El movimiento indígena
de Ecuador fue clave en la última década. Las presiones ejercidas y las marchas
por todo el país han terminado con mandatos presidenciales. En un país más
estabilizado, liderado por Rafael Correa, la agrupación Pachakutik aún no encontró
su lugar. Divididos a favor y en contra del oficialismo perdieron fuerza y
protagonismo, convirtiéndose en la sexta fuerza política. El nuevo liderazgo tiene
muchos desafíos por delante, el principal es llevar adelante la lucha medio
ambiental, un problema característico de los actuales gobiernos progresistas de
Sudamérica.
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El
brazo político de los indígenas ecuatorianos, Movimiento Pachakutik, eligió en
estos días a su nueva líder, Fanny Campos. Ella será la primera persona de sexo
femenino que encabeza este grupo creado hace 18 años. Su objetivo será unificar
al movimiento y recuperar el peso perdido en el último tiempo. La agrupación
surgió en 1995 y llegó al Congreso tres años después. Fue decisiva en la caída
del Presidente Abdalá Bucaram, destituido por el Parlamento y también fue clave
en el 2000 cuando las Fuerzas Armadas depusieron a Jamil Mahuad y colocaron al
vicepresidente como mandatario. Según el ex presidente, los indígenas que
habían tomado carreteras y que llegaron hasta Quito, contaron con el apoyo
logístico del Ejército.
Luego
de la caída de Mahuad, los indígenas formaron alianza con el militar Lucio
Gutiérrez, incluso ocupando ministerios. Posteriormente el vació en el poder
dejado por el mandatario impulsó la llegada de Rafael Correa. Durante la
campaña electoral de 2006 se produjo una gran división interna en este
movimiento que busca representar los intereses de la Confederación de
Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE), principal fuerza social del país.
Para las elecciones de aquel año, el candidato indigenista fue Luis Macas. El
resultado fue un fracaso ya que se obtuvo tan sólo 2.1 % de los votos.
Con
el tiempo y dado los fracasos electorales, se buscaron alianzas con Correa como
la realizada en Chimborazo en 2009. Sin embargo los que pactaron con el
gobierno fueron tratados como traidores, debido a las diferencias existentes
con el gobernante Alianza País. El candidato de los Pachakutik para las últimas
elecciones presidenciales, realizadas en febrero de este año, fue Alberto
Acosta, uno de los fundadores de la coalición oficialista. Como ex ministro de
Energía y Minas se mostró a favor de la protección del medio ambiente y acusó a
Correa de traicionar a la verdadera izquierda. Pero los resultados obtenidos
denotan que la estrategia de formar un frente común no fue fructífera, ya que
obtuvieron un 3.7% y cinco diputados, quedando relegados como la sexta fuerza
política de Ecuador.
Correa y un problema constante en América Latina
El
principal conflicto entre los indígenas y el gobierno de Correa es con respecto
a la explotación minera. Las marchas desde el Amazonas hasta Quito se han
multiplicado exigiendo la salida de las empresas chinas del Ecuador. La
separación con el gobierno se dio tras la detención y agresión policial de más
de 20 personas que exigían obras viales para la localidad de Dayuma. Luego de
este in suceso, la ex Secretaría de Comunicación perteneciente a la agrupación
indígena, Mónica Chuji, dejó el gobierno. El movimiento Pachakutik acusa al
gobierno de perseguimiento, mientras que estos aducen que los manifestantes quieren
bloquear el bombeo de petróleo.
Correa
se apoyó en algunos dirigentes indigenistas, acusando al resto de querer
desestabilizar su gobierno. Del otro lado, las comunidades se han opuesto a la
explotación minera debido a la contaminación de ríos y el desplazamiento de
personas. Estos movimientos se refieren a la firma de contratos con empresas
extranjeras para la explotación de cobre y otros proyectos multimillonarios.
Los indigenistas exigen que una participación de los acuerdos y la aprobación
de leyes para regular el manejo del agua así como la redistribución de tierra.
En definitiva, acusan al gobierno de estar llevando adelante un modelo de
extracción negativo para el país.
Correa,
que comenzó su tercer mandato en junio de este año, ganó las últimas elecciones
con casi un 60% y estará en el poder hasta 2017, completando diez años como
presidente. Este economista llegó al poder en 2006, dos años más tarde impuso
una nueva Constitución y revalidó su cargo, dándole continuidad a un país que
se había caracterizado por la inestabilidad, dado que los últimos tres presidentes
no habían culminado su mandato. Actualmente se reconoce a Correa en el mundo
por el asilo político brindado a Julian Assange, creador de Wikileaks, y a
Edward Snowden, ciudadano norteamericano que divulgó las redes de la CIA.
El
gobierno de Correa tiene luces y sombras. Su carta de presentación es la
prosperidad económica y el crecimiento en los presupuestos tanto de salud como
de educación. La ayuda social, el aumento de la infraestructura, la mejora en
el empleo y los salarios, son grandes logros del gobierno. Las sombras vienen
por el lado del respeto a las libertades y los problemas con la prensa. En los
últimos tiempos un órgano de la Organización de Estados Americanos alertó las
restricciones a la libertad de prensa por la Ley de Comunicaciones.
Alejarse
de la dependencia del petróleo, industria de la cual el gobierno recibió muchos
ingresos, es uno de los desafíos de Correa. Por ello es clave la minería y
también el conflicto con los indígenas, a quienes el mandatario acusa de ser la
izquierda infantil. La disyuntiva entre proyectos multimillonarios extractivos
y los reclamos medio ambientales es un problema para los gobiernos progresistas
de Sudamérica. Siempre defensores de las causas de los más débiles, hoy tienen
que dejar atrás el discurso y apuntar al crecimiento económico. Correa lo
resumió en una frase: “no podemos ser mendigos sentados en saco de oro”.
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