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El objetivo de esta nueva entrega semanal es analizar la
historia contemporánea de Sudáfrica.
La salud de su ex presidente Nelson
Mandela puso al país en la mira de los medios de comunicación. En el
informe nos proponemos analizar el origen histórico del Apartheid, la lucha y las negociaciones para finalizar con el
régimen segregacionista, la primera presidencia de un hombre de raza negra en
la nación y los desafíos de una de las potencias emergentes del Siglo XXI
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En los últimos tres
años Nelson Mandela, Premio
Nobel de la Paz en 1993, fue
internado en cinco oportunidades por problemas de salud, la última por una
infección pulmonar. Este hombre de 94 años recibió en estos días, en su casa de
Johannesburgo, a la cúpula del Congreso
Nacional Africano (ANC), partido
político de sus épocas de militancia y del que también forma parte el
presidente actual, Jacob Zuma.
La visita estuvo acompañada por un grupo de comunicación que expuso el mal
estado del ex mandatario. El partido gobernante fue muy criticado por exponerlo
en un momento que su estado de salud ha dado sustos. El conflicto actual, en lo
que concierne a Mandela, está centrada en quién gestionará los derechos
millonarios de su figura. En este sentido existe una batalla legal entre
herederos de la familia y abogados que estuvieron cercanos a él durante toda su
vida. Mientras unos disputan aspectos financieros, los sudafricanos rezan por
la salud de su líder histórico, quien estuvo más de dos décadas en prisión
castigado por el régimen segregacionista del Apartheid.
Las raíces del
Apartheid
El colonialismo
británico, implementado luego de la llegada de las fuerzas imperiales al Cabo
de Buena Esperanza en 1800,
tuvo como punto de inflexión la victoria ante los Boers a comienzos del siglo XX. La guerra la
protagonizaron los británicos frente a los colonos holandeses y protestantes
franceses asentados en la zona desde hacía varias décadas atrás. La derrota de
los nativos derivó en el Tratado
de Vereeninging y la
soberanía de Gran Bretaña sobre las repúblicas sudafricanas. Fundamentalmente
minera, la industria que se expandía en los años treinta comenzaba a reflejar
la segregación entorno al trabajo entre blancos y negros. Un segundo momento
clave en la historia reciente de Sudáfrica es luego de la Segunda Guerra Mundial,
cuando el Partido Nacional llegó al poder en 1948, posibilitándole a la
minoría blanca mantener su poder e implementar políticas segregacionistas. La
situación se tornaba controvertida en un continente en donde la descolonización
comenzaba a tomar fuerza.
Desde inicios del
siglo XX Sudáfrica fue dirigida por una élite blanca, que descendía de los
primeros colonos e inmigrantes. El proceso histórico denominado Apartheid comienza tras las elecciones ganadas
en 1948 por el conservador Partido Nacional, año también en el que se le quita
la participación política a las personas de raza negra, asegurándose los
blancos el control del Estado. Las leyes que castigaban el matrimonio mixto,
prohibían las organizaciones comunistas y separaban la educación entre blancos
y negros, caracterizaron los años cincuenta. La legislación fue asentando un
modelo racista ya instalado desde los comienzos de la era colonial. La
distribución geográfica también formó parte de la política segregacionista,
consolidando un modo de vida diferente entre blancos y negros. En 1954 la unión del Partido Nacional con el Partido Afrikaner, organización
que aglutinaba a los Boers, permitió un consenso ideológico y la consolidación
del racismo.
La resistencia y la
aparición de Nelson Mandela
La creación en 1912
del Congreso Nacional Africano surgió como respuesta a la dominación
británica y para defender los derechos e intereses de la población negra. Los
cambios constitucionales propuestos así como las protestas pacíficas fueron
aumentando su popularidad, consolidando la fundación en 1944 de la Liga Nacional. Allí militaba Nelson Mandela, quien daba sus
primeros pasos en la política sudafricana. La implementación del Apartheid
implicó una declaración por parte de los intelectuales, a través de la Carta de Libertad, que exigía
una Sudáfrica no racista, unificada y democrática. La resistencia también
sufrió divisiones, surgiendo una organización más radical denominada Congreso Panafricano. Este
grupo organizó protestas masivas que en su mayoría finalizaron con represión
policial y matanzas, como la de Sharpeville en 1960. La situación derivó en el
constante Estado de emergencia y la prohibición de las organizaciones políticas
negras. De esta manera los militantes fueron conducidos a la cárcel, quedando
obligados a formar facciones militares o combatir el Apartheid desde el
exterior.
La resistencia tuvo
como figura primordial al abogado Nelson Mandela, quien se unió al Congreso
Nacional Africano en 1944. Siendo uno de los líderes de la Liga de la Juventud, organizaba
campañas pacíficas contra las leyes segregacionistas. Luego de cumplir un
período de encarcelamiento breve, reapareció en público junto a otras figuras,
solicitando un Estado multirracial, democrático e igualitario. Además aspiraba
a una reforma agraria y una política de justicia social que reparta la riqueza.
A comienzos de los sesenta Mandela fue varias veces encarcelado y enjuiciado.
Viajo al exilio para hacer conocer su causa y recaudar fondos para el brazo
armado del ANC, Lanza de la
Nación. En 1964 Mandela fue encarcelado por 27 años en penosas condiciones,
siendo rechazados múltiples pedidos de amnistía para que fuera puesto en
libertad. Así es que este hombre se convirtió en un símbolo de la lucha contra
el régimen segregacionista, representando a la raza negra en Sudáfrica.
La primera elección
multirracial
El aumento de las
protestas y manifestaciones tuvo como consecuencia una represión más violenta.
Las masacres y huelgas se hicieron comunes en los años ochenta, así como la
instalación de un Estado de sitio permanente. Las Naciones Unidas también habían decidido provocar un
aislamiento del país y el fin de la Guerra
Fría (Sudáfrica era visto por
occidente como un muro de contención al comunismo) precipitó la caída del
Apartheid. El crack financiero de 1985 complicó la situación para el
gobierno, ya que también las inversiones extranjeras se venían reduciendo por
la inestabilidad política sudafricana. El grupo minoritario que ejercía el
poder mantenía sus beneficios pero un cambio de sistema se hacía inevitable. El
fin de la hegemonía blanca y la posterior participación de la raza negra en la
política implicaban la decadencia del Apartheid. Durante el gobierno de Willem De Klerk en 1990 se legalizaron las
organizaciones negras y se liberó a Nelson Mandela. Comenzó de esa manera las
negociaciones entre los grupos blancos que ejercían el poder y el Congreso
Nacional Africano. La burguesía negra acordó una serie de beneficios que le
posibilitaron una excelente posición social.
El 17 de junio de
1991 se votaron leyes que terminaban con el Apartheid dando por finalizadas
ocho décadas para el olvido de la nación. Las elecciones multirraciales de 1994 le dieron la victoria a Mandela.
El proceso electoral no fue ajeno a los atentados terroristas por parte de
grupos de extrema derecha opuestos a la democratización. El triunfo del
Congreso Nacional Africano fue abrumador con un 62% de los votos y obteniendo 252 de los
400 escaños en juego. Por detrás se ubicó el Partido Nacional con un 20% de las
preferencias. Un año después, en concordancia con el vicepresidente De Klerk,
se creó la Comisión de la
Verdad y la Reconciliación para
examinar el régimen segregacionista y condenar los crímenes cometidos. El
objetivo era promover una política de unidad nacional, olvidando las décadas de
represión. En lo económico el gobierno de Mandela (94-99) brindó un repunte al país pero sin una
mejora en lo social: las promesas electorales no se cumplieron. Si bien
implementó una ley sobre derechos de la tierra, los cambios no fueron
profundos. El mayor logro fue la aprobación de una nueva Constitución por parte
de la Asamblea Nacional en 1996.
Superar la
desigualdad para convertirse en potencia
El Congreso Nacional
Africano de ideología socialista, nacionalista, antirracista y
antiimperialista, dio fin a un Apartheid que todavía tiene sus raíces en la
sociedad sudafricana. Las leyes cambiaron con la nueva Constitución que dio fin
a todo tipo de discriminación racial, pero el momento actual de Sudáfrica está
marcado por aquel período gris de la historia reciente. La cuestión de raza es
una de las aristas del Apartheid, sin embargo la implementación de un sistema
de dominación económica fue parte del régimen segregacionista y aún no pudo ser
desterrado por los gobiernos que sucedieron a las administraciones de la
minoría blanca. Los gobiernos del ANC lograron una dominación en todo el país
menos en una provincia de Ciudad del Cabo donde lidera la Democrática Alianza, un partido
multirracial encabezado por una facción blanca. Las diferencias entre negros,
blancos y mestizos persisten en las ciudades y a la hora de ejercer el voto.
El progreso económico
de los últimos años permitió la reinvención de las clases sociales, con un
sector blanca que se ubica en los mejores barrios de las distintas ciudades
pero que en parte ha emigrado. Los bolsones de pobreza convierten a Sudáfrica
en uno de los países con el mayor índice de delincuencia en el mundo. La paz
entre razas es tensa, las poblaciones viven juntas pero sin mezclarse. La
mejora en la macroeconomía y la emergencia de Sudáfrica como una potencia
regional en el siglo XXI, tras las dos administraciones de Thabo Mbeki (1999-2009), avizora un futuro con más
inclusión. El mandato de Mandela de vivir en paz se cumple y tal como él mismo
lo expresó “pasarán muchos años para superar los efectos de las leyes
racistas”. En estos días, en un hecho que derivó en múltiples críticas el
actual presidente Jacob Zuma se mostró cercano al héroe nacional y
fundador de una nueva época en Sudáfrica, una etapa de cambios que el actual
mandatario debe seguir profundizando.
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