A mediados de 1976 finalizó uno de los
principales conflictos de la Guerra Fría y se proclamó la República Socialista
de Vietnam, un país devastado, una economía diezmada. Meses más tarde, murió
Mao Zedong y con él comenzaba a desmoronarse un modelo político económico con
gran influencia en el siglo XX. En Europa, la Comunidad Económica Europea
creció y se desarrolló con nueve estados. Mientras, en Sudamérica primaban las
dictaduras militares. El mundo avanzó mucho luego de 35 años, Vietnam también,
paso de ser una de las naciones más pobres del planeta a tener crecimientos
anuales de su economía a tasas “chinas”.
Decir “Doi Moi” (Renovación) en Vietnam es
hablar de una nueva época en la historia del país, que comenzó en aquel VI
Congreso del Partido Comunista en 1986. La economía cerrada, típica del sistema
comunista reinante, inició su apertura. El apoyo soviético mermó y China, de la
mano de las reformas de Deng, se acercó al capitalismo. La integración a la
comunidad internacional, el fin del control de precios, el reconocimiento de la
propiedad privada, la liberalización de sectores económicos e incluso la
privatización de empresas públicas, fueron algunas de las transformaciones de
esta economía de mercado tutelada por el gobierno centralizado.
Vietnam es uno de los 15 países más poblados del
mundo, con 90 millones de personas y una fuerza de trabajo de alrededor de 50,
en un territorio que duplica al Uruguay. Con una ubicación estratégica en la
península de Indochina, este país adornado por montañas y arroceras intenta
unirse al grupo selecto de naciones del sudeste asiático, que han logrado una
estabilidad económica considerable. La evolución de la industria, que
representa un 40% del PBI, se puede observar en el movimiento constante de las
calles de la capital Hanoi y la renovada Saigón (actualmente Ho Chi Minh City).
En los pueblos pequeños, los comercios se combinan con el hogar y la actividad
se concentra en los mercados centrales, en donde todo se vende.
En la última década, el crecimiento de las
urbes trae como consecuencia la caída de la agricultura, que alcanza un 20% del
producto. Muchos jóvenes emigraron hacia las ciudades en busca de mejores
posibilidades laborales. La mayoría que llegan a las grandes metrópolis logran
conseguir un trabajo digno, comprar una motocicleta (principal medio de
transporte e icono del progreso de la clase media) y vivir en condiciones
sociales aceptables, debido a que existe una tasa de desempleo del 4%. Las
ciudades se completan con los vendedores ambulantes que, caminando con los
típicos “Non La” -sombreros cónicos-, buscan superar la pobreza (que
alcanza un 10% de la población) a través de la economía informal.
Vietnam se integró recientemente a la
comunidad económica internacional con una liberalización pragmática y gradual,
protegiendo ciertos sectores. A pesar de no ser un Tratado de Libre Comercio
(TLC), el tratado comercial con Estados Unidos firmado en 2001, permitió un
aumento del intercambio entre ambos países. Los cambios en las últimas décadas
le permitieron ingresar en 2007
a la Organización Mundial del Comercio. Sin embargo,
doce años antes ya formaba parte del proceso de integración del sudeste
asiático, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean). Si bien
actualmente Vietnam forma parte de las economías poderosas de la región, al
momento de integrarse representaba y lideraba un grupo de países pequeños y
pobres: sus vecinos Laos y Camboya y la conflictiva Myanmar. En 2010, mostró su
intención de formar parte del Acuerdo Estratégico Trans Pacífico de Asociación
Económica. Días atrás firmó un TLC con Chile, el primero en materia bilateral,
ya que los anteriores fueron como parte de la Asean.
La apertura de la economía no permitió reducir
el déficit comercial que Vietnam posee desde hace años. Sus exportaciones se
centran en vestimenta, zapatos, arroz y café, siendo el segundo proveedor
mundial de los dos últimos productos. El petróleo, los muebles y el
caucho complementan sus principales productos de exportación. Su primer mercado
es Estados Unidos, a quién le venden un 25 % del total, muestra de que el
resentimiento ha quedado atrás. Japón y China se disputan el segundo lugar con
alrededor del 10% cada uno. En materia de importación, la maquinaria, los
derivados del acero y los plásticos son los rubros principales, que provienen más
que nada de China (23%), Corea del Sur (11%) y Japón (10%).
La inversión extranjera directa creció en el
último tiempo en tierras vietnamitas. El gobierno brindó licencias a sectores
que generen puestos de trabajo, lo que permitió que prestigiosas marcas establezcan
sus fábricas allí. Según un estudio del Overseas Development Institute de
Inglaterra, “Vietnam aprovechó las oportunidades de los mercados
internacionales, atrajo inversiones para producir y exportar debido a la
ventaja comparativa de poseer una fuerza de trabajo de gran calidad y bajo
costo”.
La apertura en materia económica choca con la
falta de libertades civiles y políticas de este país, gobernado por un partido
único. La llegada de inversiones extranjeras y marcas conocidas a nivel global
no coinciden con las decoraciones de las ciudades, colmadas de banderas rojas
del país y los símbolos del Partido Comunista. Las enseñanzas del “Tío Ho” (así
le denominan a Ho Chi Minh), con retratos e inscripciones acerca de los
trabajadores, el esfuerzo y el desarrollo buscan motivar a una población que
durante décadas vio entorpecida la posibilidad de progresar.
En los últimos diez años, 30 millones de
personas han dejado atrás la pobreza en esta nación del sudeste asiático. Su
apertura económica le permitió convertirse en un país globalizado. A pesar que
se superaron ciertos parámetros y paradigmas, el desarrollo de Vietnam causa
una sensación ambigua. Si bien por su régimen político no se lo puede
considerar un ejemplo, los cambios económicos realizados permiten que se
desarrollen el resto de las libertades, aunque de manera paulatina. Sin
embargo, hasta que no consume esa transformación, seguirá siendo un progreso
rápido, endeble y peligroso: un progreso en motocicleta.
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