lunes, 6 de mayo de 2013

Informe Semanal: Nelson Mandela y el Apartheid en Sudáfrica

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El objetivo de esta nueva entrega semanal es analizar la historia contemporánea de Sudáfrica. La salud de su ex presidente Nelson Mandela puso al país en la mira de los medios de comunicación. En el informe nos proponemos analizar el origen histórico del Apartheid, la lucha y las negociaciones para finalizar con el régimen segregacionista, la primera presidencia de un hombre de raza negra en la nación y los desafíos de una de las potencias emergentes del Siglo XXI
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En los últimos tres años Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz en 1993, fue internado en cinco oportunidades por problemas de salud, la última por una infección pulmonar. Este hombre de 94 años recibió en estos días, en su casa de Johannesburgo, a la cúpula del Congreso Nacional Africano (ANC), partido político de sus épocas de militancia y del que también forma parte el presidente actual, Jacob Zuma. La visita estuvo acompañada por un grupo de comunicación que expuso el mal estado del ex mandatario. El partido gobernante fue muy criticado por exponerlo en un momento que su estado de salud ha dado sustos. El conflicto actual, en lo que concierne a Mandela, está centrada en quién gestionará los derechos millonarios de su figura. En este sentido existe una batalla legal entre herederos de la familia y abogados que estuvieron cercanos a él durante toda su vida. Mientras unos disputan aspectos financieros, los sudafricanos rezan por la salud de su líder histórico, quien estuvo más de dos décadas en prisión castigado por el régimen segregacionista del Apartheid.  


Las raíces del Apartheid


El colonialismo británico, implementado luego de la llegada de las fuerzas imperiales al Cabo de Buena Esperanza en 1800, tuvo como punto de inflexión la victoria ante los Boers a comienzos del siglo XX. La guerra la protagonizaron los británicos frente a los colonos holandeses y protestantes franceses asentados en la zona desde hacía varias décadas atrás. La derrota de los nativos derivó en el Tratado de Vereeninging y la soberanía de Gran Bretaña sobre las repúblicas sudafricanas. Fundamentalmente minera, la industria que se expandía en los años treinta comenzaba a reflejar la segregación entorno al trabajo entre blancos y negros. Un segundo momento clave en la historia reciente de Sudáfrica es luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Partido Nacional llegó al poder en 1948, posibilitándole a la minoría blanca mantener su poder e implementar políticas segregacionistas. La situación se tornaba controvertida en un continente en donde la descolonización comenzaba a tomar fuerza.


Desde inicios del siglo XX Sudáfrica fue dirigida por una élite blanca, que descendía de los primeros colonos e inmigrantes. El proceso histórico denominado Apartheid comienza tras las elecciones ganadas en 1948 por el conservador Partido Nacional, año también en el que se le quita la participación política a las personas de raza negra, asegurándose los blancos el control del Estado. Las leyes que castigaban el matrimonio mixto, prohibían las organizaciones comunistas y separaban la educación entre blancos y negros, caracterizaron los años cincuenta. La legislación fue asentando un modelo racista ya instalado desde los comienzos de la era colonial. La distribución geográfica también formó parte de la política segregacionista, consolidando un modo de vida diferente entre blancos y negros. En 1954 la unión del Partido Nacional con el Partido Afrikaner, organización que aglutinaba a los Boers, permitió un consenso ideológico y la consolidación del racismo.       


La resistencia y la aparición de Nelson Mandela


La creación en 1912 del Congreso Nacional Africano surgió como respuesta a la dominación británica y para defender los derechos e intereses de la población negra. Los cambios constitucionales propuestos así como las protestas pacíficas fueron aumentando su popularidad, consolidando la fundación en 1944 de la Liga Nacional. Allí militaba Nelson Mandela, quien daba sus primeros pasos en la política sudafricana. La implementación del Apartheid implicó una declaración por parte de los intelectuales, a través de la Carta de Libertad, que exigía una Sudáfrica no racista, unificada y democrática. La resistencia también sufrió divisiones, surgiendo una organización más radical denominada Congreso Panafricano. Este grupo organizó protestas masivas que en su mayoría finalizaron con represión policial y matanzas, como la de Sharpeville en 1960. La situación derivó en el constante Estado de emergencia y la prohibición de las organizaciones políticas negras. De esta manera los militantes fueron conducidos a la cárcel, quedando obligados a formar facciones militares o combatir el Apartheid desde el exterior.  


La resistencia tuvo como figura primordial al abogado Nelson Mandela, quien se unió al Congreso Nacional Africano en 1944. Siendo uno de los líderes de la Liga de la Juventud, organizaba campañas pacíficas contra las leyes segregacionistas. Luego de cumplir un período de encarcelamiento breve, reapareció en público junto a otras figuras, solicitando un Estado multirracial, democrático e igualitario. Además aspiraba a una reforma agraria y una política de justicia social que reparta la riqueza. A comienzos de los sesenta Mandela fue varias veces encarcelado y enjuiciado. Viajo al exilio para hacer conocer su causa y recaudar fondos para el brazo armado del ANC, Lanza de la Nación. En 1964 Mandela fue encarcelado por 27 años en penosas condiciones, siendo rechazados múltiples pedidos de amnistía para que fuera puesto en libertad. Así es que este hombre se convirtió en un símbolo de la lucha contra el régimen segregacionista, representando a la raza negra en Sudáfrica.    


La primera elección multirracial


El aumento de las protestas y manifestaciones tuvo como consecuencia una represión más violenta. Las masacres y huelgas se hicieron comunes en los años ochenta, así como la instalación de un Estado de sitio permanente. Las Naciones Unidas también habían decidido provocar un aislamiento del país y el fin de la Guerra Fría (Sudáfrica era visto por occidente como un muro de contención al comunismo) precipitó la caída del Apartheid. El crack financiero de 1985 complicó la situación para el gobierno, ya que también las inversiones extranjeras se venían reduciendo por la inestabilidad política sudafricana. El grupo minoritario que ejercía el poder mantenía sus beneficios pero un cambio de sistema se hacía inevitable. El fin de la hegemonía blanca y la posterior participación de la raza negra en la política implicaban la decadencia del Apartheid. Durante el gobierno de Willem De Klerk en 1990 se legalizaron las organizaciones negras y se liberó a Nelson Mandela. Comenzó de esa manera las negociaciones entre los grupos blancos que ejercían el poder y el Congreso Nacional Africano. La burguesía negra acordó una serie de beneficios que le posibilitaron una excelente posición social.


El 17 de junio de 1991 se votaron leyes que terminaban con el Apartheid dando por finalizadas ocho décadas para el olvido de la nación. Las elecciones multirraciales de 1994 le dieron la victoria a Mandela. El proceso electoral no fue ajeno a los atentados terroristas por parte de grupos de extrema derecha opuestos a la democratización. El triunfo del Congreso Nacional Africano fue abrumador con un 62% de los votos y obteniendo 252 de los 400 escaños en juego. Por detrás se ubicó el Partido Nacional con un 20% de las preferencias. Un año después, en concordancia con el vicepresidente De Klerk, se creó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación para examinar el régimen segregacionista y condenar los crímenes cometidos. El objetivo era promover una política de unidad nacional, olvidando las décadas de represión.  En lo económico el gobierno de Mandela (94-99) brindó un repunte al país pero sin una mejora en lo social: las promesas electorales no se cumplieron.  Si bien implementó una ley sobre derechos de la tierra, los cambios no fueron profundos. El mayor logro fue la aprobación de una nueva Constitución por parte de la Asamblea Nacional en 1996.  


Superar la desigualdad para convertirse en potencia


El Congreso Nacional Africano de ideología socialista, nacionalista, antirracista y antiimperialista, dio fin a un Apartheid que todavía tiene sus raíces en la sociedad sudafricana. Las leyes cambiaron con la nueva Constitución que dio fin a todo tipo de discriminación racial, pero el momento actual de Sudáfrica está marcado por aquel período gris de la historia reciente. La cuestión de raza es una de las aristas del Apartheid, sin embargo la implementación de un sistema de dominación económica fue parte del régimen segregacionista y aún no pudo ser desterrado por los gobiernos que sucedieron a las administraciones de la minoría blanca. Los gobiernos del ANC lograron una dominación en todo el país menos en una provincia de Ciudad del Cabo donde lidera la Democrática Alianza, un partido multirracial encabezado por una facción blanca. Las diferencias entre negros, blancos y mestizos persisten en las ciudades y a la hora de ejercer el voto.    


El progreso económico de los últimos años permitió la reinvención de las clases sociales, con un sector blanca que se ubica en los mejores barrios de las distintas ciudades pero que en parte ha emigrado. Los bolsones de pobreza convierten a Sudáfrica en uno de los países con el mayor índice de delincuencia en el mundo. La paz entre razas es tensa, las poblaciones viven juntas pero sin mezclarse. La mejora en la macroeconomía y la emergencia de Sudáfrica como una potencia regional en el siglo XXI, tras las dos administraciones de Thabo Mbeki (1999-2009), avizora un futuro con más inclusión. El mandato de Mandela de vivir en paz se cumple y tal como él mismo lo expresó “pasarán muchos años para superar los efectos de las leyes racistas”. En estos días, en un hecho que derivó en múltiples críticas el actual presidente Jacob Zuma se mostró cercano al héroe nacional y fundador de una nueva época en Sudáfrica, una etapa de cambios que el actual mandatario debe seguir profundizando. 

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