El gobierno turco de Erdogan sacudido por protestas
callejeras
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Continúan, por cuarto día consecutivo, los enfrentamientos entre la
Policía y los manifestantes en el barrio de Besiktas, Estambul, capital económica de Turquía.
Las fuerzas de seguridad utilizaron gases lacrimógenos para frenar a la horda
que marchaba hacia la oficina del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, al cual acusan de un creciente autoritarismo.
La protesta, que no tiene precedentes, es la mayor muestra de descontento desde
que asumió el mandatario hace más de una década.
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Las manifestaciones comenzaron el lunes 27 de mayo como protesta
contra los planes del gobierno de convertir el Parque Gezi de Estambul en un
centro comercial. El otro proyecto al que se oponen es el plan urbanístico que
incluye la construcción de una mezquita en la Plaza Taskim. La respuesta policial, con la utilización de cañones
de agua para dispersar, provocó que la manifestación alcance una mayor
envergadura. Amnistía Internacional denuncia dos muertos, se estiman 100
heridos y alrededor de 1700 personas fueron detenidas, aunque muchos fueron
dejados en libertad. Los manifestantes hicieron barricadas con adoquines,
señales de tráfico y materiales de construcción. Aseguran que la revuelta no
tiene líderes y surge de forma espontánea, convocada por Twitter, aunque cuenta
con la participación de pequeños grupos políticos de izquierda. Los
manifestantes buscan las disculpas públicas de Erdogan y la detención del
proyecto. También se produjeron enfrentamientos en otras ciudades; en Izmir, al
oeste del país, se originó un ataque a la sede del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo
(AKP).
El primer ministro Erdogan criticó a los manifestantes, a los
cuales calificó de antidemocráticos. El mandatario rechazó las acusaciones y
señaló que la economía ha tenido grandes avances durante su gobierno. Aseguró
que las protestas provienen de grupos extremistas marginales y que los
servicios secretos investigan la implicación de potencias extranjeras, las
cuales le solicitan moderación. También acusó a la principal agrupación de la
oposición, el socialdemócrata Partido
Republicano Popular. Por otra parte, el presidente Abdula Gul pidió sentido común a los manifestantes y afirmó que los
mensajes bien intencionados fueron recibidos por el gobierno. Además expresó su
preocupación por la presencia de organizaciones ilegales. El estallido de esta
protesta ciudadana que surge por quejas medioambientales posee aspectos
principalmente culturales. La reciente legislación que restringe la publicidad
y venta de alcohol así como la eliminación de restricciones sobre la presencia
de la religión en la esfera pública, son factores clave para los sucesos que se
registraron esta semana.
Un gobierno de más de diez años
La formación
política de Erdogan gobierna desde 2002.
Sus números en las urnas se han venido incrementando en las últimas elecciones
y referéndums. En 2011 alcanzó un 50% de los votos en los comicios
legislativos, lo que le permitió obtener 327 de los 550 escaños en el Parlamento.
El mandatario comenzó su carrera política en Estambul, donde hoy son fuertes
las protestas, tras alcanzar la alcaldía en 1994. El objetivo actual de Erdogan es reformar la Constitución
para instaurar un sistema presidencialista, frente al actual régimen
parlamentarista, ante la imposibilidad de renovar su mandato en 2015. Su meta es gobernar hasta 2023, año en que se cumple el
centenario del Estado turco, fundado por el defensor de la laicidad Ataturk, tras el hundimiento del
Imperio Otomano. Con una gestión pragmática durante los primeros años, Erdogan
se ganó la confianza de la población pero con el correr del tiempo se lo acusa
de haber perdido el contacto con la realidad. Las promesas de reformas quedaron
en eso y si bien meses atrás se solucionó la cuestión kurda, los turcos exigen
aún más.
En un país en el
que las huelgas generales no están permitidas, dos semanas de protestas contra
el gobierno es un llamado de atención. La población le pide a Erdogan un cambio
en la forma de hacer política. El tinte autoritario de su gobierno ha llevado a
que grupos heterogéneos encabecen una revuelta política y cultural. Esta nación
que creció un 2% en el último año, miembro de la OTAN y candidato a la Unión
Europea, sufrió una acumulación de emociones por parte de la juventud. Una
protesta que comienza por un proyecto urbanístico en una zona verde pero que
trae por detrás quejas por los cambios en el sistema educativo y en el alejamiento
de un Estado laico. El apoyo a los rebeldes en Siria, lo cual produjo un
atentado por parte de grupos leales a Bashar Al Asad en una ciudad turca
fronteriza, marca un descontento de la minoría alauí. Erdogan tendrá que
cambiar si no quiere terminar como otros mandatarios de la zona. Por ahora se fue
de gira diplomática por países del Magreb como si nada hubiese ocurrido, pero
tendrá que prestar atención a los movimientos que se generan si quiere seguir
firmemente en el poder de esta potencia emergente clave en la región.
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