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El objetivo de esta
nueva entrega semanal es investigar la última dictadura militar en Argentina. La
muerte del militar Jorge Rafael Videla, una de las figuras clave de dicho
proceso, abre un espacio de análisis sobre los hechos ocurridos desde 1976 a 1983. En el informe
nos proponemos estudiar la situación política argentina en la década del
cincuenta, el crecimiento del peronismo, la violencia en los sesenta, el golpe
de Estado, los años de dictadura y la salida hacia la democracia.
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El 17 de mayo falleció
el dictador Jorge Videla, quien
cumplía cadena perpetua en la cárcel del municipio de Marcos Paz, a 50 kilómetros de la
capital Buenos Aires. Condenado por delitos de lesa humanidad, el ex comandante
en jefe del Ejército fue presidente de 1976 a 1981. Si bien muere una figura
fundamental de la dictadura, el ciclo no se cierra aún, debido a que la
población exige la búsqueda de más verdad y justicia. Videla, que nunca expresó
arrepentimiento por las acciones cometidas, estuvo diez años bajo arresto
domiciliario y otros diez encarcelado. Argentina es uno de los países que ha
condenado más personas por delitos enmarcados dentro de las dictaduras
militares. Actualmente se realizan juicios por los denominados vuelos de la
muerte, en el que serán encausados 68 personas y más de 900 ofrecerán
testimonios.
El auge del peronismo
Durante el primer
tercio del siglo XX Argentina estuvo al mando de dirigentes que querían
construir instituciones excluyendo a las grandes masas. La alternativa que
surgió fue la de políticos que buscaron atraer a la población a costa de los
poderes del Estado. Juan Domingo Perón,
apoyado por sectores populares, se impuso con el 52% de los votos en las
elecciones de 1946, superando a
conservadores y radicales. Al igual que en todo América Latina, el modelo
agropecuario exportador enfrentaba problemas y se consolidaba la industria.
Perón ejerció un fuerte liderazgo, nacionalizó ciertos sectores de la economía
y se enfrentó a los productores rurales, contando con el apoyo de las Fuerzas Armadas. Creando una nueva
legislación social, favoreció a los trabajadores y creó una estructura sindical
muy importante, basada en el clientelismo.
Entrados los años
cincuenta el empeoramiento de la crisis económica, los enfrentamientos con la
iglesia y la muerte de Evita, esposa
del general y figura clave durante su presidencia, derivaron en la pérdida de
poder de Perón. Aprovechando esta debilidad, los militares se alzaron con el
poder a través de la revuelta dirigida por Eduardo
Lonardi. El Ejército colocó en el ejecutivo al general Pedro Eugenio Aramburu, que provocó el exilio de Perón. A partir de
allí se inició un proceso conflictivo desde 1955 a 1973, en donde hubo diez presidentes
de la nación, la mitad de ellos generales. La reaparición de los partidos
tradicionales en 1958 permitió el
gobierno del mediador Arturo Frondizi
y el radical Arturo Ilia. El miedo
al resurgimiento peronista floreció años después por la aparición de protestas estudiantiles
y la huelga general en Córdoba que derivó en saqueos. Tras quebrar nuevamente
el orden constitucional, los militares estuvieron en el poder hasta 1973,
encabezados por Onganía, Levingston y
Lanusse.
La última dictadura
militar
Con el paso de los
años los militares observaban al peronismo como la única salvación a la
violencia política instaurada por los Montoneros, por ello aceptaron al
movimiento en las elecciones que organizaron a comienzos de los setenta. Sin
embargo no permitieron la candidatura del propio Perón. El candidato peronista Héctor Campora dirigió al país pero la
voluntad del general de regresar al país provocó nuevos comicios y la victoria
de Perón; quien gobernó hasta su muerte en 1974. Su esposa María Estela Martínez – Isabelita – no logró controlar la situación
y los militares llegaron al poder para erradicar la subversión e intentar
promover el desarrollo económico. La Junta
Militar se observaba distinta a los golpes de Estado anteriores, debido a
que se evitaban los caudillismos personalistas y se ejerció como una dirigencia
institucional. Jorge Videla, junto a
Emilio Massera y Orlando Agosti, encabezaron una guerra
sucia contra todo sospechoso, lo que derivó en miles de detenciones, torturas,
ejecuciones y desapariciones.
El denominado Proceso de Reorganización Nacional se
propuso como principal objetivo terminar con la insurrección guerrillera. El
proceso se escenifica en los crímenes cometidos en los centros de detención,
ubicados en unidades militares y en la recordada Escuela de Mecánica de la Armada. Los militares llevaron a cabo las
torturas más atroces, asesinando detenidos y lanzando cuerpos al mar o
enterrando en fosas. Los atentados de los movimientos radicales cesaron a fines
de los setenta en un contexto donde las declaraciones sobre la violación de
Derechos Humanos, las marchas semanales de las Madres de Plaza de Mayo y las
afirmaciones de ciertos obispos, jaqueaban a los dictadores. A partir de allí
los militares debieron revertir el gran desprestigio del régimen con grandes
operativos como la organización del campeonato mundial de fútbol en 1978.
La principal figura
del régimen
Jorge Videla,
principal responsable de la desaparición de 30.000 personas, murió a los 87
años. Nacido a 100
kilómetros de la capital de Argentina, inició su carrera
militar en 1942. Era descendiente de
una familia tradicional con algunos de sus ancestros ocupando cargos políticos.
Casado con la hija de un diplomático, padre de siete hijos y de profesión
católica, Videla fue ascendido a general en 1971 cuando gobernaba Lanusse y nombrado jefe de la Armada por
Isabelita. Fue el encargado de encabezar la Junta Militar, cerrar el Congreso,
los partidos políticos y los sindicatos. Definía como terrorista a todo aquel
que propagara ideas contrarias a la civilización occidental y cristiana. Por
ello ordenó quemar libros, controlar la prensa y dar exilio a intelectuales,
artistas y científicos. Los primeros tres años fueron los más terribles de la
dictadura encabeza por Videla, quien nunca pidió perdón y que se consideraba un
preso político.
La dictadura argentina
también intentó poner en orden la economía, apostando a un equipo dirigido por José Martínez de Hoz; favoreciendo al
sector financiero y perjudicando la industria. Este empresario intentó
liberalizar el mercado interno, reduciendo los controles y la intervención del
Estado. Además quiso abrir la economía al exterior, destrabando las
protecciones aduaneras y estimulando las ventas hacia fuera con un tipo de
cambio acorde. Se controlaron los salarios y dejaron libres los precios,
cayendo a la mitad el poder adquisitivo de la población. Sin embargo, a pesar
que al principio la economía se encauzó, en 1978 se enfrentó a una crisis
financiera. Los problemas coincidían con cambios en la conducción del gobierno,
si bien la figura de Videla se mantuvo hasta 1981, los comandantes de la Armada
y la Aviación fueron sustituidos por Lambruschini
y Graffigna. Con la profunda crisis
productiva se iniciaba el comienzo del final de la dictadura.
El retorno a la
democracia
En los ochenta el
régimen comenzó a hundirse en el descrédito. El general Leopoldo Galtieri intentó desviar la atención recuperando las Islas Malvinas, enfrascándose en una
guerra con el Reino Unido. El conflicto
dio por finalizada la dictadura y en 1983
retornó la democracia. La Unión Cívica
Radical ganó las elecciones con Raúl
Alfonsín como candidato e impulsó el juicio a las juntas militares,
llevando a prisión a Videla y sus aliados. Por la presión militar ejercida
sobre el siguiente presidente, Carlos
Menem, el mandatario liberó e indultó a los altos mandos. Sin embargo
nuevas investigaciones volvieron a condenar a Videla bajo el impulso del
peronista Néstor Kirchner. En 2012,
con el kirchnerismo afianzado en el poder, recibió pena de reclusión perpetua
por robo de bebes entre otras causas. Videla murió aún teniendo varios juicios
pendientes, entre ellos por el Plan Cóndor.
Argentina enfrentó en la década del setenta
una dictadura que culminó un proceso de golpes institucionales que se
suscitaron desde 1955. El autoritarismo dio paso a la democracia pero no cerró
un ciclo. Los crímenes siempre deben ser investigados y en este sentido los
argentinos marcaron un rumbo, siendo de los países de América Latina con mayor
nivel de condena a militares. La muerte de un emblema de la última dictadura
argentina no tiene porque frenar las investigaciones para castigar a aquellos
que cometieron atrocidades. El fallecimiento de Videla no es el fin de un
proceso. Los impulsos autoritarios y el clientelismo, que hasta ahora se puede
observar en Argentina, no consolidan la democracia y dejan siempre un espacio
para la aparición de este tipo de levantamientos. Igualmente Argentina está
lejos de la violencia política y el extremismo de las épocas de la Guerra Fría.
Por ende los riesgos de vivir una situación similar son bajos.
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