La difícil situación que se vive en
Venezuela, la contínua aceptación a la dictadura cubana, las protestas
callejeras que se produjeron en Brasil así como el futuro de los gobiernos de
Correa en Ecuador, Kirchner en Argentina y Morales en Bolivia plantean cierta
incertidumbre con respecto a la ola izquierdista que se dio en Sudamérica a
comienzos del siglo XXI.
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Cuando murió Hugo Chávez en
marzo de 2013 ciertos sectores de la academia realizaron pronósticos sobre el
final de la Alianza Bolivariana (ALBA) y la futura
decadencia de los gobiernos amigos de Venezuela. La mayoría
afirmaban que los presidentes cercanos al ex mandatario sufrirían en cierta
medida el deceso del comandante, ya sea por el apoyo económico que les
brindaba, los beneficios que otorgaba o simplemente porque era el líder del Socialismo
del siglo XXI. Resulta procedente entonces analizar cuál es la situación
actual del bloque izquierdista. Su futuro no parece ser del todo provisorio, no
por la muerte de Chávez (aunque pueda tener alguna influencia) sino por errores
propios.
La situación que vive Venezuela no es
novedad para nadie. Nicolás Maduro asumió la presidencia tras
ganar unas elecciones reñidas y con una crisis de legitimidad importante. Fue
electo para el período 2013-2019 con un 50.61% de los votos, un punto
porcentual más que su contrincante Henrique Capriles. Venezuela es
actualmente un país dividido, con problemas que se arrastran desde la época
chavista como la inseguridad y con otros que se agregaron seguramente por la
ausencia del líder de la “revolución”. En este 2014 con las protestas
callejeras, todo se le ha ido de las manos a Maduro. El mandatario intenta de
todas las formas posibles (represión y conferencia nacional para la paz) frenar
las protestas sociales que se desarrollan desde hace casi un mes en Venezuela.
Raúl Castro, amigo fiel de la
revolución bolivariana, salió en defensa de Maduro acusando (como siempre) a
gobiernos extranjeros de los problemas internos. El argumento de que el
“imperialismo” pone a la gente en las calles no es válido, basta con destacar
que el pueblo egipcio sacó del poder a Mubarak, socio estratégico de Estados
Unidos en aquella región. Cuba debería enfocarse en su transformación, en ir a
fondo con algunas reformas que ha iniciado y buscar de una vez por todas los
caminos hacia la democracia. Igualmente como quedó demostrado en la Cumbre de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC),
la dictadura cubana sigue teniendo el aval de la izquierda latinoamericana.
Acusar al imperialismo de los errores propios ya no es una opción válida en la
era de la información.
Los desafíos del resto de los gobiernos izquierdistas
Evo Morales es otro de los mandatarios que no
demora en acusar a las fuerzas extranjeras y a la oligarquía venezolana de
financiar a los jóvenes que protestan en las calles. Sin embargo su situación
es distinta, Bolivia fue alabada por el Fondo Monetario Internacional debido
a un sólido crecimiento de la economía, principalmente gracias a la exportación de
hidrocarburos. Morales es gran candidato a lograr una nueva victoria en las
elecciones de octubre de este año. De no ocurrir ningún imprevisto obtendrá una
tercera gestión de 2015-2020, completando 14 años en el poder. Si bien hay
quienes creen que el proceso llevado adelante por Morales se basa más en la
fuerza de su partido Movimiento al Socialismo (MAS) que en su
persona, el mandatario tiene una posición preponderante y será difícil de
reemplazar cuando no tenga posibilidades de ser reelecto.
El domingo 23 de febrero se realizaron elecciones municipales en Ecuador, con un gran revés para Rafael Correa. La oposición ganó las principales alcaldías y gobernará en las ciudades más grandes del país. Estos duros resultados para el oficialismo llevaron a Correa a emprender una reestructuración de su partido, fruto de su primera gran caída en los comicios. La trascendencia que el propio presidente le dio a estas elecciones prenden las luces de alerta con respecto al futuro de Correa, no tanto por su figura sino por la confirmación de que el suyo se trata de un proyecto estrictamente personalista. La necesidad de la continúa reelección para seguir adelante con la revolución ciudadana puede convertir al gobierno de Correa en uno de tintes autoritarios, más de los que ya sus opositores le adjudican.
La situación del resto de las izquierdas en Sudamérica es diferente. En Chile, Michelle Bachelet se apresta a un nuevo gobierno. El Frente Amplio en Uruguay es firme candidato para un tercer gobierno, de la mano del ex presidente Tabaré Vázquez. En Brasil, Dilma Rousseff es candidata a un segundo mandato luego de los comicios de octubre. Estos tres candidatos tienen algo en común. Parecería ser la última oportunidad de esta izquierda socialdemócrata para conformar a sus votantes y cumplir las expectativas de cambio profundo, principalmente la reducción de la desigualdad en Chile, la mejora en la educación en Uruguay y la transparencia en Brasil. Distinta es la situación del kirchnerismo en Argentina, Cristina Fernández dejará el cargo dentro de dos años y habrá que ver como se posiciona la izquierda en el futuro.
En definitiva la situación del bloque chavista no es auspiciosa a futuro pero no es algo que se deba a la muerte de Chávez sino a procesos internos. Obviamente que la desaparición física del ex mandatario influye en la política de su país y el momento actual. Quizás el mal momento que vive Venezuela complique a Cuba por las ayudas recibidas pero no se puede establecer una conexión entre el deceso de Chávez y la caída de las izquierdas sudamericanas. La Bolivia de Morales está en un buen momento y en Ecuador, Correa busca reforzar a su partido tras su primera derrota electoral desde que llegó al poder.
El problema de la izquierda
latinoamericana parece ser otro y refiere a la búsqueda del rumbo. Seguir
defendiendo a ultranza la dictadura de Cuba y aceptar la represión a los
estudiantes en Venezuela son visiones de política exterior dignas de la Guerra
Fría y no de un mundo globalizado del siglo XXI. Incluso para defender
algunas posiciones se llegan a contradicciones insólitas como la de una
izquierda apoyando a un gobierno que reprime a la clase media, supuestamente
manipulada por los Estados Unidos. Con respecto a esto cabe destacar que tanto a la oligarquía de los distintos países como a los intereses norteamericanos les
debe caer simpático y seguramente no duden en colaborar para desestabilizar
algunos gobiernos (lo han hecho en innumerables ocasiones) pero la izquierda
parece abusar de ese pretexto para justificar problemas internos y errores propios.
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