El sueño de un futuro
mejor impulsa a ciudadanos de muchos países subdesarrollados a arriesgar su
vida por ello. Algunos lo logran y viven para contarlo, otros quedan por el
camino. Las corrientes migratorias y los estrictos controles de los países del
primer mundo generan grandes barreras de protección a lo largo y ancho del
mundo.
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Podemos
identificar tres grandes fronteras que terminan con la vida de muchos
ciudadanos tercermundistas. El desierto y los coyotes que dividen Centro
América con Estados Unidos, el bravo Mediterráneo que separa a los africanos
del sueño europeo y por último, las pequeñas islas que se encuentran a mitad de
camino entre el pujante sudeste asiático y Australia. Más allá de
las nombradas también se imponen barreras a la entrada del este de Europa,
hacia Sudáfrica, entre otras tantas.
Los
cinturones de seguridad, la criminalización de la inmigración, el desamparo y
el camino al exilio son todos aspectos que se relacionan con este proceso histórico
de los refugiados. Con países desarrollados menos dispuestos a recibir
extranjeros, los controles de las fronteras se están convirtiendo en frentes de
batalla militarizados. El terrorismo y el aumento de la xenofobia son otros dos
aspectos que entran en el debate sobre las barreras de protección. Más allá de
los traficantes, quienes se aprovechan de la situación, las empresas que
contratan mano de obra ilegal también deben hacer su mea culpa de los cientos
de muertos que el agua o el desierto causan. Un proceso que el Papa Francisco
acertadamente señala como la globalización de la indiferencia.
Estados
Unidos y México
La
reforma migratoria es un tema candente en Washington. Asiáticos y latinos
protestan de manera pacífica en la denominada marcha por la dignidad y el
respeto a los inmigrantes, exigiendo una vía para la legalización de lo que se
estiman son 11 millones de indocumentados. Esta es la pata política de un
problema que aqueja desde hace décadas a Estados Unidos: la llegada de
inmigrantes ilegales que aunque no tengan papeles brindan servicios
constantemente a la población norteamericana. Sin embargo la frontera Estados
Unidos – México es testigo de miles de vidas que mueren en el camino.
El
2012 fue el año que se reportaron mayor cantidad de muertos (casi 500 según
cifras oficiales) en la frontera terrestre más larga del mundo. Si bien los
controles migratorios redujeron el número de personas que intenta cruzar, los
medios ilegales se tornan más peligrosos y terminan con más vidas. Las causas son
diversas, ahogamiento, deshidratación, insolación, persecución y lucha con las
patrullas fronterizas. Esto no supone la muerte solo de mexicanos sino de
centroamericanos que además deben cruzar todo México, con los peligros que ello
supone. El contrabando de personas a manos de los carteles de drogas convierte el
cruce en un pasaje con destino a la muerte.
Europa
y el Mediterráneo
En
los primeros días de octubre casi 100 inmigrantes indocumentados murieron tras
el naufragio al sur de Sicilia, Italia, de una especie de barco en el que
viajaban alrededor de 500 personas, entre ellas decenas de niños y mujeres
embarazadas. Proveniente de Libia, la mayoría de ellos son de países como
Eritrea y Somalia. Este tipo de barcazas plagadas de indocumentados llegan
constantemente a la isla de Lampedusa (a un poco más de 100 km de la costa africana),
desbordando los centros de acogida. Además de las nacionalidades que siempre se
repiten, los últimos conflictos en Siria y Egipto han impulsado a muchos migrantes
hacia el Mediterráneo.
Se
estima que en el Canal de Sicilia, alrededor de 8.000 personas perdieron la vida
en los últimos veinte años. Las nacionalidades van cambiando. A los
desesperados por la pobreza extrema en el África Subsahariana, se le sumaron en
los primeros meses de 2011 inmigrantes provenientes Túnez y Libia, países que
perdieron estabilidad tras la Primavera Árabe. El agotamiento, los naufragios,
la asfixia o la hipotermia son muchos más peligrosos que la vigilancia marítima
europea o los malos tratos recibidos por los traficantes de personas.
Oceanía
y la tercerización de los refugiados
Los
disturbios internos en Filipinas, Myanmar o en partes de Indonesia expulsan
miles de migrantes todos los años rumbo a Australia. Ante la constante llegada
de inmigración ilegal el primer ministro australiano, Kevin Rudd, aseguró en
julio que su país no cederá frente a las redes de traficantes que intentan
vender sueños de legalidad. Esta nación de Oceanía posee mecanismos legales
para recibir personas del exterior a través de visas de trabajo temporal o de
estudio pero quiere frenar la inmigración ilegal. Junto a su homólogo de Papua
Nueva Guinea, el mandatario aseguró que los refugiados con demanda de asilo
serán enviados a centros de detención en este país situado al norte de Australia.
Esto le causó críticas por parte de ONGs como Amnistía Internacional y
denuncias por parte de ACNUR con respecto a las malas condiciones ofrecidas en
los centros de refugiados.
Se
estima que por año alrededor de 15.000 clandestinos desembarcan en las costas
del gigante australiano, provenientes principalmente de Irán e Indonesia pero
años atrás desde Irak o Afganistán. Cabe resaltar la cercanía que existe entre Indonesia
y Christmas Island, el punto del territorio australiano más cercano al sudeste
asiático. La mayor tragedia en costas australianas se dio en 2001 cuando 350
personas perdieron la vida al hundirse un barco. Se estiman que en las últimas
dos décadas más de mil personas murieron ahogadas luego de pagar miles de dólares
a mafias clandestinas para llegar a un país que crece a buen ritmo, ofrece
buena calidad de vida y altos salarios.
Una
respuesta global
Se estiman que 230 millones de personas viven
y trabajan fuera de sus países de origen. Las historias de migrantes empujados
por la violencia, la pobreza o la búsqueda de un futuro mejor para su familia
tienen varios capítulos, algunos de ellos positivos y otros negativos. El
trabajo esclavo o las atroces condiciones laborales contrastan con aquellos que
tras estabilizarse en el exterior, logran sacar a su familia de una guerra y
enviar remesas a su país de origen. Allí están las historias que se pueden
contar sin embargo muchas otras quedaron en la orilla, al borde del sueño y que
jamás podrán ser contadas.
Las soluciones a estos problemas deben ser
globales y no remitir a un gobierno de turno de los distintos países.
Mecanismos de acceso a visados legales es una solución que le brinda mayor
transparencia a un fenómeno que tiene lados oscuros. El combate a las redes de
tráfico humano pero también las sanciones a aquellas empresas que se benefician
de los ilegales, son aspectos que los gobiernos tienen que tomar en cuenta y no
mirar para otro lado. La selección de los migrantes, el miedo al extranjero y
los campos agrícolas que emplean a trabajadores indocumentados son aspectos que
necesitan ser debatidos.
Para ello el Comité de la ONU de los Derechos
de los Trabajadores Migratorios convocan a la ratificación del tratado por
parte de todos los países, una convención vigente desde hace 10 años y
solamente aceptada por 47 naciones, entre las cuales no se encuentran las
naciones que más reciben trabajadores extranjeros (Estados Unidos, Europa y
Australia). Quizás luego de los hechos como el que ocurrió en Italia en las últimas
semanas, muchos no deberían olvidar que la inmigración también contribuyó y
contribuye al desarrollo económico de su país.
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