miércoles, 6 de agosto de 2014

Cambio de gobierno en la India

La democracia más grande del mundo, que agrupa 800 millones de electores, eligió nuevos representantes meses atrás. Los resultados fueron sorprendentes porque marcaron una transformación importante con respecto a la tendencia histórica en la India, representada por la dinastía Ghandi. Los cambios generacionales derivaron en la victoria del nuevo primer ministro, Narendra Modi. El barco de esta potencia regional cambia de capitán.
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Las elecciones parlamentarias en India comenzaron el 7 de abril de este año y tras nueve fases finalizó el 12 de mayo. Cuatro días después se dio a conocer que Narendra Modi, el jefe de Bharatiya Janata Party (Partido Nacionalista Hindú), sería el nuevo líder del segundo país más poblado del mundo. La potente campaña mediática de Modi fue una de las causas por las cuales el porcentaje de participación (66%) fue ocho puntos porcentuales superior a los últimos comicios realizados en 2009

El líder de esta formación derechista se mostró como una figura carismática, un comunicador de masas que aprovechó en todo momento las tecnologías para llevar sus discursos a todos los rincones de la India. Con un programa ambicioso y llevando como bandera la gran gestión económica desarrollada en el estado noroccidental de Gujarat, logró la victoria. Obtuvo 283 de los 543 escaños del Lok Sabha (cámara baja del Parlamento) y junto a sus aliados alcanzaría el  apoyo de 336 representantes.

Su pasado como jefe de gobierno en Gujarat también está cargado de polémica. Allí fue donde se produjo la matanza de musulmanes en 2002 por parte de fanáticos hindúes. En ese contexto, Modi evitó avanzar en la agenda hinduista durante la campaña debido a que su partido derechista fue acusado de no ser muy tolerante en materia religiosa. Por ello es que uno de los temas a seguir en esta administración será el trato a las minorías, principalmente por la posición radical del grupo Rastriya Swayamsevak Sangh (RSS), del cual Modi formó parte en los años setenta.

La caída de la dinastía y los desafíos del futuro

El gran triunfo de Modi trajo aparejado también la gran derrota del partido Congreso Nacional Indio (CNI), agrupación que tuvo un dominio histórico desde la independencia, con intervalos, con la figura de Nehru como ícono. Su candidato Rahul Ghandi de 43 años es hijo de Sonia Ghandi (la presidenta del partido) y nieto de Indhira. En la última década, Manmohan Singh del CNI fue el primer ministro y tras un buen primer mandato (2004-2009) se lo acusó de falta de carisma. Además la población echo culpas al gobierno por no presentar soluciones para las nuevas aspiraciones de la ciudadanía. El estancamiento económico, la falta de empleo y la corrupción fueron algunos de los reclamos.

Esta nueva generación creció con la liberalización de la economía, una clase media de consumo que se benefició de los cambios estructurales de la última década. Esa población desideologizada se posiciona por encima de las lealtades de casta y región, que dividieron al Parlamento a lo largo de la historia. Luego de 30 años (1984), un partido logra la mayoría absoluta. Esta clase media observó en Modi una posibilidad de cambio y un líder fuerte para afrontar los desafíos. Es que Modi llega con la promesa de mejorar el suministro de electricidad, la infraestructura y continuar abriendo el país a las inversiones extranjeras.

La sombra de China está siempre presente para esta potencia regional, por la relación peculiar que tienen. El llamado precio de la democracia es la explicación que utiliza India a la hora de analizar el crecimiento económico por debajo de los vecinos. La desconfianza sobre el expansionismo chino es constante pero Modi en sus primeras semanas apuntó al deshielo en la relación, a través de una mayor cooperación e intercambio comercial. El otro punto clave en política exterior es Pakistán con quien se comenzó de buena manera. El primer ministro pakistaní Nawaz Sharif estuvo presente en la asunción de Modi, algo que nunca había ocurrido en la historia entre ambos países.


En definitiva en este mundo marcado por la ausencia de un liderazgo reconocible, India cambia de comandante. Tildado de autoritario, por la firmeza, pero no de corrupto, este hombre de 63 años con un perfil austero liderará un jugador clave en el contexto mundial. Un cambio radical en dos sentidos: la alternancia en el gobierno luego de dos administraciones del histórico partido del Congreso y el liderazgo que podrá ejercer esta agrupación nacionalista al poseer gran apoyo en el Parlamento, aspecto que siempre ha sido difícil por las divisiones existentes en la India. 

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