El domingo se produjo un acuerdo histórico en Colombia
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El gobierno y las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) acordaron sobre el problema
agrario. La cuestión rural es el primero de los puntos de la agenda de
negociación para la paz entre las partes. El cumplimiento del compromiso está
condicionado al consenso en el resto de los temas. El presidente Juan Manuel Santos afirmó que hasta que
no se acuerde la agenda completa no habrá un cese al fuego. La falta de
acuerdos había llevado al escepticismo con respecto a la negociación.
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Tras seis meses de negociaciones ambas partes emitieron un
comunicado titulado “Hacia un nuevo campo colombiano: reforma rural integral”.
La notificación, leída en el centro de convenciones de La Habana, explica los acuerdos sobre programas de desarrollo con
enfoque territorial, infraestructura y adecuación de tierras. Las partes
coincidieron en temas de desarrollo social (salud, vivienda, educación,
pobreza), estímulo a la producción agropecuaria y una economía solidaria y
cooperativa. También se incluyeron en el acuerdo aspectos sobre asistencia
técnica, subsidios, créditos, generación de ingresos, formación laboral,
políticas alimentarias y nutricionales. Para darle un marco a las decisiones se
creará un fondo de tierras para la paz. De esta manera se supera el primer
punto de la agenda pactada, el desarrollo integral agrario. Desde un principio se
consideraba el tema más difícil ya que las FARC reclamaban zonas reservadas
para campesinos indígenas y comunidades afro, siendo éste punto una de las
principales reivindicaciones como guerrilla.
Los compromisos entre gobierno y revolucionarios suponen
transformaciones radicales de la realidad rural con equidad y democracia, lo
cual implica avances concretos. El acuerdo generó reacciones encontradas en la
clase política y opinión pública, debido a que es un tema clave para la
sociedad colombiana. Cabe destacar que el documento que se elaborará, una vez
acordados todos los puntos, será sometido a la ratificación popular. El jefe de
la delegación del gobierno, Humberto de
la Calle, aseguró que los colombianos serán quienes tendrán la palabra
final. El segundo tema a tratar es la participación política de las FARC, una
vez desmovilizada. El mismo será un aspecto complicado, debido a que las
encuestas muestran que un 67% no ve con buenos ojos que la guerrilla se
incorporé a la vida parlamentaria. En estos días las negociaciones de paz
recibieron el espaldarazo del vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, quién aseguró que brinda y respalda las
acciones del gobierno, al igual que lo hizo en el campo de batalla.
La reelección va de la mano
Las conversaciones de paz entre el gobierno liderado por Santos y
las FARC comenzaron en noviembre de 2012.
El objetivo fundamental es ponerle fin a 50 años de conflicto que causaron
millones de desplazados y decenas de miles de muertos. El núcleo del
enfrenamiento, que fue variando con el correr de las décadas, es el acceso y
uso de la tierra. El último gran intento de alcanzar la paz finalizó
abruptamente en 2001 tras el
asesinato de una ex ministra, en aquel momento el presidente Andrés Pastrana se
replanteó la estrategia utilizada. En el siglo XXI, bajo el mandato de Álvaro Uribe, el gobierno implementó
una política de seguridad denominada Plan Colombia, con una lucha férrea contra
la guerrilla y el narcotráfico, pero ahora la estrategia cambió. En abril se
completó el séptimo ciclo de negociaciones entre representantes de las partes y
se produjo una marcha multitudinaria de la población, que fue recibido como un
mandato para acelerar los acuerdos. Los diálogos se frenaron durante varias
semanas pero el compromiso alcanzado el domingo le da vitalidad al proceso.
El cambio de generación de mandos, tanto
en la guerrilla como en las Fuerzas Armadas, favorece y crea un clima de
acuerdos. La estrategia de choque uribista fue clave para aflojar y enfrentar a
las FARC. El nuevo presidente Santos aprovechando la situación y tendió la mano,
a pesar que algunos acusan al gobierno de impunidad. Ciertos sectores de la
población y la política se encuentran molestos porque los guerrilleros no
pagarían por sus crímenes. Por ello, tanto la derecha como otros precandidatos
presidenciales, bombardean las conversaciones. Si bien es entendible el reclamo
de la impunidad, si se considera que fue una guerra, los excesos se cometieron
de ambos lados tanto de la guerrilla como del ejército. El éxito de las
negociaciones garantizaría un gran performance de Santos en los comicios de
junio de 2014. El presidente declaró hace días que esperaba que su política
para la paz sea reelecta. Está claro que el triunfo en las negociaciones ira de
la mano con la victoria electoral.
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