miércoles, 12 de marzo de 2014

La actualidad de la izquierda latinoamericana

La difícil situación que se vive en Venezuela, la contínua aceptación a la dictadura cubana, las protestas callejeras que se produjeron en Brasil así como el futuro de los gobiernos de Correa en Ecuador, Kirchner en Argentina y Morales en Bolivia plantean cierta incertidumbre con respecto a la ola izquierdista que se dio en Sudamérica a comienzos del siglo XXI.   
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Cuando murió Hugo Chávez en marzo de 2013 ciertos sectores de la academia realizaron pronósticos sobre el final de la Alianza Bolivariana (ALBA) y la futura decadencia de los gobiernos amigos de Venezuela. La mayoría afirmaban que los presidentes cercanos al ex mandatario sufrirían en cierta medida el deceso del comandante, ya sea por el apoyo económico que les brindaba, los beneficios que otorgaba o simplemente porque era el líder del Socialismo del siglo XXI. Resulta procedente entonces analizar cuál es la situación actual del bloque izquierdista. Su futuro no parece ser del todo provisorio, no por la muerte de Chávez (aunque pueda tener alguna influencia) sino por errores propios.

La situación que vive Venezuela no es novedad para nadie. Nicolás Maduro asumió la presidencia tras ganar unas elecciones reñidas y con una crisis de legitimidad importante. Fue electo para el período 2013-2019 con un 50.61% de los votos, un punto porcentual más que su contrincante Henrique Capriles. Venezuela es actualmente un país dividido, con problemas que se arrastran desde la época chavista como la inseguridad y con otros que se agregaron seguramente por la ausencia del líder de la “revolución”. En este 2014 con las protestas callejeras, todo se le ha ido de las manos a Maduro. El mandatario intenta de todas las formas posibles (represión y conferencia nacional para la paz) frenar las protestas sociales que se desarrollan desde hace casi un mes en Venezuela.

Raúl Castro, amigo fiel de la revolución bolivariana, salió en defensa de Maduro acusando (como siempre) a gobiernos extranjeros de los problemas internos. El argumento de que el “imperialismo” pone a la gente en las calles no es válido, basta con destacar que el pueblo egipcio sacó del poder a Mubarak, socio estratégico de Estados Unidos en aquella región. Cuba debería enfocarse en su transformación, en ir a fondo con algunas reformas que ha iniciado y buscar de una vez por todas los caminos hacia la democracia. Igualmente como quedó demostrado en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la dictadura cubana sigue teniendo el aval de la izquierda latinoamericana. Acusar al imperialismo de los errores propios ya no es una opción válida en la era de la información.

Los desafíos del resto de los gobiernos izquierdistas

Evo Morales es otro de los mandatarios que no demora en acusar a las fuerzas extranjeras y a la oligarquía venezolana de financiar a los jóvenes que protestan en las calles. Sin embargo su situación es distinta, Bolivia fue alabada por el Fondo Monetario Internacional debido a un sólido crecimiento de la economía, principalmente gracias a la exportación de hidrocarburos. Morales es gran candidato a lograr una nueva victoria en las elecciones de octubre de este año. De no ocurrir ningún imprevisto obtendrá una tercera gestión de 2015-2020, completando 14 años en el poder. Si bien hay quienes creen que el proceso llevado adelante por Morales se basa más en la fuerza de su partido Movimiento al Socialismo (MAS) que en su persona, el mandatario tiene una posición preponderante y será difícil de reemplazar cuando no tenga posibilidades de ser reelecto.

El domingo 23 de febrero se realizaron elecciones municipales en Ecuador, con un gran revés para Rafael Correa. La oposición ganó las principales alcaldías y gobernará en las ciudades más grandes del país. Estos duros resultados para el oficialismo llevaron a Correa a emprender una reestructuración de su partido,  fruto de su primera gran caída en los comicios. La trascendencia que el propio presidente le dio a estas elecciones prenden las luces de alerta con respecto al futuro de Correa, no tanto por su figura sino por la confirmación de que el suyo se trata de un proyecto estrictamente personalista. La necesidad de la continúa reelección para seguir adelante con la revolución ciudadana puede convertir al gobierno de Correa en uno de tintes autoritarios, más de los que ya sus opositores le adjudican.

La situación del resto de las izquierdas en Sudamérica es diferente. En ChileMichelle Bachelet se apresta a un nuevo gobierno. El Frente Amplio en Uruguay es firme candidato para un tercer gobierno, de la mano del ex presidente Tabaré Vázquez. En Brasil, Dilma Rousseff es candidata a un segundo mandato luego de los comicios de octubre. Estos tres candidatos tienen algo en común. Parecería ser la última oportunidad de esta izquierda socialdemócrata para conformar a sus votantes y cumplir las expectativas de cambio profundo, principalmente la reducción de la desigualdad en Chile, la mejora en la educación en Uruguay y la transparencia en Brasil. Distinta es la situación del kirchnerismo en ArgentinaCristina Fernández dejará el cargo dentro de dos años y habrá que ver como se posiciona la izquierda en el futuro.

En definitiva la situación del bloque chavista no es auspiciosa a futuro pero no es algo que se deba a la muerte de Chávez sino a procesos internos. Obviamente que la desaparición física del ex mandatario influye en la política de su país y el momento actual. Quizás el mal momento que vive Venezuela complique a Cuba por las ayudas recibidas pero no se puede establecer una conexión entre el deceso de Chávez y la caída de las izquierdas sudamericanas. La Bolivia de Morales está en un buen momento y en Ecuador, Correa busca reforzar a su partido tras su primera derrota electoral desde que llegó al poder. 

El problema de la izquierda latinoamericana parece ser otro y refiere a la búsqueda del rumbo. Seguir defendiendo a ultranza la dictadura de Cuba y aceptar la represión a los estudiantes en Venezuela son visiones de política exterior dignas de la Guerra Fría y no de un mundo globalizado del siglo XXI. Incluso para defender algunas posiciones se llegan a contradicciones insólitas como la de una izquierda apoyando a un gobierno que reprime a la clase media, supuestamente manipulada por los Estados Unidos. Con respecto a esto cabe destacar que tanto a la oligarquía de los distintos países como a los intereses norteamericanos les debe caer simpático y seguramente no duden en colaborar para desestabilizar algunos gobiernos (lo han hecho en innumerables ocasiones) pero la izquierda parece abusar de ese pretexto para justificar problemas internos y errores propios.    

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