miércoles, 19 de junio de 2013

Brasil juega un partido distinto durante la Copa de las Confederaciones

Llama la atención las protestas por ser un país que hizo las cosas bien en los últimos años, con un éxito reconocido mundialmente. En el camino a convertirse en una potencia mundial, Brasil atraviesa un momento de reclamos populares. En plena disputa de la Copa de las Confederaciones, alrededor de 250.000 personas aprovecharon la atención mundial para hacerse oír y pidieron mejoras en servicios públicos, educación, salud. Pese al crecimiento del país en los últimos 10 años, la población quiere ser parte del progreso alcanzado y pide por una democracia sin represión policial y el fin de la corrupción política
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Decenas de personas se manifiestan estos días en distintas ciudades de Brasil. Las protestas comenzaron el 14 de junio por un movimiento contra la subida de la tarifa del transporte público. La presidenta Dilma Rousseff se reune con el ex mandatario Luiz Inácio Lula Da Silva y el alcalde de San Pablo, Fernando Haddad, para buscar soluciones.

Se estima que 250.000 personas salieron a las calles en 18 ciudades distintas. En San Pablo, la gente se manifestó de forma pacífica en la Avenida Paulista, en el centro de la ciudad. En otros sectores de la urbe, grupos minoritarios atacaron lugares públicos, apedrearon la alcaldía y agredieron a guardias municipales. La Policía reprimió con gases lacrimógenos intentando detener a aquellos delincuentes y saqueadores que se infiltraron en la muchedumbre. En Río de Janeiro, Maceió, Porto Alegre, Fortaleza, Salvador, Vitoria, Curitiba, Belem y Belo Horizonte, los estudiantes de secundaria y universitarios también invadieron las calles, convocados a través de las redes sociales. A pesar de no tener líderes visibles, se destaca elMovimiento por el Pase Libre, el cual reclama el acceso gratuito al transporte, tema por el cual comenzaron las protestas. La población exige una mejora en la gestión y un freno a la corrupción.

En una primera instancia la presidenta brasileña, Rousseff, calificó como legítimas las manifestaciones pacíficas. Reconoció que son parte de la democracia, recibiendo los reclamos como un mensaje contra la corrupción y el uso indebido de los dineros públicos. Con el paso de las horas, lo que empezó como una protesta contra la gobernación de San Pablo, dominada por el centrista Partido de la Social Democracia Brasileña, se convirtió en algo potente y difuso. Ante ello, la mandataria elaboró una propuesta de diálogo y logró que los municipios revisen las tarifas de transporte, suspendiendo los aumentos propuestos para el metro, tren y autobuses. La protesta también apuntó a la celebración de la Copa de las Confederaciones y la Copa Mundial FIFA en 2014. El gobierno invirtió miles de millones de dólares para preparar estos eventos y cuando el mundo mira hacia Brasil, la población quiso dejar en claro su descontento.

La población busca ser parte del progreso alcanzado

No se observaban manifestaciones de este estilo en Brasil desde la toma de las calles que terminó con la dictadura (1964-1985) o las que precedieron a la salida del presidente Fernando Collor de Mello en 1992. Llama la atención las protestas por ser un país que hizo las cosas bien en los últimos años, con un éxito reconocido mundialmente. Desde 2003 con la presidencia del sindicalista Lula, la nación ha quitado a 30 millones de personas de la pobreza, generando una nueva clase media que hoy busca continuar con su ascenso. La delfín de Lula, Dilma Rousseff, comenzó con fuerza su gobierno y logró un record de aprobación del 75% pero ahora se enfrenta a una población que busca ser protagonista del cambio que se está dando. Exigen mejoras en los servicios públicos, educación, salud, una democracia sin represión policial y el fin de la corrupción política.

Brasil es un país que adquirió fuerza en el continente y es considerado un actor clave en la geopolítica mundial. La confianza en la nación le permitió poder organizar el Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Nadie esperaba protestas callejeras de este calibre, los políticos y el mundo han quedado atónitos con el desenlace de los hechos. Será clave la negociación que podrá realizar Rousseff, antigua guerrillera y conocedora de este tipo de reclamos. La protesta y la lucha por la justicia social tienen un parecido con los movimientos que se generan en Chile, cuando los estudiantes exigen mayor participación en el sistema. Es un sentimiento del despertar de la población. Tal como ocurrió en Medio Oriente o actualmente en Turquía, la ciudadanía sale a las calles para avisar que están allí, atentos a lo que ocurre. En circunstancias distintas a la de dichos países y ante la mirada de todo el mundo por la gran presencia de periodistas internacionales, el brasilero salió a exigirle más a sus políticos. Es parte de la democracia y  es un proceso de crecimiento para un país que busca convertirse en potencia. 

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