domingo, 11 de agosto de 2013

¿Es peligroso el crecimiento del Islam en Brasil?

En la última década los musulmanes aumentaron su número en el país más grande de Sudamérica. Si bien los datos del censo difieren de los comunicados por los portavoces de la comunidad, la realidad indica que tanto por conversión como por inmigración el Islam se expande en Brasil. La presencia de simpatizantes extremistas puede alarmar al gobierno, aunque no debe perderse de vista que la gran mayoría profesa un Islam moderado.    
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El censo realizado por el Instituto Brasilero de Geografía y Estadística marcó un crecimiento de un 29% de los musulmanes desde 2000 a 2010. La metodología utilizada a la hora de registrar la religión posee ciertas limitaciones. Es por ello que los números de la comunidad musulmana difieren ampliamente con los 35.000 seguidores que se manejan oficialmente. Los centros islámicos y algunos estudiosos del tema aducen que en Brasil hay alrededor de un millón de fieles, lo que convierte a ese país en el segundo de América con más seguidores, por detrás de Estados Unidos. Las cifras son dispares y confusas. Estudios confiables manejan el número de 500.000 a 700.000 en un país de alrededor de 220 millones de habitantes. 

La primera oleada del Islam en Brasil llegó hace siglos a través de los esclavos africanos. Sin embargo, la inmigración más importante desde Medio Oriente fue a mediados del siglo XIX y principios del siglo XX pero en aquel momento se produjo la llegada de árabes provenientes de Líbano y Siria, la mayoría de ellos cristianos y no musulmanes. En la década del cuarenta sí se produjo una oleada musulmana, principalmente de palestinos y jordanos al Estado de Río Grande del Sur. Asentados en el sur del país, los inmigrantes se mostraron afines a mantener fielmente su cultura religiosa. Actualmente la mayor comunidad musulmana en Brasil está en San Pablo, casi la totalidad de ellos son de ascendencia árabe.

A partir del 11 de setiembre de 2001 se produjo un mayor interés por el Islam en Brasil. La cobertura mediática provocó que muchos habitantes se preguntasen qué es lo que realmente dice el Corán. También estos brasileros se sintieron atraídos por la cultura y el significado del Ramadán. Hay quienes aseguran que la telenovela “El Clón”, estrenada ese mismo año y filmada en Marruecos, provocó un entusiasmo y una imagen positiva de la religión. Tal es este “fervor” que se presume que el 85% de las familias musulmanas en Río de Janeiro son brasileros conversos. Un claro indicador del crecimiento de la religión es el aumento de las mezquitas: se estima que hay cuatro veces más de las que había en el año 2000. Otro parámetro que ayuda en la medición es la expansión de centros culturales, librerías y locales gastronómicos, entre los que se encuentra la popular cadena de comida rápida Habib’s.

La política exterior de Brasil en Medio Oriente

Durante la última década no sólo aumentó la población musulmana sino también el interés del gigante sudamericano por el mundo árabe – islámico. Desde la presidencia de Lula Da Silva, la política exterior de Brasil apuntó a la autonomía y la diversificación, y buscó diferenciarse en cierta manera de la llevada a cabo por Fernando Henrique Cardoso. La nueva geopolítica mundial derivó en un relacionamiento interregional de cooperación económica entre Brasil y los países árabes. El aumento del comercio, así como las relaciones Sur – Sur, derivaron en políticas a favor de causas árabes.

Brasil mantuvo un perfil más bajo que Venezuela en sus relaciones con la República Islámica de Irán pero igual se involucró en la búsqueda de una solución al tema nuclear. La postura conjunta de Sudamérica, liderada por Brasil, al apoyar la creación de un Estado Palestino con las fronteras de 1967 en las Naciones Unidas, es otro ejemplo del acercamiento. En el escenario de la Primavera Árabe, Brasilia se opuso a la resolución 1973 del Consejo de Seguridad que avaló la invasión de la OTAN en Libia, más que nada por ser reacio a políticas intervencionistas de tinte imperialista. Además, como un país clave de los denominados BRICS, Brasil participa activamente desde 2005 de los encuentros cumbre entre América del Sur y los países árabes. Incluso también, como parte de la política brasilera de participación en Naciones Unidas, en setiembre de 2007 llegaron al país refugiados iraquíes a través de un programa de reasentamiento.

Diferenciar es clave

Personas desplazadas (geográfica y emocionalmente) y aquellos excluidos de la sociedad son potenciales seguidores de una nueva religión. Las iglesias evangélicas han crecido mucho captando personas que sufren racismo o temas de droga. Así es como también es Islam ha recibido a muchos brasileros en las distintas favelas del país. La conversión de los ciudadanos y la inmigración de musulmanes no tienen nada malo en sí mismo. De hecho el Islam es la religión de mayor crecimiento en los últimos años. Sin embargo, hay varias claves para analizar:quiénes son los que llegan y quiénes enseñan a los aprendices.

Se estima que en las últimas oleadas provenientes del Líbano han llegado a Brasil 20.000 seguidores del Islam chiíta, el más radical. Además, personas vinculadas con la agrupación terrorista Hezbola se han radicado en la triple frontera de Brasil, Argentina y Paraguay. Allí se valen de actividades ilícitas (narcotráfico entre otras) como una de las fuentes de financiación. Un cable diplomático de la Embajada de Estados Unidos revelado por WikiLeaks demostró la preocupación del gobierno norteamericano por las actividades de la comunidad musulmana en Foz de Iguazú.


Demonizar a los musulmanes como presuntos terroristas es un error de ignorancia. La mayoría del Islam en Brasil es moderado y mantiene buenas relaciones con las otras comunidades, así como con el gobierno. Sin embargo, hay que prestar atención a dónde llegan aquellos que, motivados por el conocimiento de la religión, acuden a centros lejanos de las comunidades islámicas de cabecera. El crecimiento del Islam no supondrá ningún problema para Brasil siempre y cuando se mantenga un balance entre la comprensión a una religión y la prevención ante una posible llegada de elementos extremistas.  

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