La reapertura parcial del
caso no solo implica consecuencias para los enjuiciados sino para todo Brasil. Una
nueva instancia del juicio podría desembocar en un nuevo cambio en la
percepción de la justicia por parte de la población, el posible retorno de las
protestas sociales y cambios en el desenlace de las elecciones presidenciales
de 2014.
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El
fallo inicial del denominado “juicio del siglo” fue visto por la población como
un logro, ya que se castigó la corrupción en el ámbito político, dejando atrás
la impunidad histórica. Este hecho mejoró la confianza del brasilero en el
aparato judicial, lo cual significa un proceso de crecimiento democrático. Sin
embargo la nueva maniobra jurídica supone un retroceso debido a que se
consideraba probada la responsabilidad y participación de los implicados. Una
página que estaba cerrada se vuelve a abrir.
A
mediados de setiembre se reabrió el proceso del mayor caso de corrupción de la
historia democrática de Brasil. Por decisión del Tribunal Supremo Federal (seis
a favor y cinco en contra), 12 condenados tendrán una nueva oportunidad para
defenderse. Los magistrados que no votaron a favor consideraron inadmisible
seguir deliberando sobre un caso en el que está probada la culpabilidad. El
proceso denominado Mensalao (mensualidades), por los sobornos pagados a varios
disputados para conseguir mayorías parlamentarias, se inició en 2005 durante el
primer gobierno del expresidente Lula Da Silva.
Los
resultados de siete años de análisis y deliberaciones tuvo como consecuencia 25
condenados, entre los cuales se destaca la mano derecha de Lula, José Dirceu, procesado
inicialmente a 10 años de prisión. Además de esto tanto Dirceu como Delubio
Soares, extesorero del Partido de los Trabajadores (PT), fueron absueltos del
delito de formación de cuadrilla. La apertura del caso retrasaría el ingreso a
prisión de los mismos. Los argumentos de los magistrados para explicar su
decisión de reabrir el caso refieren a la presión social que hubo con respecto
al juicio y lo excesivo de las condenas.
Las protestas y la campaña electoral
La
primera repercusión política de este nuevo capítulo de Mensalao fue la renuncia
de los ministros que tenía el Partido Socialista Brasileño en el Ejecutivo.
Esta agrupación dejó la alianza con el gobierno y prepara a Eduardo Campos,
Gobernador de Pernambuco, como posible candidato a la presidencia. Si bien en
los últimos tiempos Campos coqueteaba con el opositor Partido Social Democracia
Brasileña (PSDB), aseguró que no se unirá a ellos sino que busca independencia.
Sin
embargo para saber si el caso Mensalao tendrá repercusiones políticas tendremos
que esperar algunos meses. Rousseff y su PT repuntaron en las últimas encuestas
luego de las protestas sociales. Cabe recordar que Dilma, a posteriori de los
reclamos callejeros, apoyó que la corrupción se convierta en un crimen de
máxima gravedad. Incluso la salida a la calle de los brasileros no fue
cultivada por ninguna fuerza política. Aecio Neves, líder del PSDB, no parece
una alternativa viable pero quien se afirma como contrincante para Rousseff es
la ecologista Marina Silva, aunque el oficialismo parte como serio candidato
para los comicios de 2014.
En la última década
Brasil se convirtió en una potencia a nivel global. Con éxito reconocido, los
años de gobierno de Lula catapultaron al país, siendo más rico, con menos
pobres y menos desigual. Sin embargo este proceso también derivó en el anhelo
de la población por ser parte de esta transformación que vive el país. Es por
ello que en junio salieron a las calles, durante la Copa de las
Confederaciones, para exigir mejores servicios públicos, educación y salud a
una presidenta que tenía un 75% de aprobación.
Aquellos brasileros no
protestaban para cambiar el sistema en el que viven sino para exigir que se
complete un proceso que está a mitad de camino. Para cerrarlo es clave la
transparencia, el crecimiento de la democracia y la igualdad en todos los
aspectos, incluidos los temas judiciales. Para poder seguir adelante y pensar
en los retos que se vienen, Brasil necesita cerrar el capítulo de Mensalao. Esto
supone dar el empujón final a un proceso de crecimiento de 10 años que incluya
más democracia y menos corrupción.