jueves, 14 de junio de 2012

Tensión permanente: la frontera entre Corea del Sur y Corea del Norte


Luego de casi 70 años de división entre Corea del Sur y Corea del Norte, resulta difícil creer que el fin de la tensión depende de los nombres que gobiernen cada país. Este año habrá elecciones presidenciales en el Sur y el desarrollo económico será el principal tema a debatir antes de los comicios del 19 de diciembre. El Gran Partido Nacional del actual mandatario surcoreano Lee Myung Bak (quien no podrá presentarse para una segunda administración) enfrentará al Partido Democrático de Unificación y a ciertos sectores independientes. Si bien las tensiones con su vecino país también son parte de la discusión, los posibles cambios en la cúpula del gobierno surcoreano no significarán una alteración en la situación con Corea del Norte. Las señales deben venir desde el país comunista, donde la muerte de Kim Jong Il el 17 de diciembre del 2011 y la sucesión en la administración norcoreana, abrieron una puerta de esperanza que no se concreta.

Una frontera provisoriamente definitiva

Nadie imaginó que la partición temporal en el famoso Paralelo 38, que desde la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial en 1945 y hasta hoy divide ambas Coreas, se mantendría tantos años inmóvil. La separación fue la solución a las diferencias existentes entre los que buscaban un modelo más liberal y los grupos de tendencia comunista. Solamente dos años duró la resolución de la Conferencia de El Cairo de 1943, en la que los líderes aliados plantearon el futuro de Corea como una nueva nación libre e independiente de la ocupación japonesa. Cabe destacar que desde comienzos del siglo XX Japón había anexado ese territorio e imponía un régimen autoritario.
A partir de 1948, el tiempo sólo aumentó la rivalidad. En ese año, lo transitorio se volvió definitivo y se proclamó la República de Corea del Sur, con Seúl como capital, y la República Popular de Corea del Norte, con Pyongyang como su ciudad principal. Los apoyos de la Unión Soviética al régimen comandado por Kim Il Sung (Corea del Norte) y de Estados Unidos al de Syghman Rhee (Corea del Sur) no hicieron más que acelerar un conflicto armado que comenzó en 1950 y finalizó con la firma de la paz en julio de 1953. Desde ese momento, cada país comenzó su desarrollo: el norte lo hizo bajo una dictadura comunista, mientras que el sur llevó a cabo un proceso político que alternó dictaduras con transiciones que desembocaron en gobiernos democráticos desde la década de 1980.

El acercamiento y la cuestión nuclear

La desaparición de la Unión Soviética y la llegada de fuerzas democráticas a Seúl cambiaron el panorama. La política exterior denominada “Sunshine Policy” llevada adelante por Kim Dae Jung, presidente de Corea del Sur, provocó un acercamiento y alivió las tensiones. En julio de 2000 se produjo una histórica entrevista en Pyongyang, entre el presidente surcoreano y Kim Jong Il (líder de Corea del Norte que sustituyó a su padre Kim Il Sung tras su fallecimiento en 1994). Los desfiles bajo una sola bandera en los Juegos Olímpicos dieron señales al mundo de una recomposición en la relación de ambas Coreas y el nuevo siglo comenzó con perspectivas de apertura.

Sin embargo, años después la situación volvió a deteriorarse. A fines del 2002, Corea del Norte se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear y reanudó su programa atómico, lo que provocó una crisis diplomática. Las operaciones militares en 2006 y en 2009 acentuaron las tensiones entre los países. El bombardeo en 2010 de la isla de Yeonpyeong fue otro de los acontecimientos que marcaron el último tiempo, causando la muerte de soldados surcoreanos y una alerta máxima en la administración de Lee Myung Bak.

La sucesión en Corea del Norte y la incertidumbre

El fallecimiento de Kim Jong Il, a finales del año pasado, abrió un compás de incertidumbre sobre el futuro y la relación entre ambos países. Los pronósticos en el mundo mostraron variadas perspectivas. Un golpe de estado, un endurecimiento del régimen, el desmoronamiento del país y el alzamiento de la multitud para derrocar al gobierno fueron algunos de los presagios de los académicos.

Las conversaciones entre los vecinos se estancaron por una cuestión primordial: la transición de poder hacia Kim Jong Un. A fines de febrero, Corea del Norte anunció que suspendería las pruebas de misiles de largo alcance y las actividades de enriquecimiento de uranio, a cambio de ayuda humanitaria por parte de Estados Unidos. A pesar de ello, Pyongyang informó en marzo el futuro lanzamiento de un nuevo cohete, que puso nuevamente en alerta a la comunidad internacional. Con motivo de la celebración del centenario del nacimiento de Kim Il Sung, se lanzó un cohete de largo alcance que falló a los pocos minutos de haber despegado.

Las actividades en el recinto de Punggye-ri despertaron sospechas de una nueva prueba nuclear y provocaron reuniones de altos representantes de los países occidentales. En las últimas semanas los enviados especializados de Japón y Estados Unidos (aliado principal de Seúl desde la separación de la península) que llegaron a Corea del Sur, instaron a la comunidad internacional a enviar un mensaje hacia Corea del Norte, para que este país renuncie a su programa nuclear, respete los Derechos Humanos y mejore la vida de sus ciudadanos. La última novedad fue en los primeros días de junio, cuando el Ejército Popular de Corea del Norte amenazó a los medios de comunicación de Corea del Sur por la cobertura que realizaron sobre un festival infantil organizado por el gobierno de Pyongyang.

Cambios que no modifican la situación

Al igual que en 1994, tras la muerte de Kim Il Sung, la asunción de un nuevo líder en Corea del Norte no parece traer demasiadas transformaciones. El bloque militar burocrático parece establecido y la última sucesión no ha confirmado ninguno de los pronósticos de los académicos. El statu quo parece inamovible. El cambio de nombres al mando de los gobiernos, tanto en Corea del Sur (que tendrá elecciones en diciembre) como en Corea del Norte (que cambió su dictador a comienzos de año), no modifica el estado de tensión y crisis diplomática que viven ambos países. Mientras tanto el turismo crece, la frontera terrestre entre las Coreas es un vivo recuerdo de la Guerra Fría y aproximadamente seis millones de personas por año visitan la Zona Desmilitarizada en busca de una explicación al conflicto.

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