Las Naciones
Unidas decidieron actuar en el conflicto que existe en este país desde hace
un año. Aunque la mayoría de los especialistas afirma que es una intervención
tardía, la misma podría ayudar para evitar una catástrofe mayor. Las disputas
entre las milicias musulmanas y cristianas han llevado al segundo país más
pobre del mundo a una situación de caos. El continente africano aún lucha
contra este tipo de conflictos y la República Centroafricana es un
ejemplo de ello.
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Esta semana el Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) aprobó el despliegue de una
misión de paz de 11.800 militares. La propuesta de Francia, antigua metrópoli,
tiene como objetivo restaurar el orden y frenar el resurgimiento de la
violencia sectaria. Actualmente existe en la República Centroafricana una
misión de la Unión Africana y en
breve la Unión Europea apoyará con
un contingente para intentar aliviar a las fuerzas francesas presentes allí. Las
fuerzas de paz de la ONU no llegarían hasta setiembre debido a las dificultades
logísticas, la carencia de infraestructura y las necesidades de construir bases
así como instalaciones sanitarias. Cabe recordar que la República
Centroafricana no tiene salida al mar y es una nación con extensas fronteras
sin control.
Hay cierto convencimiento que la ayuda humanitaria
está llegando tarde ya que las masacres y el caos comenzaron meses atrás. Los
enfrentamientos entre milicianos de Seleka
y los Anti balaka se producen desde
diciembre pero se han incrementado en los últimos días. El conflicto reciente
se remonta a marzo de 2013 cuando se produjo una rebelión de 15.000 milicianos
del grupo Seleka, apoyados por miles de soldados extranjeros. Se presume que la
nación vecina Chad brindó apoyo para el golpe de Estado debido a la mala
relación que había tenido con el entonces presidente Francois Bozize. El mandatario cayó a los pocos días que estalló el
conflicto y tuvo que exiliarse en Camerún.
La rebelión de Seleka, grupo en su mayoría
compuesto por musulmanes del norte, fue liderada por Michel Djotodia, quien había intentado años atrás llegar al poder a
través de las urnas. Cuando asumió el mando suspendió la Constitución, disolvió
el Parlamento y gobernó con decretos. La capital Bangui fue sinónimo de caos
con ejecuciones, torturas y violaciones. Algunas facciones de Seleka atacaron a
cristianos con impunidad y destruyeron la poca infraestructura que había en el
país. En esta ola de violencia e inestabilidad es que surgieron en las aéreas
rurales una milicia cristiana para proteger a los ciudadanos, denominada Anti
balaka.
Violencia sectaria como moneda corriente
En enero de 2014 debido a la presión de Francia y otros países occidentales,
Michel Djotodia abandonó el poder. El grupo Seleka se replegó en las provincias
del norte y este del país tras la clave intervención del ejército francés. Catherine Samba-Panza, ex alcaldesa de
Bangui, asumió con el objetivo de formar un gobierno de coalición y pedir la
ayuda necesaria en las Naciones Unidas. Sin embargo el odio entre las milicias
ya alcanzó un punto muy alto y peligroso. El grupo Anti balaka, nacido en los
noventa, busca revancha por lo ocurrido durante la estadía de Seleka en el
poder y siembran terror en las poblaciones musulmanas.
Amnistía
Internacional habla de una tragedia de proporciones históricas, mientras que la ONU se
refiere a una campaña de limpieza étnico religiosa. La milicia Anti balaka es
ahora la mayor amenaza por las masacres que se están perpetuando en los
enclaves musulmanes de esta nación ubicada en la frontera entre la África
musulmana del norte y la cristiana del sur. La situación actual en este país de
4.5 millones de habitantes recuerda lo que ocurrió décadas atrás en Ruanda. Mientras algunas de las
naciones africanas dejaron atrás los conflictos interétnicos, otras como la
República Centroafricana aún tiene que lidiar con los millones de desplazados y
con un conflicto importante entre milicias.
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