miércoles, 9 de octubre de 2013

Morir en la orilla

El sueño de un futuro mejor impulsa a ciudadanos de muchos países subdesarrollados a arriesgar su vida por ello. Algunos lo logran y viven para contarlo, otros quedan por el camino. Las corrientes migratorias y los estrictos controles de los países del primer mundo generan grandes barreras de protección a lo largo y ancho del mundo.   
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Podemos identificar tres grandes fronteras que terminan con la vida de muchos ciudadanos tercermundistas. El desierto y los coyotes que dividen Centro América con Estados Unidos, el bravo Mediterráneo que separa a los africanos del sueño europeo y por último, las pequeñas islas que se encuentran a mitad de camino entre el pujante sudeste asiático y Australia. Más allá de las nombradas también se imponen barreras a la entrada del este de Europa, hacia Sudáfrica, entre otras tantas.

Los cinturones de seguridad, la criminalización de la inmigración, el desamparo y el camino al exilio son todos aspectos que se relacionan con este proceso histórico de los refugiados. Con países desarrollados menos dispuestos a recibir extranjeros, los controles de las fronteras se están convirtiendo en frentes de batalla militarizados. El terrorismo y el aumento de la xenofobia son otros dos aspectos que entran en el debate sobre las barreras de protección. Más allá de los traficantes, quienes se aprovechan de la situación, las empresas que contratan mano de obra ilegal también deben hacer su mea culpa de los cientos de muertos que el agua o el desierto causan. Un proceso que el Papa Francisco acertadamente señala como la globalización de la indiferencia.

Estados Unidos y México

La reforma migratoria es un tema candente en Washington. Asiáticos y latinos protestan de manera pacífica en la denominada marcha por la dignidad y el respeto a los inmigrantes, exigiendo una vía para la legalización de lo que se estiman son 11 millones de indocumentados. Esta es la pata política de un problema que aqueja desde hace décadas a Estados Unidos: la llegada de inmigrantes ilegales que aunque no tengan papeles brindan servicios constantemente a la población norteamericana. Sin embargo la frontera Estados Unidos – México es testigo de miles de vidas que mueren en el camino.

El 2012 fue el año que se reportaron mayor cantidad de muertos (casi 500 según cifras oficiales) en la frontera terrestre más larga del mundo. Si bien los controles migratorios redujeron el número de personas que intenta cruzar, los medios ilegales se tornan más peligrosos y terminan con más vidas. Las causas son diversas, ahogamiento, deshidratación, insolación, persecución y lucha con las patrullas fronterizas. Esto no supone la muerte solo de mexicanos sino de centroamericanos que además deben cruzar todo México, con los peligros que ello supone. El contrabando de personas a manos de los carteles de drogas convierte el cruce en un pasaje con destino a la muerte.

Europa y el Mediterráneo

En los primeros días de octubre casi 100 inmigrantes indocumentados murieron tras el naufragio al sur de Sicilia, Italia, de una especie de barco en el que viajaban alrededor de 500 personas, entre ellas decenas de niños y mujeres embarazadas. Proveniente de Libia, la mayoría de ellos son de países como Eritrea y Somalia. Este tipo de barcazas plagadas de indocumentados llegan constantemente a la isla de Lampedusa (a un poco más de 100 km de la costa africana), desbordando los centros de acogida. Además de las nacionalidades que siempre se repiten, los últimos conflictos en Siria y Egipto han impulsado a muchos migrantes hacia el Mediterráneo.

Se estima que en el Canal de Sicilia, alrededor de 8.000 personas perdieron la vida en los últimos veinte años. Las nacionalidades van cambiando. A los desesperados por la pobreza extrema en el África Subsahariana, se le sumaron en los primeros meses de 2011 inmigrantes provenientes Túnez y Libia, países que perdieron estabilidad tras la Primavera Árabe. El agotamiento, los naufragios, la asfixia o la hipotermia son muchos más peligrosos que la vigilancia marítima europea o los malos tratos recibidos por los traficantes de personas.

Oceanía y la tercerización de los refugiados

Los disturbios internos en Filipinas, Myanmar o en partes de Indonesia expulsan miles de migrantes todos los años rumbo a Australia. Ante la constante llegada de inmigración ilegal el primer ministro australiano, Kevin Rudd, aseguró en julio que su país no cederá frente a las redes de traficantes que intentan vender sueños de legalidad. Esta nación de Oceanía posee mecanismos legales para recibir personas del exterior a través de visas de trabajo temporal o de estudio pero quiere frenar la inmigración ilegal. Junto a su homólogo de Papua Nueva Guinea, el mandatario aseguró que los refugiados con demanda de asilo serán enviados a centros de detención en este país situado al norte de Australia. Esto le causó críticas por parte de ONGs como Amnistía Internacional y denuncias por parte de ACNUR con respecto a las malas condiciones ofrecidas en los centros de refugiados.

Se estima que por año alrededor de 15.000 clandestinos desembarcan en las costas del gigante australiano, provenientes principalmente de Irán e Indonesia pero años atrás desde Irak o Afganistán. Cabe resaltar la cercanía que existe entre Indonesia y Christmas Island, el punto del territorio australiano más cercano al sudeste asiático. La mayor tragedia en costas australianas se dio en 2001 cuando 350 personas perdieron la vida al hundirse un barco. Se estiman que en las últimas dos décadas más de mil personas murieron ahogadas luego de pagar miles de dólares a mafias clandestinas para llegar a un país que crece a buen ritmo, ofrece buena calidad de vida y altos salarios.

Una respuesta global

Se estiman que 230 millones de personas viven y trabajan fuera de sus países de origen. Las historias de migrantes empujados por la violencia, la pobreza o la búsqueda de un futuro mejor para su familia tienen varios capítulos, algunos de ellos positivos y otros negativos. El trabajo esclavo o las atroces condiciones laborales contrastan con aquellos que tras estabilizarse en el exterior, logran sacar a su familia de una guerra y enviar remesas a su país de origen. Allí están las historias que se pueden contar sin embargo muchas otras quedaron en la orilla, al borde del sueño y que jamás podrán ser contadas.

Las soluciones a estos problemas deben ser globales y no remitir a un gobierno de turno de los distintos países. Mecanismos de acceso a visados legales es una solución que le brinda mayor transparencia a un fenómeno que tiene lados oscuros. El combate a las redes de tráfico humano pero también las sanciones a aquellas empresas que se benefician de los ilegales, son aspectos que los gobiernos tienen que tomar en cuenta y no mirar para otro lado. La selección de los migrantes, el miedo al extranjero y los campos agrícolas que emplean a trabajadores indocumentados son aspectos que necesitan ser debatidos.


Para ello el Comité de la ONU de los Derechos de los Trabajadores Migratorios convocan a la ratificación del tratado por parte de todos los países, una convención vigente desde hace 10 años y solamente aceptada por 47 naciones, entre las cuales no se encuentran las naciones que más reciben trabajadores extranjeros (Estados Unidos, Europa y Australia). Quizás luego de los hechos como el que ocurrió en Italia en las últimas semanas, muchos no deberían olvidar que la inmigración también contribuyó y contribuye al desarrollo económico de su país.     

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