Hoy en Egipto son
todas preguntas. Golpe de Estado o levantamiento popular, alianza democrática o
retorno al pasado, segunda revolución o un volver a empezar. La intervención
militar y la masacre contra los manifestantes islamistas hacen temblar a toda
la zona, por la dimensión demográfica y la importancia geoestratégica del país.
La poca paciencia de la oposición y el poco respeto a las minorías del gobierno
de Mohamed Morsi dejaron el campo abierto al ejército.
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Este
lunes en El Cairo, 53 partidarios de Morsi murieron a tiros por parte del
ejército. Según las fuerzas de seguridad, lideradas por Abdel Fatah Al Sisi,
los manifestantes marchaban hacia el cuartel de la Guardia Republicana. Ante el
ataque a sus simpatizantes, los Hermanos Musulmanes llamaron a la población a
rebelarse hasta que el presidente Morsi no sea reintegrado en su cargo. Los
líderes del grupo permanecen acampando en las inmediaciones de la mezquita Raba
el Adamya, junto a simpatizantes del grupo Gama Islamiya.
Mientras
la fiscalía ordenó el cierre del Partido Libertad y Justicia (brazo político de
la hermandad) por haber encontrado armas blancas y de fuego, sus líderes buscan
ayuda en la comunidad internacional. Solicitan al exterior posicionarse a favor
de Morsi y negar un gobierno interino. Sin embargo el golpe de Estado fue
celebrado por aquellos que fueron afectados por la primavera árabe, como Siria
y Arabia Saudita. La diplomacia estadounidense y europea mira para otro lado,
manifestando preocupación pero sin comprometerse.
El
presidente interino, Adli Mansur, suspendió la Constitución de corte islámico.
El favorito de los golpistas para tomar el poder es Mohamed El Baradei, ganador
del Premio Nobel de la Paz y ex director de la Agencia Internacional para la
Energía Atómica. Mansur también propuso al abogado Ziad Baha El Din, fundador
del Partido Social Demócrata. Las autoridades, que cuentan con la protección de
los generales, buscan imponer una nueva Constitución, Parlamento y presidente.
Intentarán armar un gobierno de tecnócratas basados en una hoja de ruta del
ejército.
En
la Plaza Tahrir miles de personas celebraron el golpe de Estado. La oposición
se encuentra unida contra Morsi pero divididas con respecto a los grandes
temas. El ex presidente sufrió ataques desproporcionados y la impaciencia de
una oposición que no respetó los tiempos políticos. El partido salafista Nur,
que respaldó el golpe para que se realicen nuevas elecciones, suspendió su
apoyo por la masacre ocurrida. Los salafistas son la segunda fuerza en el país,
por detrás del grupo fundado en 1928 por Hasan El Bana, los Hermanos
Musulmanes.
El liberalismo y la democracia
En
2011 Hosni Mubarak fue quitado del poder por una oposición unida en contra de
él. Tras un mandato militar de 16 meses, los políticos enfrentaron las
elecciones, las cuales se definieron en segunda vuelta. Morsi superó por la
mínima al ex primer ministro de Mubarak, Ahmed Shafik. Los resultados de los
comicios dejaron a parte de la población insatisfecha, los cuales acusaron a los
Hermanos Musulmanes de robarles la revolución.
Morsi
cometió varios errores durante el año que lideró al país. Sin embargo la
situación no era fácil, tuvo que enfrentar la crisis económica, el
desabastecimiento, la criminalidad, la pobreza, la inflación y el desempleo. La
pasividad con el antiguo régimen, principalmente en lo que respecta a la
judicatura y las fuerzas de seguridad, es uno de los reproches hacia su persona.
Imponer su agenda islámica lo llevó a no respetar a las minorías y cometer errores
en las designaciones para los cargos. De esa manera Morsi fue quedando cada vez
más aislado y tras las manifestaciones populares, sufrió la renuncia de cinco
ministros.
El
frágil equilibrio político fue constante desde la caída de Mubarak. La división
entre los islamistas y opositores se acrecentó, iniciándose una batalla
ideológica entre moderados y radicales. La oposición deberá reconocer la
legitimidad de los islamistas, los cuales ganaron los comicios y seguramente lo
volverán a hacer, ya que las dos principales fuerzas son los Hermanos
Musulmanes y los salafistas.
Egipto,
un país de 85 millones de habitantes pero con una economía débil que le impide
liderar la región, posee un problema histórico con los militares, uno de los
ejércitos más poderosos del mundo. Tras asumir el papel salvador que terminó
con la monarquía en 1952, el país fue dirigido por las fuerzas de seguridad a
través de Nasser, Sadat y posteriormente Mubarak. Morsi nunca fue capaz de
dominar este actor que se encuentra dedicado a mantener la estabilidad del país
y garantizar la paz con Israel.
Los
nuevos movimientos en Egipto buscan desactivar los efectos de la primavera
árabe. Queda claro que la democracia es imposible con un ejército tan protagonista en la vida
política de una nación. El presidente Morsi no estuvo tan apegado a la libertad,
principalmente por la violencia política y el poco respeto a las minorías, sin
embargo fue electo en las urnas y eso debió ser respetado.
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