El lunes el primer ministro
Viktor Orbán aprobó unas polémicas enmiendas constitucionales
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Organizaciones civiles convocaron para
el viernes a una manifestación masiva en Budapest,
capital de Hungría, para protestar contra las nuevas políticas decretadas por
el gobierno nacional populista de Orbán.
La abrumadora mayoría del partido Fidesz aprobó una serie de medidas que
limitan los controles democráticos y atentan contra el Estado de Derecho. El
mandatario tendrá que ratificar las enmiendas dentro de los próximos cinco días
para que entren en vigor y lidiar con las críticas del continente europeo.
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El gobernante partido conservador – Federación de los jóvenes democráticos y del Partido Cívico Hungaro
(Fidesz) – busca la transformación del país de arriba abajo, incluso en la
dimensión espiritual. Para ello, gozando de la mayoría obtenida en las últimas
elecciones, han reformado la Constitución y aprobado cientos de leyes. Las últimas enmiendas ratificadas abarcan
diversos temas. Determinan como base de las relaciones familiares el matrimonio
heterosexual y el vínculo paternofilial, limitan competencias del Tribunal
Constitucional, penalizan a las personas que viven en la calle y prohíben la
propaganda política en medios de comunicación privados durante las campañas
electorales. Además le impone a los universitarios húngaros, becados por el
Estado, trabajar en el país al menos durante ocho años. En materia política se
aprobaron medidas que criminalizan el pasado comunista que amenazan al Partido Socialista, principal fuerza de
oposición.
Ante estas nuevas enmiendas a una Constitución que de por sí ya
fue polémica, organizaciones como Amnistía
Internacional y la Comisión Europea instaron al gobierno a dar marcha
atrás. Los opositores aducen que las medidas tomadas no condicen con las
obligaciones asumidas por Hungría en los tratados internacionales y limitan los
Derechos Humanos, al incluir discriminación sexual y penalización a los
indigentes. Para protestar contra la situación se convocó una movilización para
el Día de la Fiesta Nacional, 15 de marzo, denominada “Un millón por la libertad de prensa”. La manifestación podría
rememorar las protestas de 100.000 personas que se dieron cuando se aprobó en
2012 la última Constitución en la
que el partido Fidesz se aseguraba el poder, cambiaba el nombre de la nación, incluía
recortes a la democracia y afirmaba los valores de dios, el orgullo patrio, la
cristiandad y la familia tradicional.
Peligra el proyecto europeo ante el ascenso de la extrema derecha
Los movimientos para despegarse de la Unión Soviética derivaron en una democracia pluripartidista a
partir de 1989. La alternancia en el poder fue entre socialistas y
conservadores. Con 35 años el actual primer ministro Orbán lideró al país en
1998. Su gobierno se mostró como un contrapeso de la izquierda apuntando al
nacionalismo cristiano pero duró cuatro años. Tras un largo período de
liderazgo del Partido Socialista, en el que Hungría se adhirió a la Unión Europea y donde no se logró
gobernar con eficiencia, los conservadores regresaron al poder. En las últimas
elecciones legislativas en 2010, las sextas desde de la caída de la Unión
Soviética, Orbán obtuvo una mayoría abrumadora sin precedentes. En el
Parlamento unicameral alcanzó 263 asientos de los 386 disponibles,
permitiéndole dominar al país sin grandes complicaciones.
Una de las consecuencias que trajo la crisis económica en Europa
fue el surgimiento de movimientos populistas y ultra nacionalistas. Los
permanentes cambios constitucionales en Hungría son vistos con preocupación por
el Parlamento Europeo, encabezado por Martín Shultz. Además Bruselas expresó su
nerviosismo por las diferencias económicas, ya que Orbán plantea un sistema
económico que se aparta de la doctrina liberal defendida por los organismos
europeos. Esta especie de fascismo posmoderno es observado con escepticismo
también desde Estados Unidos a través del Departamento de Estado. Como
respuesta, el gobierno de Orbán sostiene que están llevando adelante el
programa que la población apoyó en las últimas elecciones. La democracia cristiana, que hoy gobierna
en Hungría, ha sido uno de los pilares de la Unión Europea durante su fundación
y aún lo sigue siendo. Sin embargo si se le da rienda suelta a la extrema
derecha, esta misma podría poner en peligro el proyecto europeo.
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