9.6 millones de
habitantes fueron convocados a votar en las elecciones legislativas de Camboya.
La lucha electoral fue entre el actual primer ministro Hun Sen, quien gobierna desde
hace 28 años y el principal opositor, Sam Rainsy. Con la menor participación de
los últimos 20 años y en medio de acusaciones por fraude, el presente
mandatario renovó su estadía en el cargo. La maquinaria electoral del Partido
Popular sigue funcionando pero el desgaste es notorio.
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La
victoria del partido oficialista fue ajustada y con un éxito menor al del 2008.
Los liderados por Hun Sen obtuvieron 68 escaños de los 123 que componen la
Asamblea Nacional. Esto supone una caída de 22 asientos con respecto a la
legislatura anterior. La principal agrupación de oposición, el Partido de
Rescate Nacional de Camboya, alcanzó 55 escaños para los próximos cinco años. Con
estos resultados, Hun Sen podrá gobernar sin la necesidad de formar un
ejecutivo de coalición, ya que la Constitución estipula como suficiente la
mayoría simple.
Horas
después de cerrados los colegios electorales, el ministro de Información, Jiev
Kanharith, fue quien anunció la victoria del partido gobernante. La jornada
transitó con total normalidad en materia de seguridad, destacándose algunos
disturbios provocados por personas que no podían votar. Transparencia
Internacional caracterizó la elección como caótica por las irregularidades que
se suscitaron. Por ejemplo, algunos habitantes no pudieron ejercer su voto
porque alguien lo había hecho antes con su identidad, mientras que otros
sufragaron sin identificación válida. Además, la ONG Human Rights Watch
denunció que los votantes se sienten amenazados por la Policía y el Ejército, instituciones
que colaboraron con el oficialismo para garantizar la victoria.
A
raíz de esta situación, el Partido de Rescate Nacional de Camboya rechazó los
resultados de los comicios y pidió una investigación con respecto a presuntas
irregularidades. Se solicitó la creación de un comité conjunto de Naciones
Unidas, la Comisión Electoral y los dos partidos principales. La oposición
apunta a la existencia de compra de votos, intimidaciones, la aparición de
alrededor de un millón de nombres falsos y la eliminación de algunas personas
del padrón. En este sentido, la representante de política exterior de la Unión
Europea, Catherine Ashton, celebró el clima pacífico pero criticó algunas
deficiencias anunciadas de ante mano y que no fueron tomadas en cuenta. Si bien
destacó los avances de la Comisión Nacional Electoral, lamentó que el acceso a
los medios y el uso de recursos públicos sean desiguales.
Rumbo a los treinta años en el poder
Hun
Sen es uno de los jefes de gobierno más longevos del continente asiático.
Desertor de los Jemeres Rojos, lidera al país desde 1985, transformando a una
nación devastada en una economía creciente. Su figura representa un símbolo de
la estabilidad y la paz en Camboya. El mandatario, que posee grandes relaciones
con China, prometió permanecer 10 años más en el poder. Sin embargo su gobierno
no es ajeno a la tensión social por las pobres condiciones laborales que
existen en la nación. Además, los camboyanos demuestran cierto enojo ante la
impunidad de las fuerzas del orden y la expropiación de tierras, en beneficio
de empresas extranjeras y la élite política. Desde el exterior, tanto Estados Unidos
como las Naciones Unidas han expresado sus críticas con respecto a los Derechos
Humanos y al acoso a los diputados opositores.
Sabiendo
lo difícil que era vencer en las elecciones la oposición apuntó a un crecimiento
y fue liderada por Sam Rainsy, que regresó de Francia tras 4 años de exilio.
Este ex banquero de 64 años, que logró evitar la cárcel tras ser acusado de
falsificar mapas en las negociaciones con Vietnam, fue recibido por 40.000
personas en las calles de la capital Phom Phen. Perdonado por el Rey Norodom
Sihamoni, se erigió como figura de la coalición opositora que reúne a su
agrupación con el Partido de los Derechos Humanos. También participaron de la
contienda otras seis formaciones con escasa posibilidad, entre ellas el
monárquico FUNCINPEC, principal partido de oposición hasta 2003.
Camboya
celebró el domingo pasado las quintas elecciones desde el retorno de la democracia
auspiciada por las Naciones Unidas en 1993. Previamente, una guerrilla de
orientación maoísta aniquiló al país. Desde 1975 a 1979, la tiranía y el
genocidio fueron moneda corriente en la nación. Los Jemeres Rojos, encabezados
por Pol Pot, buscaron instaurar un sistema socialista con base agraria que culminó
con más de dos millones de muertos por purgas políticas y hambrunas. Camboya
logró superar esta etapa negra de la historia con el apoyo del ejército de
Vietnam, que ingresó al país en 1979 y expulsó a los rojos hacia la frontera
con Tailandia. Sin embargo la inestabilidad se mantuvo hasta 1991 cuando se
firmó la paz en París y se reinstauró la monarquía.
Hun
Sen se posicionó en el gobierno durante la estadía de los vietnamitas en
Camboya. Desde aquel entonces lidera al país con luces y sombras. Sin dudas lo
más negativo es su larga estadía en el poder a través de una maquinaria
electoral aceitada y con un Partido Popular que posee aproximadamente seis
millones de afiliados. El mandatario temió que estas elecciones fueran su final
y por ello declaró el peligro de una guerra civil si perdía. La oposición,
unida como nunca antes, logró mejores resultados que hace cinco años pero no
alcanzó. Sin embargo es el comienzo de una lucha para lograr la esperada
transición.
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