner en orden la economía, apostando a un equipo dirigido por José Martínez de Hoz; favoreciendo al sector financiero y perjudicando la industria. Este empresario intentó liberalizar el mercado interno, reduciendo los controles y la intervención del Estado. Además quiso abrir la economía al exterior, destrabando las protecciones aduaneras y estimulando las ventas hacia fuera con un tipo de cambio acorde. Se controlaron los salarios y dejaron libres los precios, cayendo a la mitad el poder adquisitivo de la población. Sin embargo, a pesar que al principio la economía se encauzó, en 1978 se enfrentó a una crisis financiera. Los problemas coincidían con cambios en la conducción del gobierno, si bien la figura de Videla se mantuvo hasta 1981, los comandantes de la Armada y la Aviación fueron sustituidos por Lambruschini y Graffigna. Con la profunda crisis productiva se iniciaba el comienzo del final de la dictadura.

El retorno a la democracia

En los ochenta el régimen comenzó a hundirse en el descrédito. El general Leopoldo Galtieri intentó desviar la atención recuperando las Islas Malvinas, enfrascándose en una guerra con el Reino Unido. El conflicto dio por finalizada la dictadura y en 1983 retornó la democracia. La Unión Cívica Radical ganó las elecciones con Raúl Alfonsín como candidato e impulsó el juicio a las juntas militares, llevando a prisión a Videla y sus aliados. Por la presión militar ejercida sobre el siguiente presidente, Carlos Menem, el mandatario liberó e indultó a los altos mandos. Sin embargo nuevas investigaciones volvieron a condenar a Videla bajo el impulso del peronista Néstor Kirchner. En 2012, con el kirchnerismo afianzado en el poder, recibió pena de reclusión perpetua por robo de bebes entre otras causas. Videla murió aún teniendo varios juicios pendientes, entre ellos por el Plan Cóndor.

Argentina enfrentó en la década del setenta una dictadura que culminó un proceso de golpes institucionales que se suscitaron desde 1955. El autoritarismo dio paso a la democracia pero no cerró un ciclo. Los crímenes siempre deben ser investigados y en este sentido los argentinos marcaron un rumbo, siendo de los países de América Latina con mayor nivel de condena a militares. La muerte de un emblema de la última dictadura argentina no tiene porque frenar las investigaciones para castigar a aquellos que cometieron atrocidades. El fallecimiento de Videla no es el fin de un proceso. Los impulsos autoritarios y el clientelismo, que hasta ahora se puede observar en Argentina, no consolidan la democracia y dejan siempre un espacio para la aparición de este tipo de levantamientos. Igualmente Argentina está lejos de la violencia política y el extremismo de las épocas de la Guerra Fría. Por ende los riesgos de vivir una situación similar son bajos. 

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