Semanas atrás asegurábamos que a través de las reformas realizadas
en los años noventa y la firma de Tratados de Libre Comercio (TLC) con diversos
países, Nueva Zelanda redujo las distancias con sus principales socios
comerciales. Las conclusiones del estudio de su inserción internacional nos
motivan a ir mas allá, analizando un caso en concreto: la relación económica y
el TLC con China.
En el contexto de la recesión mundial de fines de la década
anterior, la apuesta neozelandesa fue hacia el continente asiático. Los
tratados comerciales con China y con la Asociación de Naciones del Sudeste
Asiático (ASEAN) han sido fundamentales para su estrategia de inserción
internacional. Estudiar la relación entre Nueva Zelanda y China nos permitirá
entender la importancia de este último para la ex colonia británica.
El 7 de abril del 2008 se firmó en Beijing el Tratado de Libre
Comercio por parte de los mandatarios Wen Jiabao y Helen Clark. Luego de 15
rondas de negociación que comenzaron en 2004, Nueva Zelanda se convirtió en la
primera economía desarrollada en firmar un TLC con la potencia más poblada del
mundo. Cabe destacar que también fue el primer país en reconocer a China como
una economía de mercado.
El principal objetivo de Nueva Zelanda fue brindarle a sus
exportadores un mayor acceso a la segunda economía del mundo. A su vez se
consideró importante como una estrategia de participación del proceso de
integración asiático. Con el TLC los empresarios “kiwis” adquirieron una
ventaja comparativa con respecto a sus competidores, al obtener una rebaja de
tarifas que prevé la eliminación del 97% de las mismas para fines de esta
década. Inclusive, como nación exportadora de alimentos, se buscó aprovechar el
gran crecimiento de la clase media oriental.
Es interesante entender porque un país como China con 1.300
millones de habitantes negoció con Nueva Zelanda, país pequeño, la firmar de un
TLC. Si bien no es el primer acuerdo de dicha envergadura que rúbrica (con
Chile y Perú entre otros), los analistas aseguran que China toma a Nueva
Zelanda como test para establecer otros acuerdos con países desarrollados. Un
factor importante en la negociación fue la posibilidad que Nueva Zelanda le
brindó al permitir, como anexo al TLC, el ingreso de trabajadores temporales al
país. Las clases privilegiadas de China buscan que sus jóvenes aprendan el
idioma inglés emigrando hacia territorios anglófonos. En ese sentido, por
cuestiones de política de migración, las leyes neozelandesas ofrecen mayores
posibilidades para estudiantes asiáticos que países como Australia,
Inglaterra y Estados Unidos.
Esta ha sido una de las causas de desacuerdo para la aprobación
del TLC por parte de los partidos de la oposición. El partido gobernante,
National Party, sufrió la crítica de los sindicatos que expresaron su
preocupación por el ingreso de trabajadores temporales (que pueden ingresar por
tres años sin la necesidad de practicar el idioma). Si bien se aseguró que se
brindarían visas de trabajo para áreas donde Nueva Zelanda no tiene personal
especializado (profesores de mandarín, chefs, etc.), la realidad muestra que el
centro económico del país, Auckland, ha incorporado trabajadores asiáticos en
múltiples sectores de la economía, principalmente en servicios.
La consideración que los bajos salarios chinos harían difícil
competir a las firmas locales fue otra de las objeciones planteadas. Aunque
ciertas industrias como las de productos alimenticios del mar o la
multinacional Fonterra (la mayor exportadora de lácteos del mundo) dieron la
bienvenida al TLC con China, ciertos sectores se opusieron al considerar que la
importación reduciría la venta de productos primarios locales. Cabe destacar
que algunas de las excepciones en la rebaja de tarifas que brindó Nueva Zelanda
fueron los textiles y la vestimenta.
En lo referente a lo estrictamente comercial, Nueva Zelanda ha
logrado un aumento en los volúmenes de exportación a China. Este último actualmente
ocupa un rol preponderante para el comercio de la isla. A comienzos de la
década, las exportaciones a la potencia asiática representaban el 2.93% y se
ubicaba en el sexto lugar por detrás de Australia, Estados Unidos, Japón, Reino
Unido y Corea del Sur. Cuando se lanzó la primera ronda de negociaciones en
Chile en 2004, China superaba a Corea y Reino Unido y representaba 5.42% de las
exportaciones totales.
En 2008, previo a la firma del TLC, los productos que Nueva
Zelanda vendía a China representaban 2.000 millones de dólares neozelandeses.
Los años posteriores al acuerdo mostraron de inmediato los resultados del
mismo. En 2009 las exportaciones representaron el 7.81% y para el 2010
superaron a Estados Unidos y Japón, ubicándose sólo por detrás de Australia.
Actualmente un 10.10% de las exportaciones van hacia el gigante de oriente con
valor por 4.100 NZ$. Un tercio de esas exportaciones son lácteos y lana.
Con respecto a las importaciones, China ya significaba a comienzos
de la década un vendedor considerable para Nueva Zelanda, siendo el cuarto
proveedor. En 2006 los productos chinos que llegaban a la ex colonia británica
ya eran superiores a japoneses y norteamericanos. Según datos de diciembre de
2010 China abarca el 16% de las importaciones totales. Los rubros más
importantes son maquinaria y productos electrónicos.
Los gobernantes no dudan en reconocer que la relación entre ambos
países se puede calificar como modelo. A pesar de las características del
sistema político de China, Nueva Zelanda ha entendido la importancia de este
gran jugador a nivel global. En un contexto de crisis económica en cierta parte
del continente europeo y la incertidumbre que vive Estados Unidos, China es un
escape de tamaño considerable. Nueva Zelanda hace tiempo que comprendió el
nuevo contexto mundial y a través de la firma de Tratados de Libre Comercio,
principalmente con la potencia asiática, aumenta sus perspectivas a futuro.