Como decíamos en el
artículo anterior, el viernes 28 de agosto se celebró en Argentina una cumbre
extraordinaria de la UNASUR con el objetivo de debatir sobre la presencia
militar estadounidense en tierras colombianas. El hecho de que todos los
presidentes sudamericanos concurrieran le brindó a la reunión un valor
importante ya que dejó en claro la importancia del tema. Sin lugar a dudas las
tres posiciones que establecíamos anteriormente a la cumbre se ratificaron en
los discursos que cada uno de los presidentes expresó en Bariloche.
El “grupo opositor” al acuerdo Bogota – Washington presentó al presidente
boliviano, Evo Morales, como el mandatario con el discurso más duro que
insistió, hasta último momento, con incluir en la declaración una condena al
acuerdo. En ese sentido, Chávez volvió a apelar a la palabra guerra para
sembrar terror sobre la alianza y aprovechó para criticar nuevamente a Estados
Unidos por sus planes militares en el continente. El líder ecuatoriano Correa,
presidente pro tempore del organismo, pidió explicaciones a Obama y declaró que
la presencia militar norteamericana “afecta la estabilidad en la región y
constituye un grave peligro para la paz”. Los países que tuvieron una posición
moderada fueron Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile; cada uno de ellos puso
énfasis en diversos aspectos. Lula pidió invitar al presidente norteamericano
para debatir el tema y pedirle garantías de que las tropas no operen fuera de
territorio colombiano. Vázquez se manifestó en contra de la presencia militar
extranjera pero afirmó respetar la soberanía de los Estados y la no
intervención en asuntos internos. Por su parte, Fernando Lugo pidió
transparencia a Uribe para conocer de forma detallada el acuerdo y comprender
su alcance. Por último, Bachelet manifestó su preocupación por el tema y dio su
apoyo a la convocatoria al Consejo de Defensa de la Unasur. Mientras tanto la
anfitriona, Cristina Fernandéz, en su afán de presentarse como moderadora de la
reunión y obtener cierto protagonismo, manifestó su desacuerdo e incitó a
adoptar una doctrina uniforme para evitar decisiones unilaterales que perturben
la paz. Alan García, presidente de Perú, solicitó a Uribe la explicación del
acuerdo y especificó que si el mismo sólo se limita a territorio colombiano, el
tratado no presenta ninguna amenaza para el resto de los países. Recordamos que
dentro de Sudamérica, Perú es junto a Colombia los únicos países que poseen
gobiernos caracterizados como de derecha y su presidente ha sido, en estos
últimos meses, un defensor de la política exterior colombiana.
La declaración final de la cumbre no adoptó una decisión sobre la presencia
militar de Estados Unidos en Colombia, algo que se puede observar como una
victoria del presidente Uribe. El texto buscó construir un compromiso mutuo de
defensa y de paz, rechazando el uso de la fuerza contra otro Estado. Además,
los presidentes acordaron convocar al Consejo de Defensa de Unasur para
analizar la estrategia militar norteamericana en la región. Considerando que Brasil
y su presidente Lula fue el gran impulsor de este organismo se puede entender
como un triunfo la posición brasileña mantenida en la reunión. Entonces cuando
nos preguntamos quién ganó y quién perdió el viernes pasado, la respuesta es
más que clara. Uribe logró su propósito de no recibir una condena explícita de
sus colegas, mientras que Lula se afianza como líder de la región al ser el
principal puente de diálogo con Estados Unidos y al ponerle freno a las
propuestas radicales de Chávez, Morales y Correa. En definitiva, triunfó la
cordura y no los discursos retóricos ni las posiciones radicales, a las que
muchos temen o quieren que, aquellos que no están debidamente informados, le
teman.
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