El continente olvidado
vuelve a estar en el punto de mira tras el ataque del grupo Al Shabab en Nairobi,
Kenia. El interés de las potencias occidentales en controlar a los terroristas
islámicos de la zona conlleva a la necesidad de formar gobiernos estables para
no dar cabida a los radicales.
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El
grupo Al Shabab (La Juventud), alineado a Al Qaeda, realizó en los últimos días
un asalto a uno de los centros comerciales más exclusivos y concurridos de la
capital de Kenia, propiedad de un judío israelí. Más de 60 personas murieron tras
el ataque y secuestro del local, la mayoría eran pertenecientes a la colonia
extranjera que frecuenta el lugar. Al Shabab posee alrededor de 8000
combatientes y realiza embestidas contra la presencia extranjera en el cuerno
de África.
Nairobi
es un centro regional económico y diplomático del este del continente,
denominada la capital de África Oriental. Es la capital de un país de 34
millones de habitantes que ya sufrió ataques del yihadismo en 1998, cuando
murieron más de 200 personas tras las explosiones en la Embajada de Estados
Unidos. Con un crecimiento de 4% pero con problemas de desempleo, corrupción y
disputas intertribales, el flamante presidente Uhuru Kenyatta (con un proceso
abierto en el Tribunal Penal Internacional) ahora tendrá que lidiar con el
terrorismo en su territorio.
Kenia
está siendo castigada por Al Shabab debido a su implicación en el conflicto
somalí. En el año 2011, el gobierno keniata implicó a sus Fuerzas Armadas para
defender sus fronteras pero a los ojos de los islamistas pasaron a ser
partícipes del problema, al igual que el otro vecino Etiopía. Estos dos países
son aliados de occidente en el cuerno de África y por ende adversarios de los
terroristas que buscan controlar Somalia.
Estados
fallidos y terrorismo islámico
Somalia, vecino de Kenia, es uno de los tantos Estados fallidos que existen en África. Inmerso en una
guerra civil desde hace 20 años, las potencias huyeron en varias oportunidades
al no poder controlar la situación de un territorio complejo. En el Norte,
ciudades abandonadas y semiautónomas a merced de los señores de la guerra,
mientras que en el centro sur el control es de Al Shabab. El gobierno sólo es
fuerte en la capital Mogadiscio. Con problemas constantes por la falta de
instituciones estables, Somalia constituye una amenaza para la paz y seguridad
en la región.
Actualmente
en Somalia, el país más peligroso y corrupto del mundo, el gobierno lucha con
el apoyo de Naciones Unidas contra distintas milicias. La principal es Al
Shabab, grupo islámico de corte wahabi que se unió formalmente a Al Qaeda en
2012. Este grupo, considerado terrorista por la CIA, es heredero de las Cortes
Islámicas (ala más joven y radical) expulsadas de la capital por las fuerzas
etíopes en 2007. La firme presencia de este grupo provocó el apoyo y la
colaboración de Estados Unidos e Israel con el presidente Mohamed, el cual con
suerte controla la capital Mogadiscio.
En
el último tiempo Al Shabab está perdiendo bastiones en Somalia como las
ciudades de Merca y Kismaayo, controlando actualmente una franja de territorio
desértico. La mayoría de las bases piratas están destruidas y se multiplican
las luchas con otros señores de la guerra asentados en el país. Sin embargo el
temor de que ocurriese algo en Kenya estaba latente. El año pasado el servicio
de inteligencia israelí, con el cual Nairobi tiene excelentes relaciones,
desbarató un ataque contra diplomáticos israelíes en Kenya.
El
problema del terrorismo islámico en África no solo abarca esta región oriental
que incluye Somalia, Kenia, Tanzania y Etiopía. A comienzos de año se produjo
una crisis importante en Mali por la incursión de yihadistas provenientes de
Libia. En esa zona que incluye además a Níger y Argelia, entre otros, opera el
grupo Al Qaeda del Magreb Islámico. Más
hacia el centro de África, en Nigeria, maniobra Boko Haram una potente
agrupación que busca instalar la ley sharia en todo el país. El golpe en Kenia y la pérdida de más de 60 vidas confirman que
el terrorismo islámico en África se mantiene firme.
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