miércoles, 24 de julio de 2013

A dos años de la tragedia, la respuesta es más democracia

Noruega es uno de los países más prósperos del planeta, sin embargo no está ajeno a los problemas que vive el continente europeo. En este caso no son económicos sino sociales. El ascenso de la extrema derecha y los terroristas solitarios implicó un golpe duro al país nórdico hace dos años atrás. La democracia y el liberalismo fueron las armas usadas para combatir el dolor que causó la matanza de Utoya.              
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El 22 de julio de 2011, Noruega sufrió la tragedia más grave desde la Segunda Guerra Mundial. 77 personas fueron víctimas de dos ataques de Anders Bhering Breivik, un fundamentalista que hoy cumple una condena de 21 años de cárcel prorrogables indefinidamente. El extremista hizo estallar una bomba cerca de las oficinas del gobierno en Oslo que matando a 8 personas. Además fue el autor de una masacre en un campamento del Partido Laborista en la Isla de Utoya, a unos 40 minutos de la capital. Allí, vestido de policía, terminó con la vida de 69 jóvenes, la próxima generación de políticos de la agrupación.

Breivik, un joven de 34 años, acusaba al gobierno de ser blando ante la amenaza extremista en Noruega y Europa. Consideraba a los laboristas culpables de la diversidad racial, cultural y étnica del país nórdico. Breivik sentía que sus valores estaban siendo amenazados y es por ello que culpaba a los gobernantes de entregar la nación a los inmigrantes musulmanes. Perteneciente durante años al Partido del Progreso, de donde fue expulsado, encabezaba una cruzada contra los inmigrantes, a quienes atribuía el querer aprovecharse del sistema sin dar nada a cambio. Forjó su visión del mundo a través de páginas web de extrema derecha y escribió un manifiesto titulado “Una declaración europea de independencia – 2083”.

La Policía no conocía la existencia de este ultraderechista al momento del atentado. El debate sobre si el gobierno hace lo necesario para combatir este tipo de asesinos está instalado en la sociedad. La pregunta que surge es si las administraciones pueden evitar estos solitarios, individuos impredecibles y aislados. Durante los homenajes a las víctimas, que incluyó una misa recordatoria, el primer ministro Jens Stoltenberg recordó que su lucha contra este tipo de terrorismo es a través de más apertura, más democracia pero sin ser ingenuos. Cabe destacar que hace una semana, la Policía francesa arrestó a un neonazi noruego, relacionado con Breivik y acusado de estar preparando un atentado para continuar con su lucha. El problema sigue estando allí y hay que combatirlo.

Noruega como ejemplo de un problema continental

El crecimiento de nuevos movimientos con tendencias xenófobas se puede observar en varios países miembros. Antes de la Segunda Guerra Mundial fue el antisemitismo pero hoy los ultraderechistas poseen un sentimiento islamofobico. En Noruega son alrededor de 200.000 los musulmanes, la mayoría de ellos moderados. Sin embargo los extremistas ven a las personas de Medio Oriente como un grupo homogéneo. Internet es utilizado para debatir y juntar simpatizantes, así es que partidos de derecha se apoderan de su discurso y lo toman para captar votos. El Frente Nacional en Francia y el Amanecer Dorado en Grecia son algunos de los ejemplos. En Holanda, representantes de partidos de extrema derecha han tenido que dar explicaciones a la justicia por incitar al odio.

Noruega, país de 5 millones de habitantes, posee una de las sociedades más abiertas y democráticas del mundo. Es una nación rica en petróleo, madera y pescado, que ha rechazado ingresar a la Unión Europea en dos ocasiones (1972 y 1994). El populista Partido del Progreso, señalado como poseedor de tintes de ultra derecha, es la segunda fuerza del país, por detrás de los laboristas pero por encima del Partido Conservador. Alcanzaron un 23% en las legislativas de 2009 con un leve crecimiento con respecto a los comicios anteriores. Sin embargo la matanza de Utoya fue un duro golpe para esta agrupación contraria a la inmigración. En las elecciones regionales de setiembre de 2011 logró apenas un 11%.

Desde hace décadas, Noruega posee una tradición de política joven y campamentos de verano. A pesar de la tragedia, las nuevas generaciones de laboristas continúan participando en la política, predicando la sociedad cultural y la lucha contra el racismo. Varios sobrevivientes de Utoya serán candidatos en las próximas elecciones generales. En setiembre se realizarán los primeros comicios legislativos posteriores a la matanza. Si bien la reacción del gobierno laborista fue reforzar los dispositivos de seguridad pero sin restringir las libertades de los ciudadanos, afronta diversos cuestionamientos sobre la posibilidad de haber evitado la tragedia.


Las encuestas dicen que Jens Stoltenberg tendrá que dejar el cargo tras dos mandatos, debido al desgaste de los laboristas en el poder. La favorita es Erna Solberg del Partido Conservador, aprovechando el declive del Partido del Progreso, castigado por los medios luego de la tragedia. Sean los laboristas o los conservadores los próximos gobernantes de Noruega, la sociedad en su conjunto se debe un profundo debate sobre extremismo y cómo controlarlo. No es sólo la crisis económica la que hace resurgir a este tipo de xenofobia sino razones más profundas. Encontrar las raíces de este problema será uno de los desafíos de la próxima generación de gobernantes nórdicos. 

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