A casi ocho años de la muerte de Saddam
Hussein y más de diez años de la invasión norteamericana, Irak continúa siendo
noticia. El grupo ultra radical y violento Estado Islámico (ISIS) persigue
minorías, instala el terror e intenta imponer un Califato sobre los territorios
que controla, desde Siria a Irak. El exterminio de minorías religiosas es una
de las primeras consecuencias del gran resurgimiento de los yihadistas en Irak.
El poderío del grupo armado Estado Islámico es uno de los resultados de la
interminable guerra de Irak. Fundado en 2004 durante la ocupación
norteamericana pero rebautizado en 2007, esta agrupación se fue radicalizando
al punto de operar de forma independiente a Al Qaeda. Ubicada en los desiertos del sudoeste
iraquí (provincias de Anbar y Niniv), el 10 de junio el Estado Islámico tomó la
ciudad de Mosul, la segunda más importante de Irak.
Este movimiento yihadista sunnita es un grupo con ideas primitivas que
busca establecer un régimen político perteneciente a otra era, utilizando el
terror como un arma para acosar a los civiles. El Estado Islámico tiene
presencia en Siria, diluyendo las fronteras con Irak y asumiendo el control de
la ciudad de Raqqa. En estas zonas de Siria se ubican los grupos que están en
guerra frente al gobierno de Bashar al Assad. Incluso los rebeldes “moderados” acusan
a los integrantes del Estado Islámico de querer robarles la revolución.
El Estado Islámico avanza hacia el Kurdistán iraquí y comienza a prender las alarmas
en el mundo occidental. Es que allí habitan los kurdos, uno de los pueblos de
Medio Oriente que nunca recibió una tierra propia en la participación post
caída del Imperio Otomano. La mayoría de los kurdos son
musulmanes sunnitas, representan casi el 20% de la población de Irak y poseen
una fuerte voluntad de independencia. Situados en el noreste del territorio
iraquí, los kurdos intentaron aislarse del conflicto político entre sunnitas y
chiitas en la Irak post Saddam.
El avance del Estado Islámico hacia el
Kurdistán concentra la atención por las atrocidades cometidas y debido a que la
región, ubicada entre el mar Negro y Caspio, es una cuenca petrolífera
importante. El control de la zona por parte de los kurdos, con su líder Masud
Barzani y su ejército Peshmerga, constituye una tranquilidad para Estados
Unidos y el mundo occidental. Es por ello que en estos días y con el objetivo
de frenar el avance de los extremistas, el ejército norteamericano bombardeó
algunas regiones y lanzó raciones básicas para las poblaciones atrapadas en las
montañas.
Una de las minorías religiosas que
están viendo sus derechos vulnerados son los Yazidíes. Considerados adoradores del diablo por
parte de Estado Islámico, este pueblo intenta escapar a las montañas para no
sufrir el terror de lo que el médico español Juan Sotomayor, en declaraciones
al diario El Mundo de España, define como “genocidio medieval”. Se calcula que
son casi medio millón de desplazados por el avance del Estado Islámico, una
catástrofe humanitaria.
Una de las causas de la expansión del
Estado Islámico es la falta de control de zonas aisladas en Medio Oriente. El
gobierno de Irak, situado en Bagdad, controla solamente franjas de su territorio
que es parte de un triángulo de poder (chiitas, sunnitas y kurdos) al que se
han sumado los yihadistas. Los chiíes, que representan un 2/3 de la población,
están en el poder desde 2006 con Nuri al Maliki como primer ministro. Los sunnies de la
alianza Al Iraqya, políticamente en la oposición, reclaman desde hace años que
son dejados de lado. La tercera punta del triangulo son los kurdos que dejaron
el gobierno por no estar de acuerdo con las políticas de Al Maliki.
Pero la cuarta pata, los yihadistas,
apareció debido a que no todos los sunnies reaccionaron de la misma manera ante
esta exclusión que sintieron por parte de Al Maliki. El vacío de poder hizo que
el 2013 fuese el año más sangriento desde 2008, debido a los resentimientos
religiosos. Es por ello que las presiones internacionales hacia Al Maliki, por
la falta de apertura, llevaron a que el primer ministro dimitiera en las últimas
semanas y abriese la cancha para que otro chií pueda llevar adelante políticas
inclusivas y logre un gobierno de estabilidad nacional.
El nuevo mandatario Haidar al Abadi tendrá la difícil tarea de reconstruir
un país afectado por las divisiones. Para ello deberá no solo negociar
internamente sino internacionalmente. Irán, clave por el apoyo que brinda a la
comunidad chií, y Estados Unidos, aliado de las fuerzas kurdas, serán
claves. Es que estos países así como otros de la región, como Turquía, tendrán
que asumir un rol preponderante para derrotar al Estado Islámico y ayudar a la
construcción de un país estable.
Quizás por su hegemonía preponderante
en los últimos 20 años, Estados Unidos debiera liderar las nuevas
conversaciones. Washington con su invasión a Irak fue importante en el
resquebrajamiento de esta nación. Ahora deberá tener un rol preponderante para allanar
caminos, no solo combatiendo a los yihadistas y defendiendo sus intereses en la
región, sino también para ayudar a Irak a llenar los vacíos de poder, que son una
de las causas de la emergencia de estos grupos ultra radicales. Con vacíos de
poder no solo me refiero a que el Estado esté presente sino a generar mejores condiciones
de vida para una población que en el
contexto actual es muy vulnerable y fácil de atraer por parte de grupos como
Estado Islámico.