La turbulenta transición
política en esta nación del norte de África, abre espacios de inestabilidad que
son aprovechados por la red terrorista líder en la actualidad. El asesinato de dirigentes
opuestos a las políticas extremistas islámicas es la estrategia utilizada por
Al Qaeda para hacer temblar los cimientos políticos que el partido Ennahda
trata de crear. Se necesita acelerar la transición y realizar unas elecciones en
el corto plazo pero solo con eso no alcanza, el ejército debe derrocar a Al
Qaeda antes que sea tarde.
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En
los últimos días la falange Okba Ibn Nafka, perteneciente a la red Al Qaeda,
asesinó a ocho soldados de una unidad de elite. Las fuerzas de seguridad
cayeron en una emboscada y terminaron degollados por los terroristas. Este
hecho provocó de inmediato una serie de manifestaciones espontáneas en la sede
del partido islamista moderado gobernante, Ennahda. Los partidos de la
oposición y la poderosa Unión General de Trabajadores Tunecinos se unieron
exigiendo la dimisión del actual primer ministro, Ali Larayed.
Acusado
de ser incapaz de combatir a Al Qaeda, el mandatario llamó al diálogo y ofreció
elecciones para diciembre de este año. Ali Larayed pertenece a una agrupación afín
a los Hermanos Musulmanes y es quien lidera actualmente la transición. Tras
condenar el ataque, hizo un llamado a la unidad nacional y puso como prioridad
la lucha contra el terrorismo. A su pedido se adhirió el presidente Moncef
Marzouki, perteneciente al Partido Nacionalista y parte de la coalición del
gobierno.
A
principios de este año, militantes de Al Qaeda se agruparon en los montes de
Chaambi, en la provincia de Kabserine al oeste del país, cerca de la frontera
con Argelia. Sin embargo el asesinato de los soldados fue hasta el momento el
mayor golpe terrorista desde la caída del presidente Ben Ali. Túnez se
convirtió en un nuevo frente terrorista en el norte de África, tras la
expulsión de los yihadistas de Mali, por la presencia del ejército francés. Los
terroristas se han trasladado al sur de Libia, en donde se aprecia un gran
tránsito de militantes hacia Argelia, Níger y Túnez.
En
mayo fueron heridos militares por la explosión de minas antipersonales,
causando que la Guardia Nacional de un paso atrás, dejando al Ejército al mando
de la lucha anti terrorista. Sin embargo, el Ejército posee 27.000 hombres, mal
equipados, y deberán combatir contra Al Qaeda, que posee armamento robado a las
Fuerzas Armadas de Libia y Mali. Esta semana las fuerzas de seguridad
respondieron de inmediato para marcar presencia con una operación a gran escala
aérea y terrestre. El objetivo es no perder espacio en momentos donde el país avanza
en la transición, tras designar dirigentes claves para diversos órganos.
La transición debe acelerarse
La
última crisis política se había suscitado por el asesinato del diputado de la
izquierda laica, Mohamed Brahmi. El dirigente de 58 años era coordinador del
Movimiento del Pueblo, crítico del gobierno y perteneciente a la coalición
Frente Popular. El principal sospechoso de su muerte es Boubakeur El Hakim, el
mismo que se presume mató a Chokri Belaid tiempo atrás. Frencés de origen
tunecino, este hombre de 30 años es uno de los terroristas más peligroso de la
zona, buscado por tráfico de armas desde Libia y posiblemente vinculado con la
agrupación salafista Ansar Al Sharia.
La
inestabilidad en Túnez comenzó en diciembre de 2010 cuando un vendedor
ambulante se prendió fuego dando inicio a la revolución que terminó con Ben Alí
y que se extendió al resto de los países (Primavera Árabe). A partir de la
caída del histórico líder se produjo una lucha entre laicos e islamistas por el
poder, con la presencia sofocante de elementos extremistas. Las elecciones
legislativas de 2012 las ganó Ennahda, acordando un gobierno tripartito. Sin
embargo la crisis política que se sucedió tras el asesinato de Belaid hizo
renunciar al primer ministro Hamadi Yabali, quien no pudo controlar la
situación ni formar un gobierno de tecnócratas.
La
historia se vuelve a repetir. Ali Larayed asumió con el apoyo de dos partidos
laicos hasta los comicios de fin de año. El asesinato de Brahmi volcó a la
gente a las calles, reclamando cambios urgentes. El ministro del Interior fue
el primero en reaccionar, poniendo su cargo a disposición para calmar las
aguas. Desde el extranjero se pide paciencia tras los asesinatos que suponen un
golpe a la democracia. La inestabilidad en la nación es un peligro para Túnez y
para las potencias occidentales debido a un posible crecimiento de Al Qaeda en
la zona.
Los
políticos tunecinos se encuentran en el último tramo para redactar la nueva
Constitución, la que se estima estará lista en octubre. Túnez necesita salir
rápidamente de la transición, asegurándose un gobierno fuerte para combatir y
rodear al grupo terrorista. Los islamistas moderados de Ennahda están siendo
cuestionados por la población, tras el aumento de divisiones, el caos, los
problemas para reactivar la economía y la dificultad para frenar a los
salafistas. Además, la oposición recibió un fuerte espaldarazo con lo sucedido
en los últimos días en Egipto por la caída del gobierno islamista. La ansiedad
está minando muchos logros de la Primavera Árabe, Túnez deberá tener cuidado.
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