El anciano de
77 años, Adelaziz Buteflika, volvió a ganar las elecciones e iniciará su cuarto
mandato consecutivo. Aunque hace un año todo indicaba que la salud del actual
presidente le iba a impedir renovar su estadía en el poder, Buteflika
nuevamente vence y alarga la tan ansiada transición en Argelia. Los dirigentes
del Frente de Liberación Nacional, partido dominante en este país, no quisieron
arriesgar con una nueva figura y apostaron por una transformación segura.
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Lo más importante en las elecciones presidenciales
de Argelia no fue el 81% de votos que obtuvo Buteflika (3.5% menos que hace
cinco años) sino el alto porcentaje de abstención, que llegó a 51% o quizás más
si se incluyen aquellos ciudadanos que no poseen carné electoral. Tal número
era previsto principalmente por el desgano de la gente joven que hoy representa
casi la mitad del país ya que el 45% de los argelinos tiene menos de 25 años.
Cansados de la burocracia, la clase política y la carencia de libertades
públicas, cierto sector de la población exige otra concepción de país. Sin
embargo el movimiento crítico Barakat (Bastante en español), que se expandió en
las calles en los últimos tiempos, no logró mucha convocatoria en la jornada
electoral.
Las elecciones del jueves pasado se desarrollaron
con total tranquilidad y mucha presencia de las fuerzas de seguridad. Buteflika
concurrió a votar con normalidad a pesar de que hace más de dos años no se lo
veía en público, después de aquel derrame cerebral que lo mantuvo internado 80
días en París. La campaña electoral de esta figura histórica la realizaron seis
de sus principales colaboradores, aprovechando los medios oficiales. Esa fue
una de las quejas del líder de la oposición, Ali Benflis, quien obtuvo un 12% y
denunció fraude. Este abogado independiente fue ex jefe de gobierno de
Buteflika durante su primer mandato. Benflis propuso en estos días una
conferencia nacional para debatir el avance a la democracia. También cabe
destacar que el resto de los candidatos no lograron más de un 3% en los
comicios.
Argelia clave para Europa
Este enorme país del norte de África mantiene
cierta estabilidad pese a la Primavera Árabe que en 2011 sacudió la región.
Buteflika lidera Argelia desde 1999 cuando inició el proceso de reconciliación
nacional que dio fin a una larga guerra civil, entre el ejército y los
militantes islamistas, que dejó como saldo alrededor de 200.000 muertos. Aquel
conflicto se desató debido a que los partidarios del Frente Islámico intentaron
tomar por la fuerza lo que los militares le habían arrebatado en las urnas en
1992. Tras ese período de guerra, la figura de Buteflika representa
pacificación y estabilidad en el segundo país con mayor producción de hidrocarburos en
África. Es un político respetado también por su participación en el Movimiento
de Liberación que luchó contra el dominio colonial francés.
La certidumbre en Argelia es tranquilidad para sus
socios comerciales, principalmente europeos, ante los problemas que surgen en
Rusia y Ucrania por el actual diferendo de Crimea. Los movimientos bruscos en
un gigante como este país de 38 millones de habitantes, supondrían un peligro
para los intereses occidentales. Es por ello que no se oyen muchas voces de
disconformidad con respecto al oficialismo argelino, igual de anti democrático
que muchos otros. Europa y Estados Unidos prefieren aceptar esta aparente
democracia antes que dejar el gobierno al libre albedrio y que las urnas le den
la victoria a islamistas de políticas indescifrables.
Buteflika, que se inició en la política hace 52
años como Ministro de Juventud y Deporte, hoy vuelve a ganar las elecciones,
siendo la clave de una posible lenta transición a la democracia. Con una
economía en crecimiento pero con grandes problemas estructurales, Argelia se
mantiene estancado en lo que refiere a reformas democráticas. Dado el estado de
salud del presidente, no se puede precisar cuánto tiempo más estará en el poder.
Por lo tanto, las promesas sobre una revisión de la Constitución y una apertura
deberán realizarse cuanto antes; debido a que el poder autoritario ya no se
mantiene tan fácil ante esta juventud cada vez más numerosa en el norte de
África.
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