viernes, 9 de agosto de 2013

Informe Semanal: La triple estrategia para combatir la causa uigur

La causa uigur es uno de los tantos conflictos internos que posee China. Los uigures son una de las más de cincuenta etnias reconocidas en el país. De religión musulmana y origen turco, son casi nueve millones de personas que habitan en la región de Xinjiang, al oeste del gigante asiático. Rodeada por una cadena montañosa y por el desierto de Taklamakan, Xinjiang es la provincia de mayor extensión y en ella coexisten principalmente dos culturas, no siempre de forma armoniosa.

Los uigures, culturalmente próximos a Asia Central, son seguidores de la rama sunní del Islam. Durante décadas fueron mayoría en la región, representando un 50% de los habitantes, pero en los últimos tiempos se han visto invadidos, influenciados y copados por la etnia han, la mayoritaria en China. Beijing está dominando este conflicto a través de una triple estrategia; utiliza la fuerza cuando es necesario, ejerce un soft power gracias al progreso económico y desarrolla la seguridad regional. Estas acciones traen como resultado que el sueño secesionista uigur se convierta en una utopía.
La represión constante y los disturbios de 2009
El Islam, los deseos independentistas y la lucha armada forman un triángulo negativo para Beijing, por lo que todo reclamo exacerbado de la población uigur es reprimido con dureza por el gobierno. Las protestas ocurridas en la ciudad de Gulja en 1997, que terminaron con la muerte de muchos manifestantes, motivaron políticas más duras. Actualmente los uigures se encuentran molestos por la imposición de la cultura marcada por el Partido Comunista y el sometimiento de su pueblo. La mayoría de la etnia busca el respeto a sus valores a través de medios pacíficos pero los desórdenes pueden ocurrir en cualquier momento, ya que las manifestaciones son frenadas de forma sistemática, vulnerando los Derechos Humanos de esta población.  
En julio de 2009 en Urumqi, capital de Xinjiang, se produjo la mayor represión a los uigures. Una manifestación pacífica motivó el enfrentamiento entre las poblaciones. Los chinos han, armados con palos, salieron a las calles para enfrentarse a los uigures y el ejército cerró la ciudad. Los chinos intentaron ingresar a las mezquitas acusando a los uigures de querer modificar su cultura. Los enfrentamientos de aquel año fueron los más violentos en China desde los ocurridos en la Plaza Tiananmen en 1989. Se estiman, aunque es difícil de comprobar las cifras reales, que murieron más de 200 personas y fueron heridas alrededor de 1800. Por fuera de estos números están las confiscaciones, secuestros, detenciones masivas y las ejecuciones que el ejército pudo haber llevado a cabo. A estos acontecimientos le siguió el denominado apagón informático, utilizado seguramente para cometer todo tipo de abusos. En aquel entonces, Human Rights Watch denunció desapariciones y el cierre de los ingresos a la ciudad.
El gobierno chino justifica la violencia utilizada por la amenaza terrorista. Aunque sean minoría los uigures que toman el camino del extremismo, existen y sirven como excusa. En 2011, China logró que Naciones Unidas incluya al Movimiento Islámico de Turkestán Oriental en la lista de grupos terroristas. Además, constantemente busca relacionarlos con los talibanes, Al Qaeda y agrupaciones chechenas. La cercanía de la región con Pakistán y Afganistán, supone la posible llegada de influencias islamistas extremas.
El poder suave: la economía
El escaso desarrollo económico de la región fue visto por el Partido Comunista como una de las causas que pueden provocar el sentimiento independentista. Consideraron que una buena estrategia para combatir la secesión es reducir las diferencias entre las provincias alejadas y el resto del país. La gran inversión económica denota que hay muchos objetivos en juego; el principal radica en que Xinjiang es la puerta de entrada al corredor centro asiático. La construcción permanente y la llegada del tren de alta velocidad implican una apuesta de China para crear una nueva Shangai al oeste de la nación.
Rememorando la histórica ruta de la seda, que unía Xian con Constantinopla, China busca formar en Xinjiang un centro logístico que conecte las regiones centrales y costeras con Asia Central. Las relaciones comerciales entre China y sus vecinos de la zona han crecido mucho en el último tiempo y la explotación de materias primas en la región es constante, ya que la demanda interna de energía lo exige. Xinjiang debe ser un territorio seguro debido a que existen grandes proyectos de desarrollo relacionados con las enormes reservas de petróleo, gas natural, carbón y uranio. Dos claros ejemplos son el oleoducto de 3000 km entre China y Kazajstán y el gasoducto de 7000 km que va desde Turkmenistán hasta Shangai, pasando por Uzbekistán y Kazajstán. 
Horgos, ciudad fronteriza con Kazajstán, fue declarada Zona Económica Especial al igual que Kashgar, otra localidad de la zona. El objetivo del gobierno es atraer inversión extranjera gracias a las excepcionalidades brindadas; de esta manera las obras de infraestructura son recibidas de forma constante. Comerciantes y trabajadores de distintas provincias arriban y diluyen a los uigures. Los han ya son mayoría en la urbes, relegando a los uigures a zonas más despobladas, principalmente al sur del desierto. Los inmigrantes se ubican en las ciudades del norte, en donde se destaca la construcción constante de bancos y centros comerciales. Nicolás de Pedro[i], especialista en temas de Asia Central, aduce que la principal causa del malestar de los uigures es la inmigración.
En la última década en Xinjiang se dio el proceso que Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araujo[ii] denominan “hanificación”, una asimilación constante del lugar a través de la oleada de la etnia han, el crecimiento de la cultura china y la expansión del mandarín. Estos transformaciones están muy relacionadas al desigual reparto de trabajo, ya que los puestos de mayor responsabilidad son ocupados por los han, al igual que los cargos en la administración pública. A su vez, el control constante a las actividades religiosas conlleva a una situación de escasa libertad de culto, causando un riesgo para China por la posible incursión de corrientes extremas. Estas situaciones generan un fuerte resentimiento.
El control a la diáspora
La represión y el empleo de una estrategia económica en la zona no es suficiente para controlar la causa uigur. Para China sería difícil mantener la calma en Xinjiang sin la cooperación de los países de Asia Central y sin aplastar a la diáspora. A través de organizaciones continentales y tratados bilaterales, China se asegura de sellar la frontera para frenar un posible apoyo a sus rivales desde el exterior. 
China, Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán crearon en 2001 la Organización de Cooperación de Shangai. La misma supone un convenio entre los países para la cooperación militar y el intercambio de información entre los servicios secretos. Este organismo es clave para los intereses de seguridad en Xinjiang, una provincia en donde se han realizado pruebas nucleares e instalado centros de control de telecomunicaciones.
En el aspecto bilateral, China exigió un compromiso diplomático a la vecina Kazajstán, en donde vive la mayor diáspora uigur, estimada en 200.000 personas. El acuerdo, que supone el no apoyo a movimientos secesionistas, debe ser respetado a raja tabla por los vínculos fuertes económicos entre ambos países. Kazajstán depende del abastecimiento chino y se encuentra inundada de productos de la potencia asiática, que van desde electrodomésticos hasta vajillas. La diáspora uigur también se instaló en Kirguistán, país que posee un entorno político más abierto. Allí, donde habitan más de 40 mil uigures, se produjeron ataques a locales chinos y asesinatos. En Uzbekistán y Turkmenistán las comunidades son pequeñas y tienen pocos vínculos con las residentes en China.
A nivel internacional, la causa no ha logrado los apoyos necesarios como si los han tenido los tibetanos. Seguramente los sustentos se relativizan por la presencia musulmana. La figura en la diáspora es Rebiya Kader, exiliada tras estar encarcelada en China. Beijing realizó una campaña diplomática dura en su contra para evitar su ascenso, aunque Kader obtuvo apoyos en Japón y Australia. Su objetivo es internacionalizar el conflicto para que el conflicto sea conocid0. Los uigures que llegaron a Estados Unidos, Turquía y Alemania tratan de ir por el mismo camino. El Congreso Uiguir Mundial, creado en 2004, tiene su sede en Munich. Mientras que desde Turquía, a donde huyeron una gran cantidad, se oyó la voz del presidente Erdogan, quien en 2009 pidió que finalicen las atrocidades cometidas contra este pueblo. 
La independencia es una utopía
Las uigures reivindican la cultura de su pueblo que habitaba esta zona desde hace siglos. La invasión china, durante la dinastía Qing, se dio a mediados de los 1700 pero el dominio fue frágil. Hasta fines del siglo XIX, la presencia rusa y las disputas con el imperio británico fueron características en el oeste de China. Aprovechando la inestabilidad, los uigures lograron formar una nación propia pero de vida corta; en 1933 se fundó Turkestán oriental. La nueva nación era vista como un freno al avance de China y la Unión Soviética, pero Stalin la derrocó y luego en 1949, el ejército comunista conquistó Xinjiang. Como toda provincia china vivió las distintas fases de la nación: los excesos, las hambrunas y la represión, así como los temblores políticos durante la Revolución Cultural.
Entre los años ochenta y los noventa se produjo el momento más cercano a la independencia para los uigures, debido a que la caída de la Unión Soviética le permitió a las naciones de Asia Central crear sus repúblicas independientes. Los cambios en China, que habían llegado de la mano de Deng Xiaoping, permitieron cierta tolerancia y permisividad con el Islam y su lengua. Las autoridades, seguramente distraídas con el crecimiento de otras zonas del país, dejaron crecer el sentimiento separatista; sin embargo, China nunca quiso desprenderse del territorio. Si bien se concedieron permisos, se abrieron fronteras y se otorgaron visas, la secesión hubiese sido demasiado problemática para el país.
Los uigures vieron su libertad en el horizonte pero el nacionalismo nunca tuvo la unidad necesaria para formar un movimiento independentista como en el Tibet. Hoy en día a lo máximo que pueden aspirar los uigures es al respeto por sus derechos y su cultura. En las circunstancias actuales, la independencia es imposible. El dominio chino es seguro y sólido. Hace tiempo que con su triple estrategia, China les ganó la guerra.


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