jueves, 13 de agosto de 2009

Señal de alerta para América Latina

La realidad latinoamericana aparece, en este mes de agosto, con conflictos que recuerdan las épocas negras del continente. La difícil salida a un golpe de Estado en Honduras que lleva alrededor de cincuenta días, la conformación de un bloque “bolivariano” cada vez más radical liderado por el presidente venezolano Hugo Chávez y el establecimiento de bases norteamericanas en territorio colombiano para la lucha contra el narcotráfico son situaciones que deben ser seguidas con atención. A esta realidad continental se le suma un nuevo brote “guerrillero” en territorio peruano. 


El grupo de inspiración maoísta Sendero Luminoso, que se funda en la década del 60 como un brazo armado del Partido Comunista, dio su primer golpe en mayo de 1980. A través de ataques armados y coches bomba sacudieron al país durante quince años, dando muerte a alrededor de 70.000 personas según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación peruana. El grupo que tuvo como objetivo lograr una república popular e instaurar un régimen comunista campesino sufrió la detención de su líder y jefe histórico, Abimael Guzmán, en septiembre de 1992. Sin lugar a dudas este grupo que optó por la lucha armada, en un momento de transición democrática, no contó con el apoyo de la población y su influencia comenzó a decaer hasta que su luz pareció apagarse. A fines de la década del noventa grupos minoritarios, que se establecieron en la zona del valle de los ríos Apurímac y Ene, continuaron con operaciones violentas pidiendo amnistía para líderes senderistas. A pesar de ello, se estima que el número de rebeldes que no entregaron las armas, luego de que Guzmán declarará el fin de la revolución, es de alrededor de cien combatientes. Su último gran golpe había sido en octubre del año pasado cuando atentaron contra un convoy militar. Desde ese momento fueron pocas las noticias que se difundieron de los “revolucionarios”.


Sin embargo, en los primeros días de agosto se produjo un ataque atribuido a Sendero Luminoso contra una base de la Dirección de Operaciones Especiales de la policía, en el departamento de Ayacucho, zona selvática al sureste de territorio peruano. Según informaron fuentes policiales un grupo de cincuenta insurgentes emprendió un ataque con explosivos y armas ligeras contra la base de las fuerzas especiales instalada en dicho lugar para combatir el narcotráfico. La ofensiva que, causó cinco muertes (tres policías y dos civiles), muestra a las claras que a pesar de que no haya tenido mucha prensa, el remanente de la guerrilla y su alianza con los grupos de narcotraficantes es un tema que debe ser seguido muy de cerca.

Muchas son las opiniones que se han oído desde tierras peruanas sobre este episodio; el ministro del Interior Octavio Salazar afirmó que la presencia de estos terroristas es una gran amenaza para el país, principalmente por su gran alianza con el narcotráfico, a la que denominan el narcoterrorismo. Mientras tanto, el presidente Alain García propuso un trabajo paciente para erradicar la violencia de estos grupos, bajando el perfil al remarcar que los mismos no constituyen una amenaza para la democracia peruana y que “no configuran ni la décima parte de lo que vivió el país en la década de los 80”. En oposición a ello, el  líder nacionalista Ollanta Humala advirtió la posibilidad de una guerra interna en caso de que el gobierno no reestructure las acciones para acabar con los remanentes de la guerrilla.


Todo parece indicar que este grupo derrotado por el gobierno del actualmente condenado Alberto Fujimori no posee la misma fuerza ni el contenido ideológico de quienes hoy golpean nuevamente los territorios peruanos. Sin embargo, las acciones conjuntas con los grupos narcotraficantes tratan de debilitar la acción y el poder policial en la zona selvática. El proyecto político de alcanzar el poder a través de una revolución armada es historia pero la alianza con los narcotraficantes parece recién comenzar. En épocas donde Colombia es duramente cuestionada por la llegada de tropas norteamericanas para combatir e investigar al narcotráfico, sería bueno que el gobierno peruano le pusiera rápidamente un freno a estos brotes de insurgencia antes de perder el control y tener que acudir a fuerzas extranjeras. La existencia de un golpe de Estado en Honduras, la propuesta de insertar tropas norteamericanas en Colombia, los brotes guerrilleros en Perú y una cantidad de gobiernos que distan de ser democráticos, debe prender una señal de alerta en los gobiernos “serios” que aún quedan en el continente, de manera evitar aquellas épocas negras. 

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