domingo, 25 de mayo de 2014

El Ejército intervencionista

La crisis política que se vive en Tailandia desde 2006 ingresó esta semana en un nuevo capítulo tras el golpe de Estado perpetuado por el Ejército, dos días después de declarar la ley marcial. Las Fuerzas Armadas intentan restablecer el orden tras seis meses continuos de protestas y atentados que se cobraron al menos 30 muertos. La división entre una burocracia histórica y las nuevas elites políticas se ensancha en este país surasiático de 67 millones de habitantes.
---
El Jefe de las Fuerzas Armadas, Prayuth Chan-Ocha, anunció este jueves la necesidad que el Ejército asuma los poderes para normalizar el país debido a que, según los militares, las conversaciones entre los representantes del actual gobierno, los partidos políticos y el líder de las manifestaciones antigubernamentales, Suthep Thaugsuban, no lograron un acuerdo. Las grandes diferencias entre los conservadores y los seguidores del ex mandatario Thaskin Sinawatra son las causas profundas de este nuevo golpe de Estado.  

Esta crisis política tiene su inicio en 2006 cuando los militares depusieron al mandatario Thaskin Sinawatra, un millonario de las telecomunicaciones convertido en político. El primer ministro de aquel entonces fue acusado de corrupción, abuso de poder y de faltarle el respeto al rey. Thaskin, acusado también de un creciente autoritarismo, gobernaba desde 2001 capitalizando el voto de los pobres. Sus medidas sociales y la implantación de un nuevo sistema sanitario amenazaron el poderío de las clases dominantes.

En 2007 el Tribunal Constitucional disolvió el partido de Thaskin pero sus aliados ganaron nuevamente en las urnas. El poder judicial intentó expulsar a los seguidores de Thaskin e incluso en 2010 los opositores políticos recurrieron al Ejército para frenar a los camisas rojas, un potente movimiento social que tiene un apoyo mayoritario en las zonas rurales. En las elecciones de 2011 la vencedora fue Yingluck Sinawatra, hermana de Thaskin, siendo la primera mujer en ocupar la jefatura de gobierno.

Cuando las urnas no importan

Yingluck del partido Pheu Thai pactó con el Ejército y la Monarquía para gobernar en tranquilidad. Sin embargo dos años después es acusada de ser una herramienta de su hermano, que vive exiliado en Dubai, para volver a gobernar. En noviembre de 2013 manifestantes opositores al clan Sinawatra se volcaron a las calles y la primer ministra se vio obligada a disolver la cámara baja. Sin embargo las protestas no pararon y las elites urbanas acudieron a los tribunales para lograr allí lo que no pudieron a través de las protestas.

El Ejército y los tribunales han sido bastiones del conservadurismo anti Thaskin. Los ricos y poderosos burócratas, a través de la Corte Constitucional, obligaron a Yingluck y su gabinete a dimitir por transferencia de cargos a favor de familiares. El Tribunal incluso anuló las elecciones que ella ganó en febrero de este año por supuestas interrupciones en muchas circunscripciones. Su ministro de comercio, Boon Songphaisan, asumió como gobernante interino hasta que el Ejército decidió dar un golpe de estado, siendo el 18° desde que terminó la monarquía absoluta en 1932.

Los manifestantes que representan los intereses de la clase media alta y el círculo cercano a la Monarquía rechazan al clan Simawatra. Ocupan las calles con la consigna de reiniciar Tailandia, promoviendo reformas políticas y acusando a los camisas rojas de comprar votos en el norte y noreste del país. Representados políticamente en el Partido Demócrata, proponen un Consejo de Sabios que purifique el sistema, una práctica no muy democrática. El problema es claro y es que no quieren aceptar la igualdad de los tailandeses en las urnas.


Los problemas políticos están ahuyentando las inversiones en la segunda economía del sudeste asiático y comprometen el turismo, vital para esta nación. El país se encuentra fracturado en dos mitades: las zonas prosperas de la capital Bangkok y el sur, que está dominada por el Partido Demócrata, y el norte, liderado por los nuevos ricos con el apoyo de los pobres. Esta creciente élite ha  prosperado y quiere su cuota de poder político. Sin embargo quienes tuvieron ese poder desde siempre, no están dispuestos a soltarlo y para ello recurren a protestas, tribunales y finalmente, el Ejército intervencionista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario