jueves, 17 de abril de 2014

El choque de milicias en República Centroafricana

Las Naciones Unidas decidieron actuar en el conflicto que existe en este país desde hace un año. Aunque la mayoría de los especialistas afirma que es una intervención tardía, la misma podría ayudar para evitar una catástrofe mayor. Las disputas entre las milicias musulmanas y cristianas han llevado al segundo país más pobre del mundo a una situación de caos. El continente africano aún lucha contra este tipo de conflictos y la República Centroafricana es un ejemplo de ello.
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Esta semana el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) aprobó el despliegue de una misión de paz de 11.800 militares. La propuesta de Francia, antigua metrópoli, tiene como objetivo restaurar el orden y frenar el resurgimiento de la violencia sectaria. Actualmente existe en la República Centroafricana una misión de la Unión Africana y en breve la Unión Europea apoyará con un contingente para intentar aliviar a las fuerzas francesas presentes allí. Las fuerzas de paz de la ONU no llegarían hasta setiembre debido a las dificultades logísticas, la carencia de infraestructura y las necesidades de construir bases así como instalaciones sanitarias. Cabe recordar que la República Centroafricana no tiene salida al mar y es una nación con extensas fronteras sin control.

Hay cierto convencimiento que la ayuda humanitaria está llegando tarde ya que las masacres y el caos comenzaron meses atrás. Los enfrentamientos entre milicianos de Seleka y los Anti balaka se producen desde diciembre pero se han incrementado en los últimos días. El conflicto reciente se remonta a marzo de 2013 cuando se produjo una rebelión de 15.000 milicianos del grupo Seleka, apoyados por miles de soldados extranjeros. Se presume que la nación vecina Chad brindó apoyo para el golpe de Estado debido a la mala relación que había tenido con el entonces presidente Francois Bozize. El mandatario cayó a los pocos días que estalló el conflicto y tuvo que exiliarse en Camerún.

La rebelión de Seleka, grupo en su mayoría compuesto por musulmanes del norte, fue liderada por Michel Djotodia, quien había intentado años atrás llegar al poder a través de las urnas. Cuando asumió el mando suspendió la Constitución, disolvió el Parlamento y gobernó con decretos. La capital Bangui fue sinónimo de caos con ejecuciones, torturas y violaciones. Algunas facciones de Seleka atacaron a cristianos con impunidad y destruyeron la poca infraestructura que había en el país. En esta ola de violencia e inestabilidad es que surgieron en las aéreas rurales una milicia cristiana para proteger a los ciudadanos, denominada Anti balaka.

Violencia sectaria como moneda corriente

En enero de 2014 debido a la presión de Francia y otros países occidentales, Michel Djotodia abandonó el poder. El grupo Seleka se replegó en las provincias del norte y este del país tras la clave intervención del ejército francés. Catherine Samba-Panza, ex alcaldesa de Bangui, asumió con el objetivo de formar un gobierno de coalición y pedir la ayuda necesaria en las Naciones Unidas. Sin embargo el odio entre las milicias ya alcanzó un punto muy alto y peligroso. El grupo Anti balaka, nacido en los noventa, busca revancha por lo ocurrido durante la estadía de Seleka en el poder y siembran terror en las poblaciones musulmanas.


Amnistía Internacional habla de una tragedia de proporciones históricas, mientras que la ONU se refiere a una campaña de limpieza étnico religiosa. La milicia Anti balaka es ahora la mayor amenaza por las masacres que se están perpetuando en los enclaves musulmanes de esta nación ubicada en la frontera entre la África musulmana del norte y la cristiana del sur. La situación actual en este país de 4.5 millones de habitantes recuerda lo que ocurrió décadas atrás en Ruanda. Mientras algunas de las naciones africanas dejaron atrás los conflictos interétnicos, otras como la República Centroafricana aún tiene que lidiar con los millones de desplazados y con un conflicto importante entre milicias. 

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