La democracia más grande del mundo, que
agrupa 800 millones de electores, eligió nuevos representantes meses atrás. Los
resultados fueron sorprendentes porque marcaron una transformación importante con
respecto a la tendencia histórica en la India,
representada por la dinastía Ghandi. Los cambios generacionales derivaron en la
victoria del nuevo primer ministro, Narendra
Modi. El barco de esta potencia regional cambia de capitán.
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Las elecciones parlamentarias en India
comenzaron el 7 de abril de este año y tras nueve fases finalizó el 12 de mayo.
Cuatro días después se dio a conocer que Narendra Modi, el jefe de Bharatiya Janata Party (Partido
Nacionalista Hindú), sería el nuevo líder del segundo país más poblado del
mundo. La potente campaña mediática de Modi fue una de las causas por las
cuales el porcentaje de participación (66%) fue ocho puntos porcentuales superior
a los últimos comicios realizados en 2009.
El líder de esta formación derechista
se mostró como una figura carismática, un comunicador de masas que aprovechó en
todo momento las tecnologías para llevar sus discursos a todos los rincones de
la India. Con un programa ambicioso y llevando como bandera la gran gestión
económica desarrollada en el estado noroccidental de Gujarat, logró la victoria. Obtuvo 283 de los 543 escaños del Lok Sabha (cámara baja del Parlamento)
y junto a sus aliados alcanzaría el
apoyo de 336 representantes.
Su pasado como jefe de gobierno en
Gujarat también está cargado de polémica. Allí fue donde se produjo la matanza
de musulmanes en 2002 por parte de fanáticos hindúes. En ese contexto, Modi evitó
avanzar en la agenda hinduista durante la campaña debido a que su partido
derechista fue acusado de no ser muy tolerante en materia religiosa. Por ello
es que uno de los temas a seguir en esta administración será el trato a las
minorías, principalmente por la posición radical del grupo Rastriya Swayamsevak Sangh (RSS), del cual Modi formó parte en los
años setenta.
La caída de la dinastía y los desafíos
del futuro
El gran triunfo de Modi trajo aparejado
también la gran derrota del partido Congreso
Nacional Indio (CNI), agrupación que tuvo un dominio histórico desde la
independencia, con intervalos, con la figura de Nehru como ícono. Su candidato Rahul Ghandi de 43 años es hijo de
Sonia Ghandi (la presidenta del partido) y nieto de Indhira. En la última
década, Manmohan Singh del CNI fue
el primer ministro y tras un buen primer mandato (2004-2009) se lo acusó de
falta de carisma. Además la población echo culpas al gobierno por no presentar
soluciones para las nuevas aspiraciones de la ciudadanía. El estancamiento
económico, la falta de empleo y la corrupción fueron algunos de los reclamos.
Esta nueva generación creció con la
liberalización de la economía, una clase media de consumo que se benefició de
los cambios estructurales de la última década. Esa población desideologizada se
posiciona por encima de las lealtades de casta y región, que dividieron al
Parlamento a lo largo de la historia. Luego de 30 años (1984), un partido logra la mayoría absoluta. Esta clase media
observó en Modi una posibilidad de cambio y un líder fuerte para afrontar los
desafíos. Es que Modi llega con la promesa de mejorar el suministro de
electricidad, la infraestructura y continuar abriendo el país a las inversiones
extranjeras.
La sombra de China está siempre presente para esta potencia regional, por la
relación peculiar que tienen. El llamado precio de la democracia es la
explicación que utiliza India a la hora de analizar el crecimiento económico por
debajo de los vecinos. La desconfianza sobre el expansionismo chino es
constante pero Modi en sus primeras semanas apuntó al deshielo en la relación,
a través de una mayor cooperación e intercambio comercial. El otro punto clave
en política exterior es Pakistán con
quien se comenzó de buena manera. El primer ministro pakistaní Nawaz Sharif estuvo presente en la
asunción de Modi, algo que nunca había ocurrido en la historia entre ambos
países.
En definitiva en este mundo marcado por
la ausencia de un liderazgo reconocible, India cambia de comandante. Tildado de
autoritario, por la firmeza, pero no de corrupto, este hombre de 63 años con un
perfil austero liderará un jugador clave en el contexto mundial. Un cambio
radical en dos sentidos: la alternancia en el gobierno luego de dos
administraciones del histórico partido del Congreso y el liderazgo que podrá ejercer
esta agrupación nacionalista al poseer gran apoyo en el Parlamento, aspecto que
siempre ha sido difícil por las divisiones existentes en la India.
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